PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




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viernes, 26 de septiembre de 2014

Metamorfosis.

Por Astarté.
León, España.


El negro para fiestas, el verde para los domingos, el rojo para Navidad. Y el azul... El azul para qué...  En fin, el armario abarrotado. Vestidos, pieles de armiño, quimonos de seda, bufandas de lana. Y en el cofre,  joyas de valor y también bisutería barata, de todo un poco. Tenía, además, muchos zapatos: de tacones muy altos para la noche, zapatillas para el hogar, sandalias veraniegas, botines de piel...Y también tantos bolsos, ¡cuántos de ellos!... Y en el tocador, maquillaje, perfumes, pañuelos...Y luego, la casa: en el salón, un sofá de gamuza, irresistible, con cojines. Y tumbonas de mimbre rodeadas de plantas exóticas; equipos electrónicos, porcelanas, alfombras, cuadros, espejos... Y en la alacena de la cocina, conservas, golosinas, frutas, néctares. Y en la biblioteca, libros y más libros. Una vida llena. Lo difícil de aceptar era aquello de los huecos en la mente. Sí. Porque tenía baches en el pensamiento que le impedían viajar al pasado, coordinar el presente y  proyectar el futuro. Y bien, centrémonos en el presente: Vamos a ver, estaba como ausente. Era como si el presente se vistiera de negro para ir al supermercado o se pusiera la piel de armiño para freír huevos. Por ello, el pasado y el futuro se declaraban en bancarrota total. Ni siquiera, los recuerdos la llenaban de emociones porque no existían. Recuerdos, anhelos, sueños, metas, todo eso era materia succionada por los huecos del espacio de su mente.



Un buen día tocaron a su puerta. Abrió. Y no era nadie al parecer. Pero sintió que una mole de energía le empujaba hacia atrás y entraba en su casa. Luego, vio que una parte del sofá se hundía (algo se había sentado en él). Preguntó que quién era. No obtuvo respuesta. No obstante, sintió que alguien colaba café el la cocina. Que se servía una taza y tomaba. Y el aroma del café despertó a una mariposa, de esas nocturnas, que había quedado dormida en un rincón del techo. El insecto, revoloteando, salió por la ventana y se perdió en el azul. Mientras tanto, la mole de energía había abierto la alacena y estaba despachándose de lo lindo (había encontrado la mermelada de frambuesas, la preferida...). Y casi al instante, saltaba la música desde el lector CD del salón. ¿Poltergeist? Lo más probable. Lo cierto es que el miedo, contenido por tanto tiempo, camuflado bajo los efectos de la posesión y el poder, afloró. Y cojines, alfombras y cuadros comenzaron a levitar, colándose a través de los huecos de su mente e yendo no se sabe a dónde, a algún punto del espacio exterior. Y también las joyas, y los trajes y zapatos. Y las pieles de armiño y todo lo demás. En fin, que de buenas a primeras, percibió un sitio vacío e invadido por la fuerza del miedo y por aquella mole extra-sensorial. Era, quién sabe, el vacío total volcándose desde el interior de su mente hacia el presente. Pero bueno, al menos, algo sentía. Quiero decir, miedo. A partir de entonces, no le quedaba otra alternativa que la de convivir con él en paz. Por supuesto, nadie le creyó aquella historia del vuelo. Cuando entraron los de la policía local, se limitaron a tomar nota de los “presuntos” hechos ocurridos en aquel sitio: Suicido. O probable homicidio. Sobre la alfombra del salón había sido hallado el cuerpo de un ser alado y cubierto de pequeñas escamas, las cuales, al tocarlas, se convertían en un polvo muy sutil. Tal vez, había sucedido la metamorfosis de un sueño. Bueno, en ciertas ocasiones es difícil regresar y corremos el riesgo de quedar allí, afuera. Revoloteando en el azul.

lunes, 10 de marzo de 2014

Filosofando: Un viaje inverso hacia el reino de Imago.



Por Astarté.
León, España.


Recientemente, Neo Club ediciones ha publicado Viaje inverso hacia el reino de Imago. Su autor es Manuel Gayol Mecías, viejo compañero de tantos viajes y batallas, cuando emprendíamos, en nuestro andar cotidiano, la peregrinación poética de los marginados (ingenuos) en la Isla de Cuba. Y bien, en su libro Manuel ha reunido pensamiento y obra de siete escritores, los cuales, de una forma u otra, con mayor o menor reconocimiento y celebridad literaria, han reflexionado sobre metafísica, poesía y trascendencia de la conciencia humana. Hoy me complace ver mi nombre entre estos siete autores. Es más, estoy satisfecha de verme, tal vez en modo inmerecido, junto a pensadores cubanos que han dedicado buena parte de sus vidas y quehacer literario a la maravillosa faena de CREAR. Por supuesto, la publicación de Viaje inverso hacia el reino Imago no podía quedar a oscuras en el blog de Astarté. Doy, por tanto, las gracias a Manuel Gayol por haberse detenido, con pasión, en las páginas de mi ensayo De la luz y sus contrastes. El aura de la soledad[1] para hacer nacer de ella su Epístola Virtual a Rosa Marina González-Quevedo, incluida en Viaje inverso hacia el reino de Imago.

Leyendo Viaje inverso hacia el reino de Imago he reconocido que mis ideas esbozadas en el mencionado ensayo no fueron (y no son, ni mucho menos) fruto de algún estado de alucinación personal. Nada de eso. Claro, tenía que existir una prueba, ante los ojos incrédulos de esta servidora, de que no fantaseaba. Propongo, pues, a mis lectores, que se abandonen en los brazos de la paciencia y lean, en breves, lo nuevo que he descubierto tras la lectura de Viaje inverso... Veamos quién gana: si la locura del saber o el coraje de la poesía. O ambos (esto último es lo más probable)... Muchas gracias.

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UN VIAJE A UNIVERSOS PARALELOS: EL VIAJE DEL POETA.

Como afirmo en renglones anteriores, hace ya algunos años escribí el ensayo De la luz y sus contrastes. El aura de la soledad, inspirada, ante todo, por el insaciable apetito de viajar que me caracteriza. ¿Snobismo de mi parte? Todos tenemos la posibilidad de viajar y, de hecho, todos viajamos (aun sin tener los suficientes recursos para hacerlo). Hay viajes geográficos que cuestan mucho dinero; hay otros más económicos. Hay viajes que requieren un mínimo de preparación. Hay otros qu no se preparan, por ejemplo, los que realizamos mentalmente a través de la memoria (el recuerdo de lugares lejanos y de tiempos pasados) y de la imaginación. Y hay otros viajes cuya realización prescinde de todo lo dicho anteriormente. Me refiero a los llamados “viajes astrales” o “viajes del aura” o del alma: Estos nos conducen a universos paralelos, a planos o dimensiones que no son las que conocemos a través de los sentidos y la razón, sino, sobre todo, a través del sueño. Y bien, es así que todos viajamos. Es más, podemos ser diferentes en cuanto a pensamiento, ideología, cultura, sensibilidad, experiencias, etc. Hay, sin embargo, algo que nos iguala a todos los seres humanos: el viaje que realizamos a través del sueño. ¿Me equivoco? Puede ser.

¿Hacia dónde viajamos en sueños? Pues bien, diríamos que nos transportamos a planos que coexisten con la realidad físico-cronológica conocida como Historia, desde el instante en el que nuestro cuerpo físico deja escapar, por breve espacio y a corto plazo, el cuerpo astral o alma. ¿A dónde va el alma? Pues, eso ni ella misma lo podría anunciar, en caso que el alma hablase. En sus viajes astrales, el alma conoce, vive, experimenta, re-conoce... Y luego, tras explorar y experimentar, regresa a “encajar” en ese cuerpo orgánico que quedó quieto, en reposo, bajo la cortina del sueño. Luego, la mente podrá hacer ejercicios de memoria para tratar de recordar lo que el alma aprendió y aprehendió en su viaje por otro universo paralelo. Pero, ¿podremos recordar todo lo soñado? Bien sabemos que no. Bien sabemos que, en muchas ocasiones, no podemos, ni siquiera, decir si hemos soñado o no. Pero aún así, nuestra alma ha traído consigo nuevas vivencias.

Hoy reconozco que al escribir De la luz y sus contrastes... no hice otra cosa que describir mi viaje personal, que es, en fin, el viaje del poeta. Resumo, brevemente, las ideas principales de lo que escribí en este ensayo: El poeta o creador de metáforas, desde su espacio histórico, penetra a través de un punto de inversión dimensional (una especie de “agujero de gusano” o “agujero negro”) al cual llamo “ojo de la aguja”. ¿Y dónde entra el alma a través de este agujero? Pues, entra el un universo “inverso” al histórico: el reino o mundo de Imago (plano de lo imaginario). Propongo este esquema para ilustrar la idea de la inversión dimensional  Historia-Imago, cual conos inversos: 

      

Un evento en un cono de luz temporal, según el Principio de Causalidad (Véase http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_la_relatividad_especial)


He llamado, metafóricamente hablando, “ojo de la aguja”  a ese punto o agujero de inversión dimensional. Y lo hecho así a fin de establecer un símil entre el alma del poeta y el hilo que usa un sastre para ensartar la aguja con la que cose. El hilo es lo que mantiene unidos Historia e Imago. Y bien, igual que el hilo del sastre, el alma del poeta pasa a través del “ojo de la guja” para llegar a esa otra dimensión, inversamente proporcional y coexistente, donde le aguardan las imágenes cuales estatuas de sal, dormidas. Así, de un plumazo, el poeta toca las imágenes, las despierta y las trae consigo al mundo de la Historia en forma de imágenes poéticas. Entonces, ¿no es, acaso, el viaje del poeta hacia el reino de Imago el mismo viaje del alma en sueños?

Todos somos poetas (todos creamos). Todos soñamos (la danza onírica mientras dormimos).  Todos realizamos viajes astrales, lo sepamos o no, recordemos o no. Claro, hay poetas que no regresan del todo de sus viajes por el mundo de imágenes. Y estos son los grandes creadores:

Independientemente de ello reconozco que hay poetas (creadores, artistas) que alguna vez hicieron su primer viaje a Imago y no regresaron. Se mantuvieron en su condición – preestablecida por su propio destino de vida – de poeta en Imago, o poeta de la contemplación...[2]

Pienso, no sé por qué... Pienso en Pitágoras, Platón, Mozart, Dalí, Shakespeare, Walt Whitman, T. S. Eliot, Calderón de la Barca, Teilhard de Chardin, Lezama Lima... Pienso en nombres como estos y como tantos que quedaron en el reino de los iniciados. Son los grandes creadores. En fin, hay poetas cuya alma es eterna peregrina a través del universo, lo cual explica, pienso, la universalidad de su obra.



[1] Rosa Marina González-Quevedo, De la luz y sus contrastes. El aura de la soledad, en Metanoia, São Pablo, Universidad de São Joao del Rey, No. 5.
[2] Manuel Gayol Mecías, Viaje inverso al reino de Imago, Neo Club ediciones, 2013, pp.18.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Mientras duermo.

 









Por Astarté.
León, España.

Éramos pocos los allí presentes: mi libro de historias de la selva, el viejo tocadiscos de plato, mi perro y yo... ¡Ah, sí!... Olvidaba mi muñeca preferida, que no era la más guapa de todas, pero sí la que más quería. ¿Qué hice de ella?... ¡Bah! No tengo idea. Uno se aleja. Sí. Uno se aleja de todo y de todos. Y mientras nos alejamos, vamos tocando con el corazón nuevas fronteras. ¿O me equivoco? El corazón va delante de los pies, abriéndose paso en la estrechez del día a día. Y la memoria, esa que a veces llamamos “decrepitud del alma” (porque sí, porque somos conscientes de su tendencia a tejer recuerdos del pasado...) queda prisionera en el cajón de la locura; cabizbaja, pensativa... La memoria... Sin embargo (y pasando revista a los aquí presentes), seguimos siendo pocos: mi libro de cuentas, la televisión, los pájaros del tejado del vecino y yo... ¡Ahhhhh! Y mis gafas de sol, que no son “Armani”, pero son buenas igual. ¿Qué hice del sombrero de ala ancha que cubría mi frente en el surco de tantas profesiones inconclusas?... ¡Bah! Ni tengo idea, ni me importa. Uno se acostumbra a las inclemencias. Sí. Uno se acostumbra al frío y al calor y a las tormentas y a todo. Y mientras aceptamos el inevitable rasponazo del conocimiento (saber cosas araña la piel y de qué manera...), seguimos arando la tierra sin llevar un sombrero que nos cubra, a fin de recoger frutos en árboles plantados a lo largo de la historia. ¿O me equivoco? La voluntad va delante de la frente en la cosecha del día a día. Y la fuerza, esa que nos llega del vientre, esa que a veces llamamos “supervivencia del espíritu” (porque sí, porque somos conscientes de la energía que reporta), sigue regando el entero territorio de nuestras mejores esperanzas; impetuosa, corajuda... La fuerza... Y entonces, para resumir y darle algún sentido a esta maraña de alucinaciones, te confieso, querido sueño, que estoy probando seriamente a sumar fuerza y memoria. Y lo hago para no perderme mientras duermo, para no escapar de mi cuerpo sin dejar un hilo que me guíe a mi regreso. O, tal vez, para no dejar de poseerme del todo en el persistente afán de trascender. Pues no sé aún cómo hacer para dilatar, a mis anchas, el camino del tiempo.

martes, 15 de enero de 2013

HASTA QUE TE HARTES...





Por Astarté.
León, España.


   El colchón levantado y la ventana abierta. Te levantas y quieres arreglar el cuarto. Y todo porque quieres y basta. Pero los cuartos no tienen arreglo. Y tú, Maricusa, caliéntame un poco de café y no barras más la casa, que las casas tampoco tienen arreglo. Ven y pásame la mano por la espalda, tócame las piernas. Juega conmigo, Maricusa. Y tráeme un poco de café, anda...  No sigas jodiendo con eso de limpiar el baño, que los baños no tienen arreglo. Mira niña, mejor quítate el ropón. ¡Quítatelo! Y también las braguitas para verte el coño cuando me despierte. Y deja la escoba y la ropa sucia, Maricusa. Que la ropa no tiene arreglo. Ve al salón y tráeme el cenicero, que quiero fumar con el café. Date prisa, por favor. Y deja las zapatillas allí.  Ven descalza, que quiero verte simple, Maricusa. Yo te haré gozar hasta que te hartes. Y si no te hartas, te haré gozar hasta que quieras hartarte. Y si no quieres hartarte, te haré gozar hasta que me harte. No me hagas esperar, ¡ven ya! Y deja de dar vueltas y más vueltas por todas partes. Que tu puesto está aquí, Maricusa, contigo misma, conmigo, con lo unidas que estamos cuando comprendemos que no existe otro espacio que no sea el propio trillo matinal en este perfecto recorrido astral hacia el centro del orgasmo. Te veo. Me veo. Y soy feliz.