PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




lunes, 17 de diciembre de 2012

Breve fábula de la cortina.




Por Astarté.
León, España.


    Mi vanidad nació junto a mi memoria. Y olvidando a mi memoria, di un nombre a mi vanidad, por si acaso algún día quería irse de mi lado a caminar por esos sitios de Dios. Al menos, los que la viesen pasar por ahí podrían reconocerla. El caso es que salió, al parecer, una tarde sin mí. Y al volver a casa se sentó de frente al mar, apoyada en la ventana del salón, con un trozo de encaje entre sus  manos. Y me dijo: Me gusta el color rosa. Es de niñas. Y mi vestido tiene que llevar lazos y cordones. Como una cortina. Y es que desde que lo vio en el catálogo no tuvo ojos, más que para aquel retazo de encaje. La ventana que daba al mar tenía un vitral transparente, demasiado transparente. Y entraba demasiada luz en el salón, demasiada... Tanta que cegaba. Necesitaba, pues, una cortina esa ventana. Y de encaje. Porque de encaje visten las novias y las reinas. Nada, que ésta es, en fin, la breve fábula de la cortina. Y dice así: Mi vanidad echó a andar sin mí una tarde de mayo. Y al volver, envolvió su menudo cuerpo, usando sus propias manos, en un retazo de encaje color rosa. Y después, se apoyó en el alféizar de la ventana del salón, de frente al mar. Y allí quedó. Atrapada para siempre. Como mi memoria.

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