Por Astarté.
León, España.
Mente
imbricada en su propia médula... La intensidad de un velo nos podrá, tal vez,
desviar de la puerta del retorno al hogar donde espera la lumbre. Y lo más
probable será que los pasos se hagan más altos y la ascensión más violenta.
Quizás nos pueda parecer que el aire se torne denso o que una mancha oscura
cubra el cielo transparente. Nada que temer entonces. Pues el cielo será igual
que antes. Sólo que Scorpio nos habrá donado la certeza de su fantasía
(a veces ésta cuesta un imperio de ideas...). Y a veces, cuando llueve, se
mojan las alas de los pájaros en pleno vuelo. Si bien las alas mojadas no
impedirán que una paloma entre en la casa de los hombres. Volar hacia la luz,
en fin, requiere la simplicidad del juego. Y es que a Scorpio le
arrebatan las nueces que crecen en un prado escondido. Es un gran comilón este
amigo astral. Un niño con la cara manchada de cacao. Pues... ¡dar entonces a Scorpio
lo que de Scorpio es...! Y en un cesto pequeño recojamos
nueces. Aunque haya fango en el sendero que conduce a los nogales y las ramas
sean altas... Siempre habrá una escalera. Esa que cargamos sobre el hombro
cuando estamos por creer que nos faltan las piernas.
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