Nota de la autora: Narrar lo imperceptible de los días que pasan... Porque los días se suceden unos a otros y no nos damos cuenta de que la sucesión es el único camino del tiempo que viaja "hacia delante", la dimensión de Cronos traducida en crónicas por parte de Nuria Viuda García, prolífica escritora de nuestra ciudad de León. Hoy tengo el placer de dar a conocer a los lectores de "Los días de Venus en la Tierra" el modo sutil en el que nuestra autora percibe lo imperceptible del frío diciembre: el blanco-azul cubriendo el amarillo-rojo de la luz solar en un cuadro cotidiano, la memoria de la niñez bajo los copos de nieve y tanta belleza, que por sus condiciones extremas a veces nos resulta hostil.
Aquí, sin más, os dejo su artículo Empezamos Diciembre, recientemente publicado en la revista digital La charca literaria.
(Rosa Marina González-Quevedo)
Paisaje con nieve y caballos, Robert Duncan (1952, Salt Lake City, Utah, Estados Unidos) |
Diciembre
Nuria Viuda Crónica de los días que pasan 01-12-2016
En diciembre el mundo juega maliciosamente a tantear los bordes del espacio, buscando un mástil donde asirse, al despertar el alba desnuda de porqués. Desprevenido y cómico bombea el día su extensión-nenúfar.
Se avecina un sufrido invierno enumerando pasos en la nieve, pasos pequeños, capaces de recorrer cien millas en un intervalo de cinco minutos y regresar al punto de partida, como niños que se alejan pero de los que jamás se pierde la referencia. Puntos negros allá en el horizonte, que se extiende ante los ojos, semejante a una lengua inmensa y blanca que lame el paisaje hasta donde alcanza la mirada, cegándola de luz y plato.
La nieve posee esa gran capacidad de descifrar al instante los colores y convertirlos en tragedia.
¿Acaso no resulta trágica una camiseta azul hecha jirones, un caramelo de menta recién mordisqueado, una gota de sangre, una moneda extraviada; allí esparcidos y condenados a la desaparición; diluyéndose con cada copo en territorio níveo?
En contraposición no existe nada tan hermoso como observar un alce hundiendo sus cuatro patas al unísono en nieve virgen; puntos negros en procesión concéntrica. Ni nada más tremendo que una tarde de diciembre pidiendo auxilio, sepultada por la inminente oscuridad que la transmuta en noche prematura, engullendo de un modo salvaje su condición de tregua.
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