Por Astarté.
León, España.
Dicen que las guerras son las principales protagonistas de la historia.
Quizás así sea. No cabe dudas que muchos episodios, de los cuales la humanidad
puede retenerse hija, están relacionados con grandes y pequeňas batallas. Si
vemos bien, la dialéctica del marxismo puso al centro de sus leyes esa de la
unidad y lucha de elementos contrarios... Sin contradicción, la espiral llamada
“desarrollo” no sería concebible... Solamente polos contrarios pueden generar
la energía y todo lo demás que ya sabemos... ¡Pero las guerras no me gustan! “Guerra”
me parecen un concepto detestable y hasta arcaico. Un día, por ejemplo, mis
vecinos se fajaron a matarse. Eran las diez y media y el barrio ronroneaba aún
bajo los efectos de la brisa matutina. La cortina de gasa se mecía, lentamente,
a contraluz. Y el aroma del café embraigaba mi cocina bajo la cálida sonata del
silencio, entre helechos y húmedas paredes. Entonces, todo aquello se rompió
con los gritos de Manuela...
Luego, llegaron los demás, a ver qué sucedía... Y la sacaron con la
cabeza rota, sangrante. Él, nervioso, temblaba. Se lo llevaron para la estación
de policía y lo soltaron a las dos horas. La hija vino de la escuela y encontró
la casa repleta de vecindario. No sé por qué el verano enciende el fuego en las
mejores familias... Las guerras no me gustan, repito. El aňo pasado gané un
concurso de poesía, en el que también entraba en contienda una vieja amiga. Y
ella, desde entonces, no me habla. La envidia genera conflictos de intereses;
eso es algo que sabemos bien... Y la amistad, sentimiento de altos vuelos,
acaba esfumándose como el humo en medio de un vendaval. Traté de explicarle que
una mierda de concurso, que no daba ni dinero ni grandes glorias, no podía ser
la causa de una ruptura del género. Pero ella, usando en mi contra celos de la
infancia, se alejó de mí, proclamándose desde entonces como mi mayor enemiga. Igual,
más o menos, me sucedió en la oficina con mi jefe. Claro, eso fue por razones
de molestia sexual...
Fue en tiempo de guerra cuando regresaste de tu largo viaje. Estabas
lleno de ilusiones. Tus ojos tenían un brillo nuevo que anunciaba el final de
nuestro idilio. Y te fuiste esa misma madrugada... Al día siguiente, el jarrón
del mueble del hall, recuerdo de
papá, cayó al suelo haciéndose aňicos... Era como si un fantasma me anunciara
que un período de grandes batallas estaba por cerrar su ciclo. Y así fue. La
paz sobrevino de golpe y llenó el corredor de humedad y silencio. Demasiado
silencio...
Hoy mis vecinos no viven ahí, donde antes. Se mudaron. Y se llevaron
hasta la cotorra que repetía improperios día y noche. Ya no tengo amigos, ni
tampoco jefe. Ahora me dedico a cuidarme de esos que se llaman “enemigos”. Y
evitando contactos demasiado estrechos apenas salgo de mi casa. Y tú, desde que
te fuiste, te llevaste la llave de mi pensamiento. No te he vuelto e ver. Dicen
que las guerras son las principales protagonistas de la historia y puede que
así sea... Yo amo la paz pero... ¡Coňo!, ¿por qué tanto silencio? ¿Será que
para ser un ángel hay que estar a la sombra del maldito recuerdo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario