PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




lunes, 30 de diciembre de 2013

Deseos para el nuevo año.




Por Astarté.
León, España.


        Para comenzar el año y buscando no engañarme con eso del tiempo y de los ciclos acordados por los hombres para organizar la vida del planeta en el que vivimos, quiero hacer presentes mis deseos, precisando que estos no son los que me harán más bella, virtuosa o rica, aunque, tal vez, sí más conciente de mi propia vida.

        Y bien, ante todo, deseo ser ésta que soy; es decir, un ser humano que se regocija estirando sus extremidades, cada mañana, al despertar. Deseo seguir sintiendo el sensual cosquilleo de mis sábanas al rozar mi piel y, una vez despierta, refrescar mi rostro con agua cristalina, bien fría, como el agua de los manantiales. Y con la cara fresca aún, mirarme al espejo y reconocerme. Y una vez, reiterando ser yo misma, deseo que el aire que respiro esté ahí, al alcance de mi aliento. Y que mi inteligencia natural me guíe, a cada paso, al tomar el oxígeno que uso para respirar (justo el necesario).  Deseo que mis zapatillas de noche se iluminen con el día; que destellen la luz de las estrellas más lejanas a fin de dar lumbre y calor al camino que recorren mis plantas terrenales. No puedo, por supuesto, dejar de desear mente clara y ojos lúcidos: Sin lucidez suficiente no podré orientarme en la cocina de casa, pequeño rincón donde hago el café matinal y abro la ventana para ver el sol. Deseo, además, continuar teniendo el oído musical que me permite escuchar las melodías que adoro. Y, al mismo tiempo, untar mi pan del desayuno con mermelada de frutas, bien rica, para alimentarme. Y que mi cuerpo, repleto de hambre gestual y fuerza, de sangre y  nervios, esté apto para recibir los golpes y caricias, los dolores y bondades que merezco, sin excesos, claro está. Y así, deseo el paladar y el gusto sensorial íntegro para saborear lo dulce, lo salado, lo amargo y lo agrio de la vida, ni más ni menos, no dando demasiado tiempo al desagrado y plisando de espacio los momentos de placer. Deseo, por demás, amar y ser amada, besar y que me besen... Deseo cerrar mis manos y sentir que hay granos de arena, migas de pan, gérmenes de piel entre mis dedos. Deseo mente clara, corazón abierto, cuerpo sano. Eso es todo. Y aunque sé que es demasiado, sé también que, para comenzar el año, tengo el derecho de pedir que el tiempo sea tan preciso y enorme como la eternidad. 
Eso pido para mí y para todos vosotros.

Abracemos, pues, el 2014 con la plenitud de nuestra energía más positiva.

¡QUE SEA UN AÑO DE RENOVACIÓN PERSONAL!

Un abrazo a MIS LECTORES Y AMIGOS.


Astarté.

miércoles, 18 de diciembre de 2013

Trilogía de un secreto.



Por Astarté.
León, España.
  
     ...¡Y cuántas historias te he contado! De esas reales. Y también de esas inventadas, a las cuales, por cierto, no les ha faltado un ápice de verdad, a pesar del derroche de fantasía que he invertido para construirlas... ¿Cuántas?... En fin, te he narrado anécdotas y episodios que tienen que ver con otras vidas, más o menos cercanas a ti y a mí. Te he dormido con cuentos de hadas, con leyendas, con mitos... Pero no sabes algo que no te he dicho jamás. Y bien, hijo mío, hoy te revelo un secreto: SOY TU MADRE. ¿Lo sabías? ¿Sí? ¿Y por qué crees que ya lo sabías? ¿Porque  tienes mi carácter?... ¿Por los rasgos de tu cara, que reproducen los míos? ¿O porque no recuerdas con mayor lucidez a otra persona que no sea yo?... Pues no. No, hijo. Si crees que soy tu madre por eso o por cosas semejantes, te equivocas. Vamos a ver: Había una vez una joven cabeza-loca que salía de la escuela e iba a reunirse con la aventura, a escondidas, por supuesto. ¿A escondidas de quién? Pues, a escondidas de su propia alma. No sé si sabrás que a los quince años se piensa en la posibilidad de ser invencibles. Bueno, hay también aquellos que insisten en que a los quince años no se piensa... ¡Son tontos! Pero a lo que íbamos: Te diré que a la temprana edad de quince años, en la flor de mi vida, te encontré bajo la luz de la luna. Te vi. Estabas encogido, en posición fetal. Solitario, olvidado por el mundo. Y fue entonces que quise que fueras mi hijo. Te dije: A partir de hoy te llamarás “SUEÑO”. Te calentaré, te alimentaré. Cuidaré de ti. Con respecto a eso de darte una educación, ya veremos cómo... Por el momento, lo importante es que vivas y que seas feliz... Y no sé, hijo mío, si lo has sido o no. Pero créeme que he hecho lo mejor que he podido... Créeme que te he dado lo mejor que he sabido para que crezcas. Por eso soy tu madre. Porque di mi alma a cambio de que tú encontraras la luz. Y porque volvería a sacrificar mi piel para que tú vivas. Pero no lo digas a nadie. ¿Lo prometes?

***

    Ayer encontré la nota que mi madre dejó para mí, olvidada en un cajón. A decir verdad, no sabía que yo era un sueño, aunque sí que era su hijo. Y por supuesto, ahora comprendo por qué, desde mi condición onírica, he tenido que viajar por varios sitios a la vez, buscándome a mí mismo por dentro y por fuera. Y también comprendo mi afán por renunciar a las horas de vigilia, a fin de no caer desde el techo del planeta que habito. Y bien, que tras haber leído el secreto, he logrado explicarme cómo, en cierta ocasión, quedé merodeando por los rincones del salón familiar. Fue entonces que volví a encontrarla. Estaba en la cocina de casa. Lucía radiante. Hacía un pastel de manzana. Daba vueltas y vueltas a la paleta de repostería para mezclar la masa. Y sonreía. Claro, que de verla a poder entrar en su pensamiento iba un largo trecho de camino. Traté, entonces, de acercarme lo más que pude a su mente. Pero su sonrisa me distrajo. Y es que esto de ser sueño no es fácil. Quiero ser ubicuo, como la energía con la cual mi madre me trajo a la vida. Pero, a veces, encuentro sombras que me alejan de mi estrella. Y aún así, insisto. Y vuelo. Pero no lo contéis a nadie, ¿lo prometéis?

***


    Estoy leyendo, no niego que con dificultad. Y es que esta página está hecha de una sustancia muy sutil y se disuelve, al tocarla, entre mis dedos. Se borra para resurgir entre líneas cuando menos lo espero. En general, no soy demasiado listo en eso de leer historias. Pero insisto. Estas notas son mejor que ir al colegio, por supuesto que sí. La escuela me aburre. Y finjo estar enfermo, para que mi madre no me obligue a ir. Así, desde mi mentira infantil, invento ronchas y fiebres que me aten a las sábanas. Todo por seguir leyendo a modo mío, sin la interferencia de manuales escolásticos. Y mi madre, que reconoce mi ardid, calla. Va a la cocina y me hace el pastel de manzana, ése que tanto me gusta. Remueve la masa con la paleta, una y otra vez. Y sonríe. Sabe guardar mi secreto. Creo que es sabia, pues sólo los genios saben callar lo que saben. Es mi cómplice en el silencio de la tarde, cuando afuera cae la lluvia de primavera. Cuando del otro lado de mi vida la tierra huele a humedad y el aire se torna tibio.... En fin, mañana será otro día. Tendré que agarrar la cartilla bajo el brazo y recorrer el camino de siempre, el trillo que está lleno de piedras. Pero hoy es hoy. Y hoy me siento grande y fuerte. Tan grande y tan fuerte como para quedarme en casa, mirando las nubes a través de la pequeña ventana de mi habitación. Y sé que no lo contaréis a nadie. Y que guardaréis silencio por aquello de no cerrar el viejo libro del deseo, donde todo es posible.

viernes, 29 de noviembre de 2013

PEQUEÑAS CONFESIONES.




Por Astarté.
León, España.


Copio lo que otros dicen; es decir, lo que otros copian. Y me tomo la osadía de expresar mis ideas. Mis ideas, que no son mías, ni de nadie. Y copiando y haciendo discursos sobre la verdad no hago más que reiterar la noria de los impostores; es decir, la rueda de mentiras en la que giramos. Ojalá pudiese quedarme a pie de página, en el folio de mis correcciones. Pero no puedo. En el borrador de mis pensamientos repaso los borrones, los errores y las faltas. Y los elimino en mi copia - original del mundo.

martes, 19 de noviembre de 2013

El mal poeta.





Por Astarté.
León, España.

Iba a escribir versos y me salieron llagas en las manos. Así, de pronto, llagas...
Ello me hizo pensar que, tal vez, hoy mis manos no están aptas para construir poemas. Y que lo mejor que puedo hacer es limar la punta de mi corazón para no rasgar, por inconsciente, el sutil pergamino de la imaginación. En fin, que es mejor que me calle. Es mejor que sueñe, siempre que mi alma no vaya demasiado lejos (para no dejar a mi cuerpo demasiado solo). Pero usar las manos para hacer poemas, hoy... Bueno, al parecer, las musas también sueñan y se alejan. Y en tales circunstancias, es mejor poner las manos en desorden y usar, directamente, el amor.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Mientras duermo.

 









Por Astarté.
León, España.

Éramos pocos los allí presentes: mi libro de historias de la selva, el viejo tocadiscos de plato, mi perro y yo... ¡Ah, sí!... Olvidaba mi muñeca preferida, que no era la más guapa de todas, pero sí la que más quería. ¿Qué hice de ella?... ¡Bah! No tengo idea. Uno se aleja. Sí. Uno se aleja de todo y de todos. Y mientras nos alejamos, vamos tocando con el corazón nuevas fronteras. ¿O me equivoco? El corazón va delante de los pies, abriéndose paso en la estrechez del día a día. Y la memoria, esa que a veces llamamos “decrepitud del alma” (porque sí, porque somos conscientes de su tendencia a tejer recuerdos del pasado...) queda prisionera en el cajón de la locura; cabizbaja, pensativa... La memoria... Sin embargo (y pasando revista a los aquí presentes), seguimos siendo pocos: mi libro de cuentas, la televisión, los pájaros del tejado del vecino y yo... ¡Ahhhhh! Y mis gafas de sol, que no son “Armani”, pero son buenas igual. ¿Qué hice del sombrero de ala ancha que cubría mi frente en el surco de tantas profesiones inconclusas?... ¡Bah! Ni tengo idea, ni me importa. Uno se acostumbra a las inclemencias. Sí. Uno se acostumbra al frío y al calor y a las tormentas y a todo. Y mientras aceptamos el inevitable rasponazo del conocimiento (saber cosas araña la piel y de qué manera...), seguimos arando la tierra sin llevar un sombrero que nos cubra, a fin de recoger frutos en árboles plantados a lo largo de la historia. ¿O me equivoco? La voluntad va delante de la frente en la cosecha del día a día. Y la fuerza, esa que nos llega del vientre, esa que a veces llamamos “supervivencia del espíritu” (porque sí, porque somos conscientes de la energía que reporta), sigue regando el entero territorio de nuestras mejores esperanzas; impetuosa, corajuda... La fuerza... Y entonces, para resumir y darle algún sentido a esta maraña de alucinaciones, te confieso, querido sueño, que estoy probando seriamente a sumar fuerza y memoria. Y lo hago para no perderme mientras duermo, para no escapar de mi cuerpo sin dejar un hilo que me guíe a mi regreso. O, tal vez, para no dejar de poseerme del todo en el persistente afán de trascender. Pues no sé aún cómo hacer para dilatar, a mis anchas, el camino del tiempo.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Melodías del recuerdo: ¿Nos valen?


Por Astarté.
León, España.

Eres terciopelo y piedra... Eres agua y arena... Pero, ¡qué recuerdos!... Canciones que nos hacen evocar... ¿una época perdida? No. Algo arrastramos de todo esto. No voy a buscar autor y motivaciones; no quiero saber por qué los autores escriben las letras que luego buenos músicos llevarán al pentagrama y formarán una canción que tendrá éxito o no (todo depende de las circunstancias, de las llamadas “influencias”, de los padrinos que te puedan o no bautizar...) Pero esta canción que fue éxito en la hit parade de los años ochenta dice algo sobre el amor-instrumento. Y es que a veces el sentimiento nos conduce a la trampa y nos hace caer en las redes de la melancolía... Bueno, ¿y quién no ha sido víctima? En tal caso, “aquel que no sea pecador, que tire la primera piedra...”
Hoy Astarté evoca viejas melodías de su juventud prometedora. ¿Cursi? ¿Quién sabe? Pero son sólo recuerdos. Con cautela, por supuesto.Viejas melodías nos pueden conducir al cielo o al abismo, así que... ¡cuidado! No sabemos el efecto que la música, ligada a las remembranzas, nos  pueda causar. Podemos caer en las redes de una insospechada melancolía. Pero recordar no es delito. Eso no. La memoria tiene sus “pro” y sus “contra”. Y lo bueno es estar conciente de ello.


martes, 22 de octubre de 2013

El amor en estado líquido (reflexiones de Sofía).


Por Astarté.
León, España.

    Hoy quiero presentar a los lectores de Los días de Venus en la tierra las páginas de una poetisa y escritora, cuyas ideas cubren los  renglones en el Diario de Sofía
https://www.facebook.com/pages/Diario-de-Sof%C3%ADa/182783571864345?hc_location=timeline

    En el Diario... leí esto. Se trata de algunas reflexiones hechas por la autora, estudiosa de química y (según cuentan los gorriones de algún nido) bien entendida en amores. Al parecer, a veces se confunde la naturaleza de nuestro medio líquido originario (el líquido amniótico, por ejemplo. O mejor aún, el mar, que es el medio natural de los peces y todos fuimos peces hace mucho tiempo...) con el  flexus o lo flojo de nuestra naturaleza orgánica, el flexus que en buena medida evoluciona a nivel de nuestras relaciones, no sólo sentimentales, sino en general, humanas. Para aclaración del significado de flexus os remito a cualquier página que explique su etimología; ésta, por ejemplo: http://www.elcastellano.org/palabra.php?q=prolijo

    Y bien, a partir de una brillante comparación entre el estado líquido de los cuerpos físicos y el amor, Sofía me ha hecho pensar que para que el amor vuelva a encontrar la tierra como medio sólido y cálido para germinar, tendría (quién sabe) que lanzarse en todas direcciones a fin de retornar a su más remota forma de vida, transformando el flexus en sustancia nutritiva, o algo así, tal vez... ¿Qué os parece?

Reflexiones de Sofía. 21/10/2013

Acerca del “Amor Líquido”

Los líquidos y su movimiento han sido parte inseparable de mi carrera profesional, lo que nunca llegué a imaginar que podrían tener una relación directamente proporcional con el amor, específicamente con el nombrado “Amor Líquido” según la teoría del sociólogo Zygmunt Bauman. Como toda teoría tiene sus adictos y sus detractores.

Existen 4 propiedades de los líquidos que definen este nuevo tipo de amor no convencional de relación o “conexión “ de pareja.

1-Compresibilidad : Son altamente incompresibles.
Estado mínimo de compresión de la relación que impide lograr un compromiso estable.

2-Movimiento no acotado de las moléculas. Son infinitamente deformables.
"Las relaciones son un entretenimiento para obtener placer y satisfacción inmediata “consumiendo” a personas como si fueran mercancías de estantes de un supermercado.”
El amor romántico sufre una deformación literal de su definición conceptual.

3-Ausencia de memoria de forma. Toman la forma del recipiente que lo contenga.
Variable y adaptable ante nuevas situaciones, al final uno de los dos pasa a ser eliminado totalmente o se convierte en un desconocido con algunas huellas cuando menos perjudicado sales de esta “ausencia de memoria definitiva”. Como expresa el siquiatra Saulo Pérez en su artículo : “aquello que pensabas que compartías queda en una especie de duda, si fue real, o fue fantasía o simplemente falso o fue una elección del estante de la tienda para ser consumido y eliminado.”

4- Distancia Molecular Grande. Sus moléculas se encuentran separadas a una gran distancia.
En este caso las molecúlas espirituales de los respectivos miembros de la “conexión”, son fugaces y fragmentarias, esto implica que son anuladas por completo las dificultades, los sufrimientos, el comprometerse sentimentalmente, no existen las mariposas ni los corazones desplazados.

Realmente amigos, deja muy pocas puertas abiertas al "amor romántico". Las sociedades modernas caracterizadas por el mercado del consumismo, individualismo, inestabilidad ,inseguridad y la soledad, entre otras, conllevan a una ruptura emocional .El llamado "amor líquido", (que pienso tiene más adictos en los hombres que en las mujeres, y por favor no tilden de feminista a Sofía) , es un verdadero imperio, desafortunadamente se impone y no podemos nadar contra la corriente, es inevitable. Todos queremos independencia personal, económica, espiritual y esto no tiene nada que ver con el amor romántico.
Son tiempos de amar en una dirección donde lo existencial predomina sobre lo espiritual.

Adicta o detractora? Sofía evoluciona con la sociedad y con las épocas. Adicta al “Amor Líquido” pero condimentado con ligeros sazones de los amores de Shakespeare.

Los quiero con un inmenso “Amor en los 4 estados relativos de la materia”
Sofía

jueves, 10 de octubre de 2013

Crítica. Críticos. Yo opino, tú opinas, nosotros opinamos.




Por Astarté.
León, España.

Buscando información sobre Alejandro Jodorowsky (véase en Wikipedia o en cualquier página donde aparezca su biografía) acabo de leer dos artículos de Mauricio-José Schwarz (fotógrafo y periodista mexicano radicado en España desde 1999) en su blog "El retorno de los charlatanes".

El primero de estos artículos es una crítica (lo más crítica posible) a Jodorowsky y a lo que Schwarz considera que son sus artimañas para vender imposturas (véase:  http://charlatanes.blogspot.com.es/2006/06/jodorowsky-los-delirios-de-un-artista.html  ). El segundo escrito es también su opinión (lo más crítica posible) sobre algunas cuestiones relacionadas con Íker Jiménez, periodista español y presentador (junto a su mujer, Carmen Porter) del programa Cuarto milenio (uno de los programas de mayor teleaudiencia en España, el cual se emite semanalmente en la cadena Cuatro y  trata sobre cualquier tema relacionado con el mundo del misterio y lo desconocido):

No sé a qué atenerme cuando leo la crítica de críticos que se despluman de un tortazo los unos a los otros. Posiblemente, el periodismo es así de criticón: o se juega en la esquina roja o en la blanca en ese ring de boxeo opinionístico, al cual, en argot vulgar, podríamos llamar "despelote" o "chapi- chalapi".  Pero bien, a lo que voy: Desde hace un año espero con interés la transmisión de Íker por la Cuatro. Y con respecto a Jodorowsky, puedo decir que he llegado a admirarlo (aunque sea un charlatán, según la opinión de Schwarz). Por supuesto, todo es posible. Y puede ser que las propuestas televisivas de Íker Jiménez sobre paranormalidad formen parte de la tele sensacionalista y nada más, o tal vez no sea así. Como también puede que Jodorowsky esté usando a sus admiradores con ardides y técnicas teatrales, encantándolos como a serpientes que bailan al sonido de un flautín mágico. Sin embargo, tanto en un caso como en el otro creo que hay coraje para "atreverse" a proponer cuestiones que van más allá de la charlatanería de los políticos, y confieso que ya eso es gratificante (al menos, en mi caso personal). Quizás, charlatanes de la talla de Íker o Jodorowsky  me sirvan para hacerme romper con ciertas adicciones dictadas por la publicidad y el comercio (la moda de Milán o París, por ejemplo...), qué sé yo... No me atrevo a decir nada más, a no ser que un buen día, por accidente, dejase de buscar aquello que no logro ver o tocar u oír (porque los sentidos son imperfectos) para dedicarme a creer en la crítica de los críticos criticones. Pero os puedo jurar que, particularmente, las charlatanerías de Jodorowsky y de Íker me invitan a creer que somos libres de pensamiento.


martes, 1 de octubre de 2013

La urraca.





Por Astarté
León, España.


Con colores contrastantes que rematan el límite de la maravilla, la urraca resulta ser un animal inteligente a la par del chimpancé, del orangután y (para mi asombro) he leído que hasta del ser humano. No tenía mínima idea de que ello pudiese ser así, pues sólo la veía (y la veo) posarse en los tejados y graznar, así de feo y repugnante como los cuervos. Pero no habría llegado jamás a reflexionar sobre su potencial de inteligencia, si no fuese porque he leído algo de eso en Wikipedia o en una de esas páginas que usamos a menudo para buscar información en la web.

Me atrae ese animal. Y de ahora en adelante, si alguien me llamase “urraca”, no me ofendería en lo absoluto. Y no me ofendería porque, ante todo, los pájaros son seres dotados de una capacidad que Madre Natura, a sabiendas, no dio al hombre: la de volar en libertad. Tal vez, porque si pudiésemos volar en libertad, usaríamos el aire para propagar, sin límites, todo aquello que nos sobra (nuestro egoísmo ante todo).

Específicamente, si pudiésemos graznar como la urraca, podríamos comunicar y evitar el peligro al mismo tiempo, como también mantener el respeto propio y ajeno sobre el territorio (cosa que olvidamos muy frecuentemente). Las urracas usan sus graznidos como táctica de autodefensa y orientación. Son, en fin, animales inteligentes e independientes, libres de la tecnología, del comercio, del monopolio y de las guerras por el control planetario. El ser humano (nosotros), sin llegar a comprender con exactitud la grandeza de las leyes naturales, jugamos a “jugar” haciendo comparaciones como, por ejemplo, esa de identificar a una persona charlatana con la urraca (¡Qué grado de idiotez el nuestro!)... Aunque algo de grandeza habrá sido reconocido al nombre “urraca”, visto que fue nombre de reinas durante la Alta Edad Media en los Reinos de Pamplona, de Asturias y de León y no sólo en estas regiones: acabo de descubrir (a través de Wikipedia) que hubo un cacique indio en Panamá llamado Urracá, quien luchara valientemente contra la conquista española.

¿Y por qué me detengo a escribir estos renglones sobre la urraca? Pues, es simple la respuesta: Por nada en especial. O, quizás, porque me resulta extraña y enigmática. O porque la veo siempre en solitario y no en bandadas. O porque, sabrá Dios por qué... Pero juro que dedicarle un pequeño espacio y un mínimo de respeto a nuestros animales, tanto a los de casa como a los otros (esos que conviven con nuestra soberbia planetaria) es, ante todo, un ejercicio de paz. Me podéis creer.

lunes, 16 de septiembre de 2013

Un viaje imaginario en LA MEMORIA (Comentario a la novela "Marja y el ojo del Hacedor", de Manuel Gayol Mecías)




Por Astarté
León, España.

 Un viajero salió un buen día a recorrer la memoria. Y no digo a recorrer su memoria, sino la memoria, universal y colectiva por naturaleza. El caso es que el viajero  inició su recorrido por la imaginería con el entusiasmo de los curiosos que han sido alguna vez (y más de una vez, por qué no...) marginados y condenados a vivir en la dimensión de un tiempo troncado por los designios de un Sempiterno.

El imaginativo y curioso viajero, sin embargo, había olvidado que emprender este decurso a través de la memoria requería, ante todo, invertir las coordenadas del tiempo y del espacio, para atrapar, con la mano que no agarra la pluma (la mano que ha quedado libre) el hilo conductor de la trama que él imaginaba. Fue así que el viajero, hacedor que pretendía inventar personajes para una novela de ficción, quedó bloqueado ante una puerta misteriosa, la cual se presentaba a su ojo como el único hueco para entrar al mundo de las estatuas de sal. Ellas (las estatuas, pétreas) le esperaban del otro lado, en el reino de Perséfone, para ser revividas y rescatadas al mundo real.

Y entonces sin desanimarse, el viajero, gobernador de su gran imaginería de poeta, alzó su mano (esa que le quedaba libre) y agarró, firme y decidido, la cuerda (el hilo de la trama de la historia), dejándose deslizar hacia el hueco que le permitiría entrar del otro lado, al rescate de Marja y de su propia conciencia.

No tuvo que tocar a la puerta, ni nada por el estilo. El hueco, que era su propio ojo de Hacedor imaginario, se abrió instantáneamente. Por supuesto, al ver la apertura, el viajero- buscador de imágenes quedó algo desorientado, pero su estupor duró sólo un instante, que ni tiempo tuvo para darse cuenta de su propia maravilla. Se trataba, pues, del ojo de la aguja, a través del cual pasaba el hilo conductor de la historia... (¿Pero de qué historia hablamos?... ¿De la historia de este libro titulado Marja y el ojo del Hacedor?... O, más bien, ¿será que nada más existe una gran historia, un solo libro que viene a ser la integración de todas las historias y de todos los libros que suelen existir, incluso de aquellos que están por escribirse? ¿Será?...) El viajero quedaría con una enorme duda, piedra filosofal del CONÓCETE A TI MISMO inscrito a la entrada del Templo de Apolo en Delfos. (¿Será este Templo el cuartucho solariego de Apolo Adán, alias el Flautista, en La Habana?)... Es decir, el viajero quedaría con la duda  de no saber si era él quien escribía su propia historia (que es la misma de Marja), o si, al revés, era el personaje-protagonista del libro que Joel Merlín, alias el Estudiante, escribía en la Buhardilla de los Marginados. O si era ambas cosas al mismo tiempo.

Yo, que conocí a Joel Merlín y a Gladys (su mujer), les recuerdo caminado por las calles de aquella ciudad donde vivió Lezama (quien también estuvo al margen, en los límites del tiempo y del espacio real, aunque hoy se quiera decir otra cosa bien distinta...). Y si atravieso mi propio ojo en la memoria, entro y salgo en habitaciones que se confunden y amalgaman: Salto hacia el mar desde el piso 16 de un alto edificio (en Primera y Paseo, en el Vedado) para caer en Trocadero 162, muy cerca del Paseo de El Prado habanero... Y camino a través de la espuma de las olas que atraviesan todo el litoral (las olas van buscando peces, a ver si las olas me rescatan algún día...) y llego hasta el mínimo rincón de la memoria donde Marja, que no está dormida, me aguarda con todo su erotismo criollo en el tiempo infinito de un universo extraordinario.

El Hacedor, que era tan curioso, terminó la historia que quería inventar descubriéndose a sí mismo. ¿Tuvo miedo al descubrirse?, ¿quién sabe? En todo caso, no hay conocimiento sin miedo, como tampoco sin dicha. Porque al conocernos a nosotros mismos, nos re-conocemos como la negación del como-hasta- entonces nos habíamos imaginado. La vida, en fin, no termina en ese punto del cual todos tememos (al menos, de eso han dado prueba Marja y su hacedor imaginario); ese punto (o hueco hacia el infinito u ojo de la aguja, da igual como queramos llamarle) no es el fin, aunque parezca que morir lo apague todo,  la memoria inclusa. Al contrario, atravesando el ojo penetrante podemos descubrir que allí, del otro lado, empieza, otra vez, la vida.

A mi amigo de siempre, Manuel Gayol Mecías, autor-creador de este libro (Marja y el ojo del Hacedor, que no es una historia, sino parte de la Historia de la isla del Sempiterno concentrada en pocas páginas) quiero dar las gracias por haber regalado a la literatura más actual este pedazo de vida personal y colectiva. Pero también deseo hacerle llegar a Marja un mensaje, de esos que se deberían comunicar al oído y en secreto, pero que por ser yo una lectora omnisciente (de otra forma, no podría jamás comprender el misterio del narrador omnisciente) tengo que decírcelo a voces. En fin: Querida Marja, no nos abandones aunque pasen los años... Y aun cuando la luz  ilumine ¡al fin! La oscura noche del sempiterno, guarda todavía tu memoria para recordar, por siempre,  la gran epopeya que significa vivir  un sueño.




Manuel Gayol Mecías. 
Poeta, narrador y crítico literario cubano. Nació en Las Tunas, Cuba, en 1945. Licenciado en Lengua y Literatura Hispánicas por la Universidad de La Habana, en 1979. Desde ese año y hasta 1989 trabajó como investigador en el Centro de Investigaciones Literarias de la Casa de las Américas. En 1989 y hasta 1994 fue especialista literario de la Casa de la Cultura de Plaza. Durante esos cinco años impartió asimismo clases de talleres literarios a una buena cantidad de escritores jóvenes cubanos. Fue miembro del consejo de redacción de la revista Vivarium, del Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana. Recibió numerosos galardones literarios en Cuba en los géneros de poesía y cuento. Algunos de ellos: premio de cuento del III Concurso Literario Provincial Luis Rogelio Nogueras 1990 de Ciudad de La Habana; primer premio de Cuento en el Concurso Hemingway 1991 y Premio Nacional de Cuento en el Concurso Luis Felipe Rodríguez 1992, de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). En la actualidad es editor en el periódico La Opinión, de Los Ángeles, California.
Retablo de la fábula (Poesía, Editorial Letras Cubanas, 1989); Valoración Múltiple sobre Andrés Bello (Compilación, Editorial Casa de las Américas, 1989); El jaguar es un sueño de ámbar (Cuentos, Editorial del Centro Provincial del Libro de La Habana, 1990); Retorno de la duda (Poesía, Ediciones Vivarium, Centro Arquidiocesano de Estudios de La Habana, 1995); La noche del Gran Godo (Cuentos, Neo Club Ediciones, Miami 2011) y Ojos de Godo rojo (Novela, Neo Club Ediciones, Miami 2012)

miércoles, 14 de agosto de 2013

Breves notas sobre el día de hoy.










      Por Astarté.
      León, España.



      En el extraordinario ir y venir de los días confundo la idea del tiempo que he dado a la vida. Y si ayer, por ejemplo, jugaba a tirar los dados de algún por-venir tremebundo, mañana, probablemente, jugaré con las cartas de lo irremediablemente vivido. Pero hoy... ¿cuál es mi juego...? Pues, digo que hoy cuelo el café matinal y me visto de horas para hacer del día un  salón donde juego a  soñar. Mientras tanto, el sol de agosto limpia el cielo de sombras y luna (aunque las sombras sigan ahí, detrás de la ventana,  y la luna esté en su corredor, a mitad de camino). Como vemos, hablar del presente es una hazaña; un acto del habla, descriptivo y audaz (los sentidos nos engañan...). Pero, igualmente, la certeza de que aquella vecina está, ahora mismo, tendiendo su ropa mojada y que mi gata se ha escondido en el armario son datos que anoto en mi cuaderno (como si se tratara de un común estudio de campo). Yo, por si cambiaran las reglas de la percepción, no me escondo y no me expongo en exceso. Tampoco me cohíbo, aunque no me arriesgo en demasía. Solamente abro la puerta y salgo. Me desprendo de mi ropa, de mis libros, de mi piel... Y me miro. Pero no es fácil hacerlo. Puedo jurarlo.

                                                                               ***

      Hoy, en el camino de regreso a casa, encontré una piedra (de esas que recojo a cada rato por la simple curiosidad de observarla o, quién sabe, por si acaso pudiera ganar de ellas un poco de poder y resistencia). Mi hijo imaginario me pide explicaciones de por qué los grillos chirrían tan alto (él dice que los grillos chirrían y no que cantan y no se equivoca del todo...). Y yo juego a explicarle con una vieja fábula, inventada para salir de aprietos a la hora de dar explicaciones sin tener respuestas. Él me mira (sé que me observa). Y en su fantasía construye un castillo, equilibrando cientos y cientos de cuerpos duros (como mi piedra del camino). Luego, con ojos vivaces, me reta a duelo. Y yo, que vivo de jugar al por-venir y de entretejer manías de historias en las que entra a jugar el irremediable pasado, lo visto (a mi hijo de ensueños), lo calzo y le abro la puerta. Y le pido que no se aleje demasiado. Y lo miro. Marcha radiante de juegos. Y dejarlo partir no es fácil. Esto también puedo jurarlo.

                                                                             ***


      Escucho música (me gusta hacerlo, igual si estoy sola que en compañía). El deseo de cocer gambas en salsa picante y acompañarlas con un buen vino es, puedo asegurarlo, una idea fija. Y como, según he oído decir, las ideas fijas no nos llevan a buen sitio, sustituyo mi deseo de gula por uno mucho más simple que no escribo. Pero igual da: todos los deseos son, más o menos, harina del mismo saco (todos pinchan con alfileres los sentidos). Sin embargo, tomo nota de ellos y los guardo (al final siempre sirven). Me siento en el salón de juegos, tratando de seguir observando mi cuerpo desde fuera de su piel. Pero, extrañamente, veo un bulto, un amasijo de materia irradiando energía. Y entonces hago un esfuerzo (agotador, por cierto) para observarme sin mi hatillo de costumbres (de esas acumuladas a través de mi idea del tiempo). Mi hijo imaginario se ha ido. También yo (desde que abrí la puerta, y eso ya pertenece al pasado...). Algo, sin embargo, me da la certeza de que hoy no es un día cualquiera, por el simple motivo de que ningún día (teniendo en cuenta esa idea del tiempo que me hace errar) lo es. Y si no bajo al bar... Si no cargo mi viejo fusil con flores, peces y tierra es porque, a pesar de observar lo que no puedo, vivo.

viernes, 2 de agosto de 2013

LA CANCIÓN DEL FANTOCHE.

 



Por Astarté.
León, España.


Miraba tan lejos que su vista se perdía en el horizonte y luego no hallaba el camino de regreso al hogar. Sus aspiraciones, altas como el trono de los antiguos emperadores, sobrepasaban la techumbre de su humilde casa y, quizás por eso, las ideas escapaban de su frente hacia los árboles del monte. Su condición de curandero de barraca era, sin embargo, aquello que menos cuadraba con el resto de su personalidad de rey frustrado. Claro que, dadas las circunstancias de pobreza material y moral que le circundaban, este monarca improvisado, con su jerarquía de ambiciones y su cetro de ignorancia, vio la posibilidad de convertirse, de buenas a primeras, en una especie de rey Midas. Olvidaba, al parecer, que para entrar en el torrente espiritual ajeno tenía, ante todo, que labrar su jardín con manos propias.

      Usaba las hierbas para curar a la gente. Y la gente, creyéndole sin más, acudía a sus rústicas sesiones de medicina natural, fueran cuales fueran las dificultades del camino. Cada mañana entraba en un viejo trillo y se perdía en la maleza, para luego regresar con las manos repletas de ramas y raíces. Más tarde, a eso del mediodía, encendía el carbón y preparaba un brebaje, al cual había dado el nombre de “néctar milagroso”. Decía que un solo frasco de tal mejunje calmaba, no ya los dolores corporales, sino, sobre todo, aquellos del alma.

      Fue así que su casucha comenzó a llenarse de paisanos (y de paisanas, por supuesto), crédulos de buen corazón que acudían cada tarde a encontrar al curandero para comprarle todo lo más que pudieran de aquella poción divina. Él, mientras tanto, acumulaba riquezas materiales de todo género: aquellos que no le pagaban con dinero, lo hacían en especie (con frutos de la tierra o del mar, pieles, animales y hasta piedras). De esta forma, el ilustre salvador de vidas, poco a poco, llegó a poseer un verdadero imperio entre el monte y la playa. Se hizo de una embarcación, construyó un espigón, alzó un pequeño faro en su enigmático puerto. Compró maquinarias para cultivar la tierra, cercó su hacienda, adquirió ganado y caballos. Y más tarde, cuando su poder era ya estimable, compró el derecho de tener labradores y siervos a su entera merced. Fundó una villa. Construyó una iglesia y, frente a ésta, un prostíbulo de lujo para criar hembras de monta legítimas. Edificó un banco; acuñó una moneda en la cual resaltaba, como imagen, la monstruosidad de su propia esfinge. Y para culminar su obra de dueño y soberano, monopolizó los límites del espacio territorial, por cielo y por suelo, de su oscuro reino.

      No compró, sin embargo, la eternidad. Eso no pudo hacerlo.

      Cuentan los que allí vivieron que, fascinado por la fluorescencia de la flor de la mandrágora, no tuvo cuidado al desenterrar su raíz, cayendo, mortal, en el torbellino de espectros nacidos del conjuro que él mismo pronunció. Y cuentan también que, en la noche de su muerte, una vieja guitarra, borracha de arpegios, fue a parir.




 
Paria, preciosa canción de Alberto Tosca, interpretada por la cantante cubana Xiomara Laugart. Me inspiró para escribir La canción del fantoche.


miércoles, 10 de julio de 2013

ENTRE TIERRA Y CIELO.



Salvador Dalí,  Enigma sin fin.


Por Astarté.
León, España.


Deseo, por igual, la mano del  amigo que del enemigo,
aunque la amistad sea un águila que vuela muy alto
y la enemistad, la cuenta que arrastro conmigo.


Deseo, por igual, el roce del  placer y del dolor,
aunque el placer sea un papalote enredado en las nubes
y el sufrimiento, cráter que succiona el amor.


Deseo, por igual, ser blanco de sexo y de pasión,
aunque el sexo sea el astro-rey que enciende la vida
y lo pasional, la llama de la perversión.


Deseo, por igual, agotar mi tiempo entre tierra y cielo,
aunque el barro sea  hogar, semilla y abrigo
y la eternidad, sueño, paradoja y vuelo.

jueves, 4 de julio de 2013

LAS AMAPOLAS SILVESTRES.






Por Astarté.
León, España.


Tan importante como insuficiente era su propósito de cruzar el viejo camino para hallar las amapolas silvestres. Estaban del otro lado del río. Eran rojas y crecían en el prado, perdidas en la lejanía. Y él, hombre de futuro con escuetos retoques de presente, había decidido cortar amapolas esa mañana, muy temprano, a la salida del sol. Pero como para él, repito,  hacerlo era importante y, a su vez, insuficiente, olvidó llevar consigo la brújula del tiempo. Su máximo deseo estaba, sobre todo, oculto en la vanidad de lograr una obra personal. Y dado que, siendo flores al fin, las amapolas son obra de la naturaleza y no de ser humano conocido, el viejo caminante emprendió la marcha  para atravesar el río... aunque no convencido del todo... no carente de dudas...

     Y bien, una vez recogidas, ¿qué hacer con ellas?... ¿Acaso un brebaje?... Tendría que informarse lo mejor posible:

...Quien quiera tener una visión durante el sueño o una revelación, ha de bañarse siete días seguidos en una bañera con agua tibia, en la que habrá echado, previamente,  una infusión de amapolas sobre la que habrá rezado está oración: "Padre amoroso, sea tu santa voluntad revelarme lo que deseo saber por medio de un sueño, así como a menudo revelaste por sueños la suerte a nuestros predecesores. Concédeme esta petición por la gloria de tu santo nombre"..., había guardado esta información, leída en una de las tantas páginas web buscadas. Había, además, leído que la amapola es flor de la luna. Él recogería, pues, tantas amapolas como fuese necesario. Y de sus poderes mágicos, construiría su enorme sueño personal. Así, cuando el sol salió, el anónimo andante de viejos caminos calzó sus zapatillas verdes y se fue a conquistar lo que Dios creó.

A lo lejos, en medio del prado, un cordel de agua indicaba la dirección correcta, aquella que le llevaría al sitio donde más crecían las lunáticas flores. El campo perfumaba de verano naciente. Y como era domingo, la gente dormía la resaca del sábado y en la ciudad reinaba un silencio no del todo terrenal. La hierba, recién regada de noche, estaba completamente mojada.

       Atravesó el estrecho puente de madera, cruzó el río y llegó al lugar donde dormitaban las dueñas del campo. Fuertes y, al mismo tiempo, frágiles (como si fuesen de papel), se erguían sobre la hierba. Eran pinceladas  granate matizando aquel paisaje. Y el caminante pensó que, quizás, fuesen prendas con demasiado lujo para su taller de sueños. No obstante, las cortó... (doce, quince, veinte...), para llevarlas. Las depositó en un saco de yute. Y dándose la vuelta, buscó de nuevo el puente... pero sin verlo ahí, donde antes estaba... Sin saber en qué punto del camino se había escondido aquella rústica armazón de troncos, nudo en su paso de regreso al hogar. También el río había desaparecido, así, como por arte de magia. Y ahora, en su lugar, se abría un abismo, tan ancho como la entrada al Hades.

      Ya no era muy joven. Y estaba cansado. Y sin río y sin puente, de nada le valdría su afán de retornar. Tenía, sin embargo, aquel bien preciado que había ido a buscar y llevaba en el interior de su saco de yute: las amapolas silvestres.

     Se extendió en la verde pradera. No era la primera vez en la historia del recuerdo que esto sucedía. Y sin saber cómo y por qué, le vino a la mente la figura de Er, el guerrero de Panfilia, el cual, tras morir en batalla, despertase, doce días más tarde, en la pira funeraria para contar lo visto en su viaje al más allá. 

     A este punto, cerró los ojos, con la idea de construir, de nuevo, el paisaje de regreso al hogar. Claro que, las amapolas silvestres, flores de la luna, son vanidosas. Y no permiten al caminante, así como así, profanar el sueño de la vida para entrar en  territorio de almas errantes. Menudo rollo, pues, el del viejo profanador de verdes senderos, que se atrevió a atravesar el hueco de la aguja sin conocer bien el secreto de los antiguos alquimistas, el mayor de todos: la humildad de construir un sueño, rechazando, absolutamente, la deliciosa tentación de cortarles las piernas a las hadas.

miércoles, 19 de junio de 2013

FILOSOFANDO: LOS CAMINOS DE LA EDUCACIÓN SON IMPREVISIBLES.




 

     Por Astarté.
     León, España.

    Hoy escribo sin borrador para dejar fluir mis ideas, evitando, lo más posible, precondiciones de estilo o de gramática que atenten contra su fuerza vital. En pocas palabras, intento organizar algunos enunciados, para abordar una interrogante, de esas bien llamadas "preguntas retóricas",  sin obvia pretensión de respuesta. Y creo que, de hecho, la pregunta en sí puede ya ser entendida como respuesta a una inquietud de fondo (y de superficie...):  ¿Hasta qué punto podemos batallar contra la inducción de una matriz que nos educa y manipula en la rueca del absurdo colectivo? ¿Hasta dónde podemos luchar contra los tejedores que asumen, con inteligencia previa, la misión de "otorgarnos" los parámetros del pensamiento; progenitores a gran escala; esos que menos conocemos por no ser, ni siquiera, nuestros más cercanos modelos genéticos; esos que no nos dan, ni la vida biológica, ni el pan cotidiano (aunque sí los libros en las escuelas a cambio de nuestra alma)... Esos que manejan las claves de un sistema operativo, calibrando las ganancias con un "x producto" moldeado en las redes de la psicología y la ideología sociales.

    Ojeando una página digital he encontrado, al azar, un comentario reciente (con fecha 13/06/2013) bajo el título: Problema racial vuelve a la palestra en Cuba... [1] ¿Problema racial "vuelve"...? ¿Acaso no ha estado siempre? Y yo me pregunto por qué, justamente ahora, se considera un problema "de crucial importancia" para el futuro de un país, algo que pertenece a la antropología cultural del cubano (sin sumisiones a juicios de valor). En fin, por qué se desvía la puerta de emergencias cuando la ambulancia corre a 150 kms/hora? Un país, en el cual las diferencias sociales fluyen, cotidianamente, marcadas por "la fortuna" de quien puede o no comprar leche o arroz o café... O limones... O patatas... ¿Por qué ahora "hacer chistes" a costa del color de la piel (choteo que ha pervivido en la piel del cubano por enteras generaciones) deviene debate a nivel nacional?... ¿Es que, en Cuba, negros y blancos no están bajo la acción de la misma mano prodigiosa que eleva al rango de "diferentes" a los que no sepan cómo hacer para sobrevivir al desastre diario? En fin, queridos lectores, que no logro muy bien organizar ideas claras y distintas que me den luz para salir de mi estupefacción. En la historia de Emilio y su tutor, Rosseau proponía un sistema educativo que permitiese al "hombre natural" convivir con una sociedad corrupta. Y bien: los caminos de la educación son imprevisibles y, por encima de todo, necesarios para, al menos, permitirnos evadir la idea de muerte. Nada más que agregar.



[1] http://periodistas-es.com/el-tema-racial-vuelve-a-la-palestra-en-cuba-8113?utm_source=rss&utm_medium=rss&utm_campaign=el-tema-racial-vuelve-a-la-palestra-en-cuba&utm_source=twitterfeed&utm_medium=facebook

lunes, 17 de junio de 2013

PÁGINAS DE UN DIARIO: EL SILENCIO.




Por Astarté.
León, España.


Hoy, para variar, abro de nuevo el pensamiento a la inútil contemplación de mi propia imagen, de frente a un espejo atiborrado de gotas de agua que lo empañan. Y nada veo de extraño, a no ser a mí misma, corriendo sin brújula por un laberinto de ideas que me atrae y, raramente, me abandona (excepto en aquellos escasos instantes de extraña lucidez). Luego, lentamente, mi silueta se expande. Logra traspasar las fronteras del Totum para abandonarse en el océano del Quantum...  Mientras tanto, intento no abusar de frases o enunciados que harían de mí, para variar, un ser al margen de los otros. Difícil juego éste de tirar canicas cargadas de humo al centro del tablero. Y recogerlas, de nuevo, huecas. Como la palabra.

sábado, 8 de junio de 2013

LOS AMIGOS.





Por Astarté.
León, España.


     Esto son los amigos: una serie especial en el mar del afecto. Son aquellos que, raras veces, van con nosotros a comprar el pan. En ocasiones, desprecian nuestro modo de vida,  para vivir, sin saberlo, vidas paralelas. Algunos, entre ellos, llegan a cambiar de barrio, ciudad o pasaporte, pero nada nos dicen (por aquello de cumplir con la vieja  tradición del silencio).  Puede ser que, cierta vez, nos engañen o nos mientan. Y que, por razones de ego, premien nuestra más absoluta confianza con laureles de adorables traiciones. O que, con frecuencia, nos envidien por minúsculos logros, sin dejar, claro está, de coronar  con las perlas del “sano altruismo” el clímax de nuestros peores reveses. Podrían, ¿por qué no?, olvidar la fecha de nuestro cumpleaños, no obstante lleven con precisión el cálculo exacto de los años que hemos cumplido. Estando lejos, llegarían hasta a olvidarnos. Estando cerca; a borrarnos por completo de la mente. Saben que, en el instante preciso, allí nos tendrán, por siempre, al alcance de sus más lúcidos sueños. Ostentan de cuán triste llevan la vida, ocultando, a tientas, felices datos en sus cuentas bancarias. Nos brindan ayuda incondicional sin quitar, por supuesto, la posibilidad de fallos o imprevistos. Ríen y beben a nuestra salud en los bares. Nos envían flores al tanatorio cuando fallece un pariente...

     No pueden, sin embargo, cargar con  nuestras deudas, ni tampoco alzar la piedra que llevamos sobre la espalda. No cuentan, ni contarán con las facultades requeridas para tocar el cielo de ideas que, por condición personal, nos pertenece. Y aunque sean sustancia esencial en el maremagno de nuestras emociones, no podrán jamás llegar a vivirlas. No amarán por nosotros. Ni morirán en nuestras angustias, errores o miedos. De tanto en tanto, no dejarán abiertas sus casas, aunque nos hayan prestado la llave. De vez en vez, callarán lo que piensan, ocultándonos  todo lo que saben... Y qué le vamos a hacer, si somos así los amigos: Constantes,  exiguos. Y extrañamente fieles.

jueves, 6 de junio de 2013

Agradecimiento a los lectores de LOS DÍAS DE VENUS EN LA TIERRA.

   


     Algunos meses han pasado ya desde que reabrí mi blog, anteriormente conocido como Yo vengo de todas partes. El mismo, un año atrás, fue "agredido" por la voluntad de uno de esos mal-intencionados hackers, enemigos de la libre condición personal de tener un espacio abierto en el cyber-espacio. La obra, sin embargo, es siempre más rica que la destrucción. Gracias a esta ley, crecemos y evolucionamos.

  Hoy vuelvo a contar en mis páginas con la participación de vosotros, viejos y nuevos lectores. Y deseo, como lo hice en mi viejo blog, agradeceros el aliento que me ofrecéis cuando, al mirar las estadísticas, constato la comunicación con muchos lugares de este fértil planeta de ideas llamado Tierra. 

  Gracias a todos. Mi café sigue esperando por vuestra visita.

martes, 4 de junio de 2013

LOS MAESTROS NOS HABLAN: UN BLOG DE INTERÉS HUMANO EN LOS ESTUDIOS DE LA CONCIENCIA.

LOS MAESTROS NOS HABLAN: 

  Tengo el gusto de presentar en mi blog un "salón de lectura" y de participación para quienes encuentren interés en los estudios de conciencia. Martha Rosenthal, venezolana, profesora y consultora del área "paranormal", es fundadora del CEINPLA, escuela donde dicta el curso "La Formación para Líderes Planetarios".  Personalmente, admiro su labor, no sólo por su empeño en enviarnos mensajes que "despiertan" nuestra curiosidad hacia campos más amplios del conocimiento humano, sino también por continuar adelante con su obra, aún cuando las condiciones de contradicción social y política que en la actualidad atraviesa su país tienden a exigir de su labor redoblamiento y máxima potenciación.

  Espero que los lectores de LOS DÍAS DE VENUS EN LA TIERRA encuentren, en las páginas de este blog, motivos para la reflexión e interesantes orientaciones personales. Somos parte de un universo, tan nuestro, como tan ajeno a lo que entendemos ser el centro de nuestra cotidianidad. Démonos, pues, la oportunidad de ser inmortales también a la hora de comer el pan nuestro de cada día.

Martha Rosenthal Barsky

ESCRITORA. ESPECIALISTA EN PARANORMALIDAD

Confesiones de Astarté a sus lectores: Lo que callan los gatos al mirar el tiempo.





Por Astarté.
León, España.


Mi amigo miró hacia el pasado y vio tierra. Y aunque la tierra es símbolo de fertilidad, creyó haber visto sólo polvo de color ocre; seco y arcilloso. Aquella mañana me llamó para comentarme su árida visión. ¡Y yo qué sé de visiones!, le dije, por aquello de no comprometerme, en ningún caso, a desvelar  hambrientos fantasmas en el huerto de mi amigo. No le conté, sin embargo, que también yo, a veces, cierro los ojos y veo tierra en el pasado, como si lo vivido fuese no más que polvo y sequedad. Y que, en ocasiones (y para no aburrirme en el presente), echo un vistazo al futuro y no veo, ni siquiera, tierra (sólo sombras). Tampoco confesé a mi amigo que, cada día, al percibir mi pueril debilidad, malgastando ideas riego a tope un cruel, pero reconfortante concepto pesimista de la vida. Como tampoco le dije que, a menudo, mis ideas caen, desproporcionadamente, del cántaro de la reflexión sobre la tierra seca y las sombras. Es cierto:  nunca digo a mis amigos todo lo que veo. Sin embargo, mi gata, criatura peluda y llena de manías, biológicamente organizada para saborear su pienso y dormitar a ratos,  me mira. Y, quizás, buscando en mi perfil una visión del tiempo, aunque no me cuenta lo que ve,  me regala una mirada limpia y simple, mucho más armoniosa que la mía. 


Maly, nuestra gata.


Tras pensar en todo ello, creí que era menester decirle a mi amigo, tan preocupado en su visión del tiempo, que los gatos son felices. Y tomé el teléfono. Pero escuché, solamente, en el vacío de la línea, un eco. Es más; a decir verdad, no era un eco, sino algo así como una música distante. Y pensé que, “para variar”, mi visión del tiempo seguía controlada desde el centro del sistema matriz que nos mueve. Y colgué.

Me fui al salón y me tendí en mi cómodo diván, esta vez sin cerrar los ojos. Y volví a mirar hacia el pasado, tratando de encontrar lo que yace bajo el ocre de la tierra seca. ¿Y sabéis qué vi?... Pues... ¡oro!... ¡Vi oro! Monedas brillantes, de un espléndido amarillo-sol; metamorfosis del ocre. Y luego, sin cerrar los ojos, me transporté al futuro. ¿Y sabéis lo que vi?... Pues, una verde pradera, muy quieta, en la cual el viento mecía, suavemente, la hierba. Y de la combinación del amarillo y el verde surgió el azul. Y entonces vi, ¡por fin!, el cielo. Intenso e ilimitado. No recuerdo nada más. Estaría profundamente dormida. O, tal vez, yacería ronroneando por cualquier rincón.