PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




jueves, 13 de septiembre de 2012

Impotencia: la fuerza del poder.


"La gente odia los genios, detesta una cabeza vieja sobre unos hombros jovenes",Erasmo de Rotterdam.




Por Astarté.
León, España.

  "Incluso en el trono más alto, uno se sienta sobre sus propias posaderas".
   Michel de Montaigne


Hace algunos aňos, cuando todavía el optimismo más elemental cosquilleaba mis sienes y era una impetuosa estudiante que, por cierto, pocas huellas dejara a su paso por la universidad italiana, me convertí, sin saber por qué, en leader de mis condiscípulos. La anécdota, muy simple: Inciábamos un curso de teatro shakespeareano en literatura inglesa. El aula, no adecuada para el amplio número de matriculados, no daba abasto en puestos para cada alumno, razón por la cual muchos tendríamos, o que presenciar la conferencia de pie (haciendo malabares para tomar notas en el aire), o echarnos por el piso, en sesión de meditación hinduista, con las piernas en posición de loto. Sin grandes objeciones, muchos de los allí presentes escogieron la segunda opción. Por mi parte, observaba el piso mugriento, incómodo y (¿por qué no?), hasta cierto punto, innoble para seguir la lectura de un drama circunscrito en la era de Gloriana, the Virgin Queen. Fue entonces que irrumpió la tragedia cósmica al centro de mi ingenuidad, al no transigir en materia de derechos robados, alzando la voz: “¡Pagamos un impuesto por estudiar en esta institución! Y bien, no tengo la menor intención de usar mis pantalones para limpiar el piso cuando me toca, irrevocablemente, una silla en esta aula...” ¡¡¡JA!!!... Un aplauso ensordecedor anegó el recinto... “¿Conque aquí tenemos la leader del curso?”; la sonrisa sardónica de la docente se clavó en mis atónitas pupilas, mientras el “pueblo de seguidores” continuaba aplaudiendo al espectro de mi más humilde desventura. Mi involuntario liderazgo me llevaba al patíbulo de los santos inocentes, pues al dar el examen, tendría que haber sido estrella en lengua inglesa y recitar varias escenas  del Otello, recordando el texto y sin mirar la traducción, para no caer en desgracia. Bien, en perfecto italiano, no habría más que evocar el tan citado proverbio popular que dice: La vendetta è un piatto che va servito freddo... Pues desde el púlpito del poder, la sed de venganza de quien decidiera en aquel instante mi suerte académica arremetió contra mi condición de leader, representante de no se sabe qué categoría de secuaces. Al menos, la muerte de Desdémona por venganza, estrangulada por el moro de Venecia, tenía por causa una poderosa razón: los celos, el amor ciego y descomunal, la pasión...
Desde aquel entonces, algo me hizo reflexionar sobre la impotencia como la cara escondida de lo que llamamos potencia o fuerza del poder, valga en tal caso la redundancia implícita en la frase. Y es que la anécdota del leader que no quería limpiar el piso con sus pantalones, nos podría conducir a una simple conclusión: la impotencia del “poder ser” está en el “no poder hacer”. De nada vale tomar parte en la batalla cuando sabemos, de antemano, que nuestra espada no puede triunfar contra los dardos enemigos. Los dardos son armas de largo alcance, mientras la espada, reina de la mitología y de la épica, tiene que ser usada con valor, pero metiendo por delante el cuerpo y la vida. Queda a vosotros, mis queridos y sabios lectores, la elección de qué arma usar para defenderse del poder. Por experiencia, puedo solamente afirmar que el don de los poderosos es efímero, como efímero es nuestro paso por este mundo. Al mismo tiempo, claro está, los efectos del poder, aunque efímeros, son aplastantes. Tan aplastantes y asquerosos como la caricatura de un homo sapiens en cuclillas.

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