Por Astarté.
León, España.
Why was he down here,
from their coral palaces,
pope-headed turtles
asked him, waving their paddles
crusted with rings,
nudged by curious porpoises
with black friendly
skins. Why? Asked the glass sea-horses,
curling like
questions. What on earth had he come for,
when he had a good
life up there? The sea-mosses
shook their beards
angrily, like submarine cedars,
while he trod the dark
water. Wasn’t love worth more
than the coins of
light pouring from the galleon’s doors?
Derek Walcott, Omeros, Chapter VIII, II.
Grandes monumentos que la Historia (con mayúscula) donó al "Viejo Mundo", muchos de ellos,
construidos con el oro y las piedras del
"Nuevo", son la imagen de lo que cada día me hace sentir como el Achille de Walcott en medio del mar. Un
ser foráneo, anti-héroe de su propio destino, carente de la magestuosidad de
los grandes palacios renacentistas y de los templos medievales. De todas formas,
te amo, Europa, aunque no sé bien por qué. Tal vez, porque mi reino es para ti
del todo insondable: del mar, profundo e infinito, nadie ha tocado su misterio.
Y tú bucanero, explorador de nuestras costas, no llegarás nunca a sus confines.
Allí, en el reino del silencio, donde cabalgan las ostras en rocines de cristal,
duermen nuestros monumentos, nuestros muertos, nuestra historia escrita en minúscula;
es decir, aquella que no ha sido el fruto de grandes guerras entre sólidas
potencias. Al contrario, verás, solamente, la quietud de El Caribe, navegando
en la canoa que un día de abril constuyera el abuelo, desgarrando el tronco de
un roble caído. Sumerge el remo,
pescador, y rema con la piel rajada por el sol para que aprendas del sabor
salino que no aceptas más que como buen turista. Ve a buscar los peces para el
fuego.
Y bien, hasta aquì, no he hecho otra cosa que repetir a Walcott.
Lo repito y lo amo. Mas, de ahora en adelante, hablaré de lo que existe en el
fondo de nuestro pequeňo océano, en esa parte que no llega a tocar la categoría
de los monumentos construidos con el mármol de Carrara. Y es que, entre una
isla en forma de caimán y una península fálica, hay innumerables galeones, mal
hechos con pedazos de cualquier material flotante. Preguntad, pues, a nuestros
balseros, cuántos sueňos, piernas destrozadas, muerte y vida hay en ese charco.
Y sobre todo, cuánto amor, extraordinario y breve, que no dura mucho más que la
fuerza de la que ha nacido, pero que es sólido, como el bronce de tus
monumentos. Y si te fijas bien, bucanero, los pétreos monumentos que en nuestra
tierra existen están todos de frente al mar, como en son de espera. Fortines y murallas,
puentes levadizos que abren y cierran el paso de los hijos del caimán hacia el
estrecho, florido y anhelado. Estatuas que miran también al mar; ídolos
totémicos para defendernos del extraňo mundo planetario...
Y yo... ¿Dónde está la estirpe que me une a los impávidos ojos del Achille de Walcott en el fondo de mi
mar? Desde el centro de Europa difícil es creer en cosas simples, en la humedad
del mes de diciembre, o en los huracanes tropicales. Todo aquí parece haber
sido construido antes de la evolución del Neanderthal;
una gran leyenda, lenta y prolongada en etapas, exquisitamente resumida en
textos universales a los que faltan las páginas de nuestros aborígenes. ¡Pero
qué bello este Tevere de los
romanos!... ¡Qué espléndido el Arno
con su Ponte Vechhio, que parece
haber sido extraido de un libro de fábulas, leídas a Corte!... Y qué decir de
la Venecia novelesca, con su carnaval de rígidas figuras, de impecables máscaras
que no mueven la cintura, pues no saben bailar la salsa... (ni falta que les hace, claro está...). Visto así el
mundo, con desconsoladas pupilas que aňoran el terruňo (aunque busquen el
océano), os puedo decir que tengo grandes esperanzas en el fin de nuestra
historia americana. Seremos reivindicados, sin dudas, no obstante ello no le
importe a nadie. ¿Por qué perder el tiempo hablando de Achille (el hombre antillano)? Porque sin él, querido Homero, poeta legendario, no hubieras
podido haber contado lo mejor de la guerra de Troya:
Why waste lines on Achille, a shade on the sea-floor?
Because strong as self-healing coral, a quiet culture
is branching from the white ribs of each ancestor,
deeper than it seems on the surface; slowly but sure,
it will change us with the fluent sculpture of Time,
it will grip like the polyp, soldered by the slime
of the sea-slug. Below him, a parodic architecture
re-erected the earth’s crusted columns, its porous
temples…[1]
Por todo eso, y por mucho más, te amo, querida Europa. Y aunque mis
monumentos están en el fondo de ese mar que no comprendes, te juro que seré
fiel a la rigidez de tus castillos. Yacientes en medio de un espacio viciado
por el humo de tantas inútiles batallas, de las cuales Achille no entiende, ni siquiera, un ápice.
No hay comentarios:
Publicar un comentario