Por Astarté.
León, España.
La teoría de los colores de Goethe se opuso a la newtoniana (aquella de la descomposición espectral de la luz blanca en siete colores esenciales). Para estructurar su teoría, Goethe tomó como importante punto de referencia la experiencia de artistas-artesanos como lo fuera el gran Leonardo da Vinci, quien establecía una distinción entre los colores de la luz (amarillo o rojo, por ejemplo) y los de la sombra (entre estos el verde y el azul). Goethe oponía, en otras palabras, la experimentación empírico-instrumental de la luz a la llamada "observación sensorial y perceptual" (véase para mayor información: ).
Nada extraño que el ojo del poeta vea más allá de lo que pueda ver el ojo del científico. Y nada extraño tampoco que tengamos días grises y noches blancas. El ojo del poeta (vale decir, "el ojo de la aguja" por donde el poeta penetra para rescatar imágenes o estatuas petrificadas en el mundo imago) no ve, sino más bien, siente. ¡Ánimo por ello, venga!... Ánimo para nuestras tardes ocres. Es que somos todos y cada uno de nosotros poetas, aunque no lo sepamos. Bastaría, pues, tomar un pincel o una brocha en la mano para cambiar los colores de la sombra. Bastaría un breve paso de nuestra conciencia, de la sombra a la luz. Sin olvidar, claro está, la importancia de los contrastes. Sin olvidar que no hay luz sin sombra y viceversa.
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