Mi vanidad nació junto a mi memoria. Y olvidando a mi memoria, di un
nombre a mi vanidad, por si acaso algún día quería irse de mi lado a caminar
por esos sitios de Dios. Al menos, los que la viesen pasar por ahí podrían
reconocerla. El caso es que salió, al parecer, una tarde sin mí. Y al volver a
casa se sentó de frente al mar, apoyada en la ventana del salón, con un trozo
de encaje entre sus manos. Y me dijo: Me
gusta el color rosa. Es de niñas. Y mi vestido tiene que llevar lazos y
cordones. Como una cortina. Y
allí quedó. Atrapada para siempre. Como mi memoria.
PALABRAS A MIS LECTORES
ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.
EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.
lunes, 17 de diciembre de 2012
viernes, 14 de diciembre de 2012
Una ciudad: el vacío en el espacio del tiempo.
Por Astarté.
León, España.
Diciembre de 2011. Entre luces y sombras, como enjambre de plasticidad, la bella Budapest
giraba en la plenitud de sus espacios vacíos, esos que no dan prisa a los ojos
del caminante. Sin querer, descubrí sitios de
transeúntes, al parecer, llenos de vida pero calcificados, en fin... Y todo
ello hizo que naciese en mí la necesidad de reproducir mis impresiones más
chocantes, por eso del revivir lo extraño que no llegamos a alcanzar jamás sensorialmente.
Quiero describir, entonces, una ciudad raramente húmeda, con calles medio
vacías en días de fiesta y la soledad de dimensiones otrora espléndidas, pero
hoy cargadas del taedium de agresivos
visitantes que nada piden, porque nada quieren. Quiero decir que vi jóvenes
sedientos de conquistas (esas no alternativas a la realidad del consumo), perdidos
en una cierta obsesión por saltar el límite de lo posible. Y ancianos repletos
de la nostalgia del viejo sistema, aquel que daba un fardo de harina a cambio
de principios escasos de ambiciones.
En fin, quiero decir que vi gente, no sólo
turistas. Los turistas pertenecemos a otra categoría que nos aparta de la complejidad
vital de las ciudades que visitamos. Quiero decir que vi, además, un caudaloso
río, artificialmente iluminado de noche, brumoso en sus días hasta decir no
más. Y que vi el paso del tiempo en la inmensidad de una iglesia, la más
visible desde Buda hasta donde llega la vista del observador, hoy dedicada a
conciertos. Pero, sobre todo, vi el halo del pasar del tiempo, desde un ya
lejano 1990 hasta el sol de hoy. Y me pregunto qué ha sido del alma de
Budapest, de sus pulsaciones más elementales, aquellas que hacían vibrar la
opulenta ciudad de las dos orillas cuando predominaba el aire de los cambios
políticos. Aquella que vi y que ahora no encuentro porque el tiempo pasa y nada
deja del ayer, a no ser recuerdos. Yo, que vengo de todas partes, que siendo
hormiga llevo mi carga a cuestas para no perecer, rindo tributo al vacío de mis propios espejismos,
resumidos, tal vez, en una búsqueda estética personalizada, no del todo
definida. Y os dejo estas fotografías, que algo dicen por sí mismas de una
ciudad de contrastes: Budapest, entre oquedades y multitud de visitantes; estos
siempre regresan a sus casas con souvenirs
y percepciones varias. La bella y enigmática Budapest, una ciudad que no sabe a dónde va. Ir y
venir por espacios de bruma y vacío: buena razón de ser. Al
final, todas las ciudades se parecen.
sábado, 8 de diciembre de 2012
Filosofando: El ejercicio de describir los deseos.
Por Astarté.
León, España.
Texto y
contexto para darle vida a una idea. Sin descripción no hay movimiento del
verbo; la acción no cobra forma; no hay reflejos.
Hoy me valgo de una breve descripción, obviamente
connotativa, para transmitir verbalmente la composición de un gran deseo: LA
VIDA. Y escribo en grande este gran deseo que me sabe a fruta dulce, a pasto
verde y a hiel; que me huele a salitre y a heno; que me arde y me acaricia y me
pincha; me deslumbra y me embelesa. A veces, sin dar ningún aviso, mi deseo se
vuelca en su propia naturaleza para proyectarme hacia una tela de araña muy
sutil. Otras veces quedo atrapada en esta proyección, entre las ramas de un
árbol lleno de bellotas, entre ardillas que suben y bajan ágilmente por el
tronco. En fin, he descrito mi deseo. Y lo importante para mí, en este caso, es
el estar conciente de quererlo describir. Eso es ya suficiente para darle
forma. Pues, como verbos, sin su descripción los deseos no se cumplen.
En una ocasión, años atrás, pedí un deseo: tener una
vida intensa, sin saber muy bien qué cosa pedía. Estaba, sin lugar a dudas,
confundida en aquel entonces, por pensar que VIDA INTENSA era una analogía del
placer. VIDA INTENSA sin embargo, además de momentos placenteros presupone el
ver derrumbarse, por ejemplo, todo lo que poseemos (o que creemos haber
poseído) sin dejarnos caer (al menos, no del todo) en los escombros-efecto de
cualquier tipo de cataclismo humano. Obra difícil ésta de no dejarnos caer,
¿verdad? Pero no imposible. Y me refiero a la intensidad que hay en la fuerza
del espíritu para sobreponerse y seguir proyectándose hacia la luz, a pesar del
sinsabor de las derrotas, o ante las traiciones (la propia, a veces...), o ante
la carencia de afecto. Que si LA VIDA fuera, como tal, obra fácil, naceríamos
sin riesgos y sin parto.
Hoy es un día
especial. El día de describir un deseo importante. Y a mis queridos lectores (a
aquellos que, furtivamente, encuentren en la red esta página y la lean “por
curiosidad”) propongo un ejercicio, muy efectivo, que es el de describir un
gran deseo: Pues bien: yo deseo un castillo... Y yo, una tarta de
chocolate... Y yo, que mi amigo sane... Y yo, escalar el Himalaya...
Probad, pues, a describir ese deseo y será cumplido. Cumplido para vuestros
sentidos, para vuestra memoria del futuro (¿existe?...). Pero
describid vuestro gran deseo. Sin olvidar que LA VIDA, escrita en mayúsculas e
intensa como es, nos hará siempre y día a día descubrir que la obra de un deseo
no está exenta de contrariedades. Como la vida misma en su absoluta intensidad.
jueves, 6 de diciembre de 2012
ALMAS EN PENA.
Por Astarté.
León, España.
Cuántas veces pasan y siguen en su danza. Giran, se deslizan, hacen
piruetas. Y si no se detienen será, tal vez, por temor a no contarnos qué hay
en los espacios donde moran. Insisten, sin embargo, en cohabitar con nuestro
espíritu entre un viaje y otro, en el universo prolongado hacia adelante. Nos
esperan en los sueños, cuando las pupilas yacen bajo cierta lámina de azogue y
estamos cansados de tanta vigilia. Y en ese trance no les hacemos preguntas (o
mejor dicho, no demasiadas, rectifico...). Llegan, permanecen, nos tocan en el
hombro, palpan las membranas de nuestro territorio privado. Refieren la
angustia que mina los ocasos paralelos al mundo en que vivimos. Corren y
escapan atravesando puertas. Nos tutean, nos sonsacan. Juegan a amedrentarnos
en medio de la soledad, lo mismo en banquetes suntuosos que en vacuos salones.
Bajan escaleras. Suben al trastero. Atraviesan la maleza de un bosque. Se alimentan en
sótanos. Se parapetan tras las cortinas. Y casi siempre descansan cuando somos
más sobrios y despiertan cuando estamos más ebrios. Nos recuerdan que hay
alternativas para la memoria y barrancos en la frontera de la racionalidad.
Fieles testigos de otras vidas. Les tememos o les odiamos por no querer
decirnos bien sus nombres y apellidos. En raras ocasiones les perseguimos. Y si
no llegamos a atraparles del todo es porque, para lograrlo, nos falta el coraje
y nos sobra el ego. Algunas de ellas, las más violentas e inconformes, nos
ponen zancadillas y nos hacen caer de bruces a los pies de nuestra propia
infancia. Atormentan, torturan, gozan de placer al sodomizar nuestro orgullo
hasta la saciedad. Y ríen al final de la escena. Nos invitan a quedarnos solos
en espacios lúgubres. Muchas nos deleitan
al tocar divinas melodías con el arpa, el violín o el piano. Otras,
dibujan su perfil en las paredes o en las losas del suelo. Con frecuencia, se
reflejan en los mismos espejos junto a nuestras siluetas, para confundirse con
la perplejidad que emanamos. Alumbran el poder de esa fantasía diluida en el
cotidiano y rancio empecinamiento del querer saberlo todo. Apagan nuestras
velas, soplando fuertes vendavales. Acarician nuestra libido y encienden el
morbo del apetito que nos fulmina. Nos lanzan hacia el verde jardín de la noche
a través de ventanas abiertas. Cierran pabellones con sus brazos, nos invitan a
morir. Las más comprensivas nos envían mensajes de ánimo ante las inevitables
derrotas humanas. Otras, nos envidian o nos celan, quizás por haberles usurpado
el territorio, el amor o la vida entera. Les llevamos por dentro; nos asechan
por fuera. Y lo peor del caso es que formamos parte de sus tristes existencias.
Lo mejor es no invocarles, digo, pues podríamos disturbar sus proyectos
inmediatos. En todo caso, más nos valdría aceptar que son eso que no son, pues
no cargan ni con culpas ni con méritos. No son ya responsables de sí mismas,
mucho menos del vestido que llevamos puesto. No usan nuestras armas, sino otras
mucho más perfectas. Desean amar, pero no encuentran la forma de hacerlo.
Entonces, pueden llegar a transmitir el delirio de la ira que a veces nos
ciega. En fin, estemos atentos ante la alucinación que provocan sus potentes
señales. Es que la vida, desde este lado del sendero, no les ha sido benévola y
tienen, a falta de amor, sed de sarcasmo. Y aunque arden en ganas de cruzar el
puente no pueden hacerlo, pues temen quedar atrapadas por las aguas. Por lo
demás, prudencia. Que somos aquellos que aún, bien o mal, pescamos a la luz de
un candil muy breve. Y el anzuelo que usamos es corto. Y nuestros pies,
descalzos. Y nuestra barca, sin velas y sin remos. Y en la danza de las
mariposas en torno al fuego cabe, por qué no, la terrible posibilidad de quemar
nuestras alas todavía sin saberlo.
jueves, 29 de noviembre de 2012
CONFESIONES DE ASTARTÉ A SUS LECTORES.
A long exposure of the Milky Way over the Mount Aiguille in the French Alps. pic.twitter.com/tUA2jQ2C
|
Fotos como ésta me causan gran envidia por querer ser ubicua y no poder serlo. Cuánto quisiera vivir un solo instante real de esta mágica nube de luces. Cuando envidio soy implacable hasta conmigo misma.
martes, 27 de noviembre de 2012
KUNDALINI.
Por Astarté.
León, España.
Quemando su
piel de tanta luz cayó en el reino de las sombras. Y el reino de las sombras
estaba a dos palmos de distancia de la luz. El reptil sintió entonces que tanta
oscuridad le posibilitaba otro salto en
el espacio astral. Era, en fin, la ascensión que devenía engendro. O bien la
subida desde el precipicio hacia una abrupta cima atravesando un pantano de
fluidos.
Las escamas se abrieron y cerraron dejando pasar un
haz de luz. Oyó voces que venían desde afuera. Y más que voces, oyó tambores
lejanos. Un despampanante ritmo tropical que llegaba y se acercaba y entraba y
enfilaba sin pedir permiso, picoteando el perfil de un sueño a través de
la piel de la serpiente.
Dio gritos de
dolor. Sus poros, cubiertos por escamas, se dilataron y escupieron en aquel
justo instante una masa de recuerdos que tenían que ver con raíces ancestrales.
Recordó, por ejemplo, que en otros tiempos se agitaba como un pez bajo el agua
turbia, siempre entre las sombras. Y recordó también que del reino de las
sombras el pez regresó a la luz para arrastrase, treparse, volar, andar, soñar,
amar... ¡Menos mal que existe la memoria!
lunes, 26 de noviembre de 2012
Un viaje al fin del mundo.
Por Astarté.
León, España.
Miro con nostalgia alejarse el tren que me llevaría al fin del mundo. Me
conduciría a la última estación de un largo viaje y lo perdí, por pocos
segundos de retraso, lo perdí... Y bien, al parecer, el fin del mundo no era el
destino para una llegada inmediata, al menos, no por el momento. He tomado
tantos trenes desde que nací que a veces creo que nací sobre los rieles del
ferrocarril. Claro que es triste ver, desde el vacío, la perspectiva de las líneas
de hierro. Paralelas y convergentes al mismo tiempo. Invitándome a trazarlas
por siempre en mi mente.
Para llegar al fin del mundo había comprado un billete con algunos
meses de antelación. No me costó dinero, solamente algo de paciencia y de
ilusiones, pero bueno, valía la pena. Había hecho un equipaje de esos breves:
una mochila cargada de humo. Sí, nada de extraňarnos por lo del humo. Era humo
legítimo, residuo del fuego de un viejo horno de carbón. Lo llevaba por si
acaso el fin del mundo era trágicamente transparente (ya sabéis que cualquier
exceso es horrible).
Aquella madrugada salí de casa vestida de ladrona. Tenía
la total intención de robarme el arcoiris para llevarlo conmigo durante el
viaje. Y es que no me pueden faltar los colores. Y no sabiendo si en el fin del
mundo tendría que ponerme a pintar libros de cuentos, pues... Nada, que al
final, el arcoiris no pesa tanto y se puede llevar escondido en algún bolsillo.
Había llevado también algunos viejos discos de Nat King Cole; los mismos que
escuchaba en mi niňez en el tocadiscos de plato. Un cajón
con recortes de revistas de moda (¿para las pasarelas de los ángeles?) y una
llave maestra, de esas que abren cualquier puerta. No sabía a qué hora llegaría
exactamente. Y a lo mejor, encontraba la entrada ya cerrada.
En fin, que tras
preparar este percurso definitivo, con fatiga y emociones perdí el tren. Dicen
mis amigos que me sucedió por ser demasiado ingenua. Porque a nadie se le
ocurre ponerse a mirar las estrellas y el reloj al mismo tiempo. Y yo así hice.
Me puse a contar las luces que encontraba en el cielo de la madrugada, buscando
a Venus, qué sé yo... ¡Tonta y mil veces tonta! No se puede intentar viajar y
soňar, simultaneamente, sin incurrir en pérdidas catastróficas. Aunque, a decir
verdad, no lo lamento del todo. De trenes tengo ya tanto que tal vez éste no
era el más apropiado para llegar a las fronteras del cielo. Esperaré. Este
banco de madera es bastante grande. Hay sitio para todos.
sábado, 24 de noviembre de 2012
Filosofando: La percepción y la poesía.
Por Astarté.
León, España.
La teoría de los colores de Goethe se opuso a la newtoniana (aquella de la descomposición espectral de la luz blanca en siete colores esenciales). Para estructurar su teoría, Goethe tomó como importante punto de referencia la experiencia de artistas-artesanos como lo fuera el gran Leonardo da Vinci, quien establecía una distinción entre los colores de la luz (amarillo o rojo, por ejemplo) y los de la sombra (entre estos el verde y el azul). Goethe oponía, en otras palabras, la experimentación empírico-instrumental de la luz a la llamada "observación sensorial y perceptual" (véase para mayor información: ).
Nada extraño que el ojo del poeta vea más allá de lo que pueda ver el ojo del científico. Y nada extraño tampoco que tengamos días grises y noches blancas. El ojo del poeta (vale decir, "el ojo de la aguja" por donde el poeta penetra para rescatar imágenes o estatuas petrificadas en el mundo imago) no ve, sino más bien, siente. ¡Ánimo por ello, venga!... Ánimo para nuestras tardes ocres. Es que somos todos y cada uno de nosotros poetas, aunque no lo sepamos. Bastaría, pues, tomar un pincel o una brocha en la mano para cambiar los colores de la sombra. Bastaría un breve paso de nuestra conciencia, de la sombra a la luz. Sin olvidar, claro está, la importancia de los contrastes. Sin olvidar que no hay luz sin sombra y viceversa.
ORGASMO.
Por Astarté.
León, España.
y desde la humedad como campana viajo
al son del orgasmo hacia el centro
de tu más sensible zona
que es igual a decir
hacia la terminación de la escala
más tibia de tu cuerpo
y entro en ti
en el preciso instante en el que vibras
y vienes con tu fuerza
me voy a nadar
atravesando mares y anclando en tu puerto
mojada como un pez
que perdió el rumbo entre las olas.
Aquellos polvos traen estos lodos: Comentario a la obra de un joven autor.
Por Astarté.
León, España.
Era una jovencita “imberbe” (si este adjetivo
puede usarse también en el caso de las mujeres) cuando dejé aquella que había
sido la casa-internado colectiva de una generación de también “imberbes”
condiscípulos. En 1979 se graduaba el primer grupo de estudiantes de nuestro
colegio, institución escolar proyectada en los años ‘70 por algún “iluminado”
que, mirando al futuro, concentrara su atención en un objetivo pedagógico
preciso: el “principio martiano de estudio-trabajo”[1].
Entre paréntesis, acabo de leer una noticia en la cual se anuncia la
“desactualización” de la aplicación pedagógica de este principio (causa demasiados problemas económicos que
ocasiona al país)[2].
Nuestra escuela, sin embargo, tenía una
característica especial: en ella se había concentrado un número estimado de
estudiantes con altos promedios académicos. El “objetivo social” era el de
orientar la vocación de estos jóvenes al estudio profesional y al servicio de
la Revolución. Algo así como una especie de escuela de “excelencias”, cuyas
mentes y acciones estarían controladas y vehiculadas hacia el porvenir de la
Nación socialista. Esta escuela existe aún: es la llamada Escuela Vocacional
“Carlos Marx” de Matanzas (provincia de Cuba). Vale aclarar el hecho de que
este tipo de escuela no era (y no es) exclusivamente matancera: cada provincia
cubana tiene una similar con su propio nombre. En fin, pienso que lo mejor que
nos quedó a los que allí estuvimos “internados” durante cinco años de nuestras
“imberbes” vidas ha sido un profundo sentimiento de solidaridad humana, no se
sabe bien por qué, aunque se supone que este vincǔlum trascendental sea una consecuencia de una relación vital
extraordinaria que puso nuestras adolescentes beldades delante de alternativas
y circunstancias existenciales difíciles de olvidar.
Después de tanto tiempo de distancia y separación
entre sus miembros, gracias a internet y a la iniciativa de un querido
ex-condiscípulo y amigo, se ha creado
un sitio, cuyo propósito es aquel de reconstruir y dar continuidad a la
historia de una escuela que, repito, todavía existe, si bien muy lejana en
tiempo e ideales de aquella que fuera nuestra escuela de los años ’70. Este
sitio puede ser visitado por los antiguos y actuales miembros del centro (y no
sólo por ellos) en:
Navegando a través de sus páginas, hallé la
publicación de una novela escrita por un ex-estudiante de la Vocacional de
Matanzas. Se trata de El plano y la
brújula, del autor Francisco Zaragoza Zaldívar. En ella, el escritor hace
galas de conocimientos históricos bien precisos, recreando, con técnicas
narrativas excelentes, la atmósfera política y socio-cultural de lo que fuera
el dominio colonial español en la Isla de Cuba a fines del Renacimiento e
inicios del Barroco...
El plano y la brújula, de Francisco Zaragoza
Zaldívar:
¿Novela policíaca?...
Corría el año 1595. Tres crímenes de aparente
delineación profana, descubiertos en cadena, desenlazan el ir y venir de
acontecimientos, muchos de estos en retrospectiva, abriendo y cerrando en
círculos las relaciones entre esclavos, indios, colonizadores y foráneos
sedientos de poder y de venganza política. Una descripción pintoresca;
pinceladas caleidoscópicas que delinean la configuración del humano-viviente en
la Cuba sincrética (y simbiótica) de aquel período de nuestra historia. Claro
que “aquellos polvos traen estos lodos”... Todo esto y mucho más: futuro y
pasado se enganchan en el híbrido del
presente más actual de la realidad cubana, metamorfosis total. La posibilidad
de “engendrar” un nuevo ser, más capaz (física y anímicamente) de ejecutar su
poder sin reparar en las “bagatelas”
que los problemas de salud puedan ocasionar al organismo biológico del ser
humano. La ciencia médica (leader)
junto a la alquimia y al naturalismo, anticipando el nacimiento de una época
que aún distará algo en el tiempo (la de Baruch Spinoza y de las ciencias del
S. XVII); mientras tanto, la mente matemática de un sabio arquitecto-astrólogo
que pronostica (a través de un juego enigmístico) aquello que será el fracaso
de la metrópoli española en sus colonias de El Caribe. La venganza contra el
poder inquisidor y contra las injusticias de los gobernantes “gallegos” en la
Isla deviene proyecto arquitectónico individual para la organización de un
crimen perfecto. Todo ello, en medio del sabor y del ritmo sincrético de orgías
que atraviesan el océano desde los grandes palacios nobles europeos, llegando a
las tierras tórridas caribeñas, asumiendo la defición del engendro (india-negra-mulata insular + blanco
peninsular) que baila al son del tambor y del rock latino... Una temporalidad sin parámetros rígidos,
coordenadas que saltan en torbellinos desde el mar hasta el centro de la noche
en el monte cubano. Y todo ello, bajo los ojos penetrantes de una trilogía
sacra y profana al mismo tiempo: fe, esperanza y Caridad (del Cobre; Caridad la
negra; Caridad, la Isla de Cuba...).
Gracias a Francisco Zaragoza Zaldívar por las horas dedicadas al
regocijo del lector. Y sobre todo, ¡suerte, joven escritor!... Es lo que más
necesitamos, también yo y todos los escritores sin rumbo, caminantes en el aura
de nuestra soledad. Y a vosotros, lectores en espera de buenas publicaciones,
paciencia... ¡Mucha paciencia!
[1] He tratado de encontrar con precisión el texto o
documento en el cual José Martí enunciara este principio didáctico. Seguramente
existe, pero yo no lo he encontrado. No me han dicho nunca en qué fuente puedo
leer este enunciado. Preciso de informaciones más detalladas. Gentiles
lectores, ¿podéis ayudarme? Gracias.
[2] SE LEA EL ARTICULO: El gobierno desmantela las
brigadas estudiantiles de verano en:
http://www.ddcuba.com/cuba/5985-el-gobierno-desmantela-las-brigadas-estudiantiles-de-verano
martes, 20 de noviembre de 2012
Cogito ergo sum.
Por Astarté.
León, España.
Pienso luego existo. Y existo porque pienso. En ti, en mí. En el preciso
momento de máxima brevedad los cuerpos
se disuelven y vuelven a su estado líquido. Las ideas, entonces, se amalgaman.
Y se agrupan en la viscosa y elemental sustancia, fuente de la vida. Veo allí,
en el charco seminal, pequeňos y veloces cuerpecillos en forma de peces. El mar
sigue siendo el principio y el fin del pensamiento que vuela. Y escapa como manantial
salado a través de ventanas llamadas mónadas, quién sabe bien por qué. Y desde
la marea, con la fuerza que me dan las olas, salgo a la calle. Me precipito en
las atrocidades del asfalto. Y pienso de nuevo, ahora en la gente que va y
viene sin saber bien a donde. La calle está mojada. Llueve. Y de nuevo, agua.
Anónima fuente de la vida. La lluvia corre por los desniveles de la acera, para
llegar al subterráneo de una fosa. Y allí, en el pestilente territorio de los
residuos públicos, de nuevo agua... Fuente de vida que retorna en forma
putrefacta: todo resurge en malditas y
benditas manifestaciones, regresando a la matriz de un sueňo. La lámpara de
noche es de aceite. Imagino tu cara. E imagino porque pienso. Y pienso porque
existo. Dime, entonces, si puedes, dónde está la llave que dejamos colgada
entre la calle y el salitre. Mis ideas van y vienen. Se agolpan sin parar en el
torrente de la sangre que circula por mis venas. Y a través de ventanas
abiertas que se cierran a mi paso entro de nuevo. Cierro mi cuarto. Me sumerjo
en el blanco y humilde espacio de la buena memoria. Y otra vez, tu cara. Tu
boca que humedece mi piel y susurra a mi oído el canto de un pájaro nocturno: Cogito ergo sum... ¿Ha sonado el
reloj? No creo.
lunes, 19 de noviembre de 2012
Filosofando: El maquillaje.
Por: Rosa Marina González-Quevedo (Astarté)
León, España.
Mujeres de la vida... ¡Vaya frase!... Y bien, el lenguaje regularmente nos engaña, sobre todo cuando usamos frases hechas. Pues todas las mujeres son “de la vida”, aun aquellas que se esconden en nuestra fantasía (la de las propias mujeres) o en la de los hombres (¿de erotismo se trata o de algo más?). Pero todas son (somos) “de la vida”. Y cambiamos un día por otro; es decir, vivimos día a día. E insisto en que las frases hechas del lenguaje a veces nos confunden, precisamente por estar hechas para situaciones culturales y sociales específicas y por ser un resultado del uso y abuso de los significados que cada pueblo o cultura otorguen a las palabras.
Mujer de la tribu de los Surma, Etiopía (Valle del río Omo) |
Hoy dedico un minuto de especulación para recordar un título alguna vez mencionado:
Filosofía en el tocador, sin que ello signifique un enlace mental entre
maquillaje y sexo. Más bien, reflexiono sobre el maquillaje, a sabiendas que en
el planeta Tierra hay féminas que, por razones de la vida, omiten
el acto de sentarse delante de un mueble llamado TOCADOR para maquillarse.
De las raíces
histórico-culturales (milenarias) del acto de maquillarse se ha hablado
bastante y llueve información suficiente en bibliotecas reales y virtuales.
Sabemos por ello que existen múltiples
posiciones que, bien desde tronos elevados o bien desde un contacto mucho más
directo con Madre Natura, establecen patrones estéticos para juzgar la belleza
o la condición social de una mujer maquillada.
Factores
comunes en la aplicación de los recursos para SER BELLA sí, por supuesto, los
hay: El fango ha sido y es, por ejemplo, un elemento que no escapa al
tratamiento del cuerpo bello. Sus propiedades minerales y su energía
(absolutamente vinculadas al don de la fertilidad) explican su uso como la
mejor de las mascarillas o como espléndido recurso para masajes corporales y
hasta como parte misma del tocado (laca excelente para las mujeres de
muchas tribus, las cuales se engalanan
con fango para volverse atractivas). ¿Extraño para el mundo occidental esto del
fango en el peinado? ¿Es fea o repulsiva la mujer que se peina con fango?...
Niña yanomani del Amazonas. |
Acabo de leer
algo sobre el maquillaje de Cleopatra, la cual se dice que usaba pequeñas dosis
de plomo (mineral con referencias a propiedades benéficas para el sistema
inmunológico) para sombrear sus párpados (glamour llegado a nuestros
días, aunque no usemos el plomo...). Y más que conocidos son los baños con
leche de burra de la reina de Egipto. Bueno, ella se los podía permitir...
Pero, en todo caso, no todas (o todos) nos sumergiríamos en leche de burra sin
antes experimentar un cierto rechazo y, en algún caso, hasta repulsión, tal vez
por tener más que establecido el patrón mental de la leche como elemento para
la nutrición a través del aparato digestivo y no a través de nuestro sistema
cutáneo.
Geisa japonesa. |
Lo histórico
del arte del maquillaje también nos conduce a la búsqueda de maquillajes
históricos (o sui géneris), entre los que llaman mi atención los del
diseñador británico Alexander McQueen (honor a su fantasía y a su memoria), o a
la importancia concedida al maquillaje de los muertos (desde los egipcios hasta
nuestros días).
Tocado del diseñador Alexander MC Queen. |
Y en este último caso, el maquillaje deja de atañer solamente a las mujeres de la vida, viajando más allá de la vida y del género femenino, hasta convertirse en parte de un rito universal, el de la vida en el “más allá”. En fin, el poder CÓSMICO de los colores y el arte de la COSMÉTICA: la magia de la luz “descompuesta” en un arco-iris de razones para hablar del maquillaje, aún cuando las mujeres lleven la cara lavada o cuando los hombres no establezcan una relación entre pertenecer al género masculino y tener la cara “pintada”. Histrionismo (el teatro, las máscaras) y universo; vida y muerte; colores.
viernes, 16 de noviembre de 2012
Homenaje a un poeta.
Por Astarté.
León, España.
Los sentidos nos obligan a creer que el vacío forma parte de la Nada. Dulces personajes del teatro, falsos ídolos... Pueden engañarnos en cualquier parte de la escena (y también llevarnos al mejor de los placeres, claro está). Hay, para colmo del engaño, un sentido emocional, el del vacío. Ese que suele desviarnos del camino más aún: me refiero al sentido de la vacuidad, que nos hace ver y escuchar paredes llenas de ecos sin retorno. La carencia de afecto, el sentirse un ser vacante... Hay quien podría definir todo esto como "el sentido de la soledad". Estar solo, sin embargo, podría ser no más que el efecto (¿errado?) de mal sentirse solo, gracias al poder inmediato que sobre nuestra conciencia ejercen los sentidos. Tal vez sea que el ser humano esté desprovisto del talento de las piedras, de los ríos; del talento de un oasis en medio de un desierto... Tal vez sea eso.
Un poeta, sin embargo, es poeta cuando pisa el vacío. Cuando penetra y se adentra en el territorio de lo invisible y besa la trama de lo que huye de los juguetones sentidos. Su talento pisa los talones a la sombra de los seres impalpables en el mundo imago. Sabe reconocer la desmedida melodía de las notas del silencio. Busca lo que no podría encontrar en salones agredidos por el sol. Y encuentra los hilos invisibles del canto del Universo. Y escapa, en un golpe de a-temporalidad, a la ausencia del espacio que no ve, que no toca, que no siente. Y lo mejor del caso es que, sin darse apenas cuenta, regresa a su pluma de oca en el tintero. A pintar la imagen apenas rescatada. Y cito, como homenaje a un poeta:
Imaginamos a menudo haber agotado las diversas formas del querer con el amor del hombre por la mujer, por sus hijos, por sus amigos, y hasta cierto punto, por su país. Ahora bien, precisamente en la lista se halla ausente la forma de pasión más fundamental, aquella que precipita el uno al otro bajo la presión del Universo que se cierra a todos los elementos del Todo. La afinidad, y como consecuencia, el sentido cósmico.
El amor universal ya no es algo psicológicamente posible, sino más aún, la única forma completa con la que podamos amar.
P. Teilhard de Chardin
El fenómeno humano.
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Camino.
Por Astarté.
León, España.
León, España.
No digo siempre pero a
veces
Un sutil sensual calor en la distancia
Enciende el paladar del sueño
Un sutil sensual calor en la distancia
Enciende el paladar del sueño
Y el lado de mi cuerpo
más convexo
Con el olor de mar que lo enlentece
En la ladera oblicua de tu ansia
Meciéndolo a placer en el ensueño
Que alguien por error diría sexo
Y que es únicamente amor.
Con el olor de mar que lo enlentece
En la ladera oblicua de tu ansia
Meciéndolo a placer en el ensueño
Que alguien por error diría sexo
Y que es únicamente amor.
Filosofando: El color rojo.
Por Astarté.
León, España.
En culturas
como la china las novias suelen vestir de rojo para el matrimonio. Comentario
aparentemente banal, si no pensara en el rojo como en el inicio de un ciclo
cósmico-energético, contenido y continente de la cópula genital del Universo.
Mulhadara,
primer chakra, encuentra su complejidad simbólica en el color rojo y en lo que
éste representa. Se dice que el poder de la Kundalini (concentración de
energías esenciales de naturaleza cósmica, espíritu del yoga) se activa “en
rojo”. Colocada a la base de nuestra región sacra, la serpiente despierta de su
reposo latente, encendida por la chispa de fuego. Aries y Scorpio
representan este despertar en el plano astrológico, donando a sus hijos un a
veces extraño sentido de reacción inmediata ante los estímulos circundantes. El
vino, la sangre, el hierro y la masa ígnea... Marte y sus hijos, la ira, el
sexo, la carne... La tierra, el fuego, los estados de excitación... Todos
ellos, histriones del color rojo en el ser que todo ser es.
Acabo de leer
una nota informativa que habla de medidas adoptadas con fines “ideológicos”.
Aparecía en una tira periodística, en el extremo izquierdo superior de un tal
diario, de esos que pululan y chancletean por estancos y bares de cualquier
ciudad. Y lo que más llamó mi atención fue el uso del color rojo como fondo del
texto. ¿Es rojo el comunismo? O mejor dicho, ¿por qué lo han querido pintar de
rojo? ¿Señal de alarma roja?... Buena pregunta. Pero algo me dice, por experiencia,
que la ideología no tiene color definido. Como los sueños figuran en
claroscuro. Y somos nosotros quienes, según corre el viento, las pintamos de un
color o de otro. La idea de Navidad “exige” el rojo, induciéndonos a pensar en
el tema del nacimiento (¿versión de la tradición cristiana de la Kundalini que
despierta?...). También el demonio (su representación) viste de rojo. Y no hay
diablillo que no tenga un tridente rojo, como acabadito de sacar de una fundición entre las
llamas del infierno. Personajes de fábulas como Caperucita y Pinocho atraen
nuestra atención con sus vestimentas rojas. Algo me hace pensar que en estos
personajes infantiles se encierran valores de insubordinación o de conducta
deforme como la desobediencia y el no acatar las órdenes filiales. Quizás sea
por ello que nuestras madres no nos hayan vestido de rojo en los primeros
instantes de nuestra vida, y que la canastilla masculina sea en azul y la
femenina en rosa, pero nunca en rojo.
La vergüenza
es roja. La ira es roja. También la extrema alegría o la euforia. Y el llanto
es rojo. Nuestros ojos arden; nuestras mejillas se repletan de este color; los
capilares se hinchan a punto de estallar al borde del abismo de las grandes
pasiones. ¿Y qué decir del amor...? Rosas rojas para damas tristes y éstas
despertarán como la Kundalini, desencadenando la energía concentrada en
sus genitales. ¿Y para los caballeros? ¿Salones rojos? ... Mitos y más mitos
vestidos de rojo. Pero la luz roja que emana del granate de adorables labios
puede hacer milagros.
No olvido la
amenaza. La luz roja en semáforos y en señales rojas indica “no entrar” o “no
pasar” por un sitio prohibido. La amenaza o el sentido de prohibición pende, en
ciertas zonas y momentos, como espada sobre el cielo. Por no decir que, a
veces, el cielo es rojo y obnubila la conciencia sin dejarnos escalar. Y
entonces apelamos a ritos y a poderes escondidos en antiguas plegarias, éstas engarzadas a
hilos rojos. Tampoco olvido el destino, ni el hilo rojo que enlaza, en tiempo y
en espacio, a las almas gemelas.
Pues bien, hoy escribo en rojo. Ardo en deseos de sentir el don de la
palabra AMOR. Y espero. Espero en blanco y negro. La luz hará lo que
tenga que hacer a su debido tiempo. Y el tiempo es infinito cuando se trata de
crecer.
sábado, 27 de octubre de 2012
Scorpio: breve reflexión sobre la luz.
Por Astarté.
León, España.
Mente
imbricada en su propia médula... La intensidad de un velo nos podrá, tal vez,
desviar de la puerta del retorno al hogar donde espera la lumbre. Y lo más
probable será que los pasos se hagan más altos y la ascensión más violenta.
Quizás nos pueda parecer que el aire se torne denso o que una mancha oscura
cubra el cielo transparente. Nada que temer entonces. Pues el cielo será igual
que antes. Sólo que Scorpio nos habrá donado la certeza de su fantasía
(a veces ésta cuesta un imperio de ideas...). Y a veces, cuando llueve, se
mojan las alas de los pájaros en pleno vuelo. Si bien las alas mojadas no
impedirán que una paloma entre en la casa de los hombres. Volar hacia la luz,
en fin, requiere la simplicidad del juego. Y es que a Scorpio le
arrebatan las nueces que crecen en un prado escondido. Es un gran comilón este
amigo astral. Un niño con la cara manchada de cacao. Pues... ¡dar entonces a Scorpio
lo que de Scorpio es...! Y en un cesto pequeño recojamos
nueces. Aunque haya fango en el sendero que conduce a los nogales y las ramas
sean altas... Siempre habrá una escalera. Esa que cargamos sobre el hombro
cuando estamos por creer que nos faltan las piernas.
martes, 23 de octubre de 2012
Te estaba esperando.
Por Astarté.
León, España.
Era demasiado fuerte para creer en falsos ídolos.
Así, un buen día, en medio del desierto, juró desenterrar todo lo que en él
quedaba de banalidad y estériles juramentos. Fue entonces que emprendió las
huellas de su corazón para atravesar el árido terreno. Se descalzó para sentir
mejor, al tacto, el placer del dolor natural que en él causaba pisar las
grietas del fango reseco. Y andando llegó a la carretera, otro desierto
abandonado e infértil, por el cual no pasaba ya ni el mejor de los poetas. Y
luego, atravesó el monte (¡divino silencio el del monte!)...
Y bien, cariño, no te reconocí..., ella le dijo al verlo llegar con llagas en
los pies y destrozos de piel en el
alma, si es que puede existir un alma dérmica. Y por qué no. El alma tiene
piel. Y él lo sabía bien: un río de vida fluía desde el interior de sus
entrañas como manantial en medio de las rocas. “Y bien, cariño, es que te
esperaba para cenar y no llegabas...”, le dijo al verlo hambriento y extenuado.
Pero no era hambre lo que él sentía, sino amor. Aquel hombre, extraño ejemplar
de esos nacidos bajo el signo de Marte... A pesar del cansancio, el haz de su
silueta trepaba por las ranuras del techo y abría los brazos para abrazar el
pensamiento de su amada...
Y bien, cariño, ¿te apetece un whisky o, mejor
aún, un martini dry? Ella sabía
que ésta ultima era una de las seis principales recetas del The Fine Art of Mixing Drinks, de David
A. Embury. La mujer, claro, quería conversar. Y no sólo esto: su pasión la
consumía; deseaba ser besada. Y para encender las pasiones, nada mejor que un
licor aromático. Pero él no bebía, mucho menos cuando regresaba de un largo
viaje. Y de aromas tenía demasiado: la hierba, la tierra, la erosión del viento
lo habían impregnado de olores insustituibles. ¡Qué mejor sensación que la del
olor a la hierba del monte!
En el centro de la pequeña sala había un espejo y
nada más. Estaba allí, desde aquella primavera en la que ellos se amaron. Y
bien, no es secreto para nadie que cuando el tiempo pasa quedan los espejos
abiertos a la memoria. Ėl estaba extenuado, eso he dicho antes. Ella lo amaba
con locura y lo esperaba para cenar con un martini
dry a la luz de una vela. Ėl olía a hierba. A ver, ¿qué más?... En el
techo, las ranuras le abrían el paso a las viejas vigas de madera, carcomidas
por el comején. Y todo estaba en orden, pues nada existía, al parecer. Nada,
menos el silencio. Ese que él había recogido en el monte para regalárselo a
ella, lleno de vida. Sucede que, a veces, los grandes sueños ponen condiciones.
Y el coraje no faltaba, ¡qué va! Ėl tenía tanto que le sobraba. Pero el coraje,
¡qué pena!, nada puede hacer cuando va a la guerra contra el tiempo. Y como
sabemos, en ciertas ocasiones vale más el amor que el coraje. Por eso, cuando
él entró y la vio sentada esperándolo, no se dejó derrotar. La tomó entre sus
brazos. Ella lo deseaba, aunque no podía ya sentir el olor de su piel.
Entonces, con ella en sus brazos, él atravesó el espejo y llegó de nuevo al
desierto, árido e infértil. Y allí sembró una flor. Luego, caminando (con ella
en sus brazos), llegó a la carretera, por donde no transitaba ya ni el mejor de
los poetas. Y escribió un soneto. Y al final, entró en el monte, siempre con
ella en sus brazos (¡divino silencio el del monte!)... Y le dijo: Te amo, ¿sabes? ¿Crees que aún tenemos
tiempo para cenar? Y ella, desde el otro lado del espejo, le sonrió
diciéndole esto, así de simple: Siéntate,
amor. Te estaba esperando.
jueves, 18 de octubre de 2012
Invierno.
Por Astarté.
León, España.
Para no poner en juego el poder de la palabra
y no jugar a pronunciar alguna de ellas al vacío
elucubrando a tientas sobre el alma
diré: ME RINDO...
y no porque en realidad me rinda
sino porque el delicioso invierno
del camino que fui para mis piernas
he vuelto a cruzar
sin sentir el otoño.
El alma por fuera...
Por Astarté.
León, España.
Dándole un lugar al sueño y otro a las patologías
de la mente, pruebo a jurar que a los llamados “soñadores” (por no decir
“de-mentes”) toca la peor parte en el diagnóstico que cualquier galeno
especializado en materia de psicosis pueda hacer. No tenemos más que entrar a
una celda de manicomio para descubrirlos, allí, atados por cuerdas de cuero y
conectados a esos cables eléctricos; estremecidos por shocks con funciones terapéuticas. Pupilos del buen gusto, atletas
de la sensibilidad artística, viejos amantes de la sabiduría... Todos en la
misma sala, sin hacer excepciones. Sus características generales coinciden en
el poseer una tendencia al vuelo y a la fragilidad racional. Algunos, claro
está, pueden aparentar ser fríos y calculadores. Pero esto es sólo apariencia.
En realidad, los grandes matemáticos inscritos en el elenco de “soñadores” han
sido, históricamente, menospreciados. Por supuesto, tal menosprecio llega casi
siempre por parte de aquellos que, ignorando los enigmas del número definido como argé, no logran reconocer el vínculo
existente entre las siete cuerdas de la lira tocada por Apolo y los siete
sellos del Libro del Apocalipsis.
¡Incrédulos!...
Pero,en fin, hablemos de esta celda de músicos, de poetas y de
locos. De filósofos inspirados en el devenir. De pescadores que van al río con
redes agujereadas a pescar truchas. Rindamos honor a este cuarto de almas
truculentas, abandonadas al patrocinio del espasmo, donde habitan también los
inútiles hijos de la metáfora, aprendices del fracaso. En un sentido pictórico,
se trata de un cuadro patético, en el cual predominan amasijos de rostros con
horribles muecas; rueda de baile de torsos deformes. Desde una ventana exterior
se asoman siluetas que no han sido terminadas por la mano del artista. Nadie
conoce a ciencia cierta si se trata de almas perdidas en el limbo; extraños
personajes que quedaron fuera del drama, quizás por falta de coraje para
actuar. Una vez al mes llegan algunos visitantes extranjeros. Son aquellos que
se acuerdan de que tienen parientes soñadores y vienen a verlos; tal vez, por
eso del por si acaso. Y es que nunca
se sabe si un día caemos en profundo letargo y de ahí no despertamos. Pero lo
más interesante de todo es que esta sala está permanentemente abierta al
público. La entrada es gratis y se rifan papeletas para participar en la obra
sin límites de edad, ni diferencias de sexo. Claro que para tomar asiento en
platea hay una condición, al menos una: tener el alma por fuera y el cuerpo por
dentro. El alma por fuera, como camisa de juglar, como pincelada de luz al
centro de la noche.
martes, 16 de octubre de 2012
Letanía de amor para los amantes.
Por Astarté.
León, España.
Y es que había tanto sol que le
ardían los ojos. Su piel, completamente quemada, desprendía el aroma que el campo guarda, secularmente, en
absoluto secreto. Y arrastrando los llagados talones llegó al punto de partida:
su corazón. Que no era un órgano. Que no era, tampoco, la metáfora recocida por
desabridos románticos. Era, simplemente, un corazón especial: el suyo. Y cuando
no pudo seguir a pie por el sendero; cuando sus talones habían dejado de
existir, se montó en un corcel. Y a pleno galope, se abrió camino entre la
maleza del monte. El olor a hierba era indescriptible. Perfume vaginal, tierra
y río mezclados en el barro... Hierba verde, árboles, sinsontes le dieron
permiso para entrar al sitio sacro. Entró cabalgando. Y a mitad del camino
rompió la montura para continuar su rumbo apresurando el paso. El tiempo de
llegar a la meta era demasiado breve. Y cuando llegó, se sentó mirando al
cielo, respirando el aire de la tarde que olía a olmo reverdecido en primavera.
Y supo entonces que se había bebido el propio corazón. El sabor dulce de la
sangre le llenó el paladar. Y tuvo, por supuesto, miedo de morir. Pero no
murió. Y una tarde de abril, cuando no contaba ya con las fuerzas de su cuerpo,
se abrió el pecho y sacó aquel antiguo rosario. Lo llevaba siempre, pero para
usarlo, solamente, en casos de vida o muerte. Valga decir, por cierto, que
aquella era una mujer que no creía ya, ni siquiera, en los milagros. Sin
embargo, repitió la vieja letanía, como quien reitera alguna condición errante:
Dios te salve María, llena eres de
Gracia... Y la catedral se iluminó de eternidad: Porque él estaba allí, en
su cama, abrazado a su cintura. Desnudo y despojado de cualquier veneno: Amor mío eres hoy, maňana y siempre... Y bendita eres entre todas las mujeres.
Dulces sueňos. Ahora y en la hora de nuestra vida y nuestra muerte. Amén.
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