Por Astarté.
León, España.
En culturas
como la china las novias suelen vestir de rojo para el matrimonio. Comentario
aparentemente banal, si no pensara en el rojo como en el inicio de un ciclo
cósmico-energético, contenido y continente de la cópula genital del Universo.
Mulhadara,
primer chakra, encuentra su complejidad simbólica en el color rojo y en lo que
éste representa. Se dice que el poder de la Kundalini (concentración de
energías esenciales de naturaleza cósmica, espíritu del yoga) se activa “en
rojo”. Colocada a la base de nuestra región sacra, la serpiente despierta de su
reposo latente, encendida por la chispa de fuego. Aries y Scorpio
representan este despertar en el plano astrológico, donando a sus hijos un a
veces extraño sentido de reacción inmediata ante los estímulos circundantes. El
vino, la sangre, el hierro y la masa ígnea... Marte y sus hijos, la ira, el
sexo, la carne... La tierra, el fuego, los estados de excitación... Todos
ellos, histriones del color rojo en el ser que todo ser es.
Acabo de leer
una nota informativa que habla de medidas adoptadas con fines “ideológicos”.
Aparecía en una tira periodística, en el extremo izquierdo superior de un tal
diario, de esos que pululan y chancletean por estancos y bares de cualquier
ciudad. Y lo que más llamó mi atención fue el uso del color rojo como fondo del
texto. ¿Es rojo el comunismo? O mejor dicho, ¿por qué lo han querido pintar de
rojo? ¿Señal de alarma roja?... Buena pregunta. Pero algo me dice, por experiencia,
que la ideología no tiene color definido. Como los sueños figuran en
claroscuro. Y somos nosotros quienes, según corre el viento, las pintamos de un
color o de otro. La idea de Navidad “exige” el rojo, induciéndonos a pensar en
el tema del nacimiento (¿versión de la tradición cristiana de la Kundalini que
despierta?...). También el demonio (su representación) viste de rojo. Y no hay
diablillo que no tenga un tridente rojo, como acabadito de sacar de una fundición entre las
llamas del infierno. Personajes de fábulas como Caperucita y Pinocho atraen
nuestra atención con sus vestimentas rojas. Algo me hace pensar que en estos
personajes infantiles se encierran valores de insubordinación o de conducta
deforme como la desobediencia y el no acatar las órdenes filiales. Quizás sea
por ello que nuestras madres no nos hayan vestido de rojo en los primeros
instantes de nuestra vida, y que la canastilla masculina sea en azul y la
femenina en rosa, pero nunca en rojo.
La vergüenza
es roja. La ira es roja. También la extrema alegría o la euforia. Y el llanto
es rojo. Nuestros ojos arden; nuestras mejillas se repletan de este color; los
capilares se hinchan a punto de estallar al borde del abismo de las grandes
pasiones. ¿Y qué decir del amor...? Rosas rojas para damas tristes y éstas
despertarán como la Kundalini, desencadenando la energía concentrada en
sus genitales. ¿Y para los caballeros? ¿Salones rojos? ... Mitos y más mitos
vestidos de rojo. Pero la luz roja que emana del granate de adorables labios
puede hacer milagros.
No olvido la
amenaza. La luz roja en semáforos y en señales rojas indica “no entrar” o “no
pasar” por un sitio prohibido. La amenaza o el sentido de prohibición pende, en
ciertas zonas y momentos, como espada sobre el cielo. Por no decir que, a
veces, el cielo es rojo y obnubila la conciencia sin dejarnos escalar. Y
entonces apelamos a ritos y a poderes escondidos en antiguas plegarias, éstas engarzadas a
hilos rojos. Tampoco olvido el destino, ni el hilo rojo que enlaza, en tiempo y
en espacio, a las almas gemelas.
Pues bien, hoy escribo en rojo. Ardo en deseos de sentir el don de la
palabra AMOR. Y espero. Espero en blanco y negro. La luz hará lo que
tenga que hacer a su debido tiempo. Y el tiempo es infinito cuando se trata de
crecer.
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