PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




domingo, 16 de septiembre de 2012

Filosofando: Casualidad Vs pesimismo.




Por Astarté.
León, España.

Que la pimienta dulce pudiese ser utilizada como poderoso repelente contra las hormigas fue algo descubierto así, “en modo casual”, por mi padre. Recuerdo que en aquel tiempo tenía yo la manía de inventar receteas. Y digo esto de “inventar” a pesar de saber muy bien que la pimienta dulce, usada en cocina (por ejemplo, para adobar un pollo), no es obra de grandes olimpiadas científicas. Las palabras pueden ser usadas (y de hecho lo son) para creernos (o hacer creer) que somos lo que queremos ser y no lo que somos en realidad...

El descubrimiento de mi padre, sin embargo, fue genial (¿y casual?...) ¡Eureka!: Expresión de un buen tío que un día de calor descubriera que cada cuerpo tiene un lugar en el espacio, justo cuando se disponía a entrar en la baňera de su lúgubre cuarto de aseo personal. Al menos, es esto lo que cuenta la leyenda. Lo cierto es que, de tal anécdota, podríamos llegar a la conclusión que el buen Arquímedes se baňaba algunas veces, o por lo menos, de vez en cuando en su vida. Y con respecto a lo que contaba antes sobre la pimienta dulce... ¡Ja!... Regar ingredientes sobre la meseta de nuestra cocina, más que arte de desordenados, bien podría llegar a ser concebido (¿y por qué no?) móvil para la experimientación científica. Mi padre, que era un genial observador, vio que las hormigas desviaban su ruta rectilínea, sólo por evitar aquellos desparramados granos del mencionado producto natural, “des-cubreindo” así sus propiedades insecticidas.

Y bien, ¿qué es entonces la casualidad? Hay quien dice que no existe, ni como categoría, ni como hecho. Los llamados “pesimistas”, por ejemplo, niegan totalmente sus posibilidades de existencia real. En tal caso, no tenemos que llegar a pensar que un ladrillo caído de un techo en construcción nos ha roto, funestamente, la cabeza en modo casual y por desgracia. Porque, aunque no hayamos tenido en cuenta esta posibilidad, nosotros íbamos necesariamente a pasar por esa calle; el ladrillo tenía, necesariamente, que caer... Y la rajadura craneana (o la muerte como consecuencia en el peor de los casos) son nada de haberse podido evitar: era ese nuestro día de subir al reino de los cielos para sentarnos a la diestra del Seňor. Fin de un programa de vida. Fin de una de las vidas...

¿Y cómo definir, entonces, la necesidad? Todo sucede para bien, decía mi querida bisabuela. ¿Todo está previsto? Volvamos a Arquímides (entrando en la baňera) y a mi padre (entusiasmado ante el cambio de ruta de las hormigas en la meseta). El antiguo genio griego (y lo de “genio” se lo doy por su enorme capacidad de observar y sacarle partido al juego universal del Cosmos) y mi padre son, en tal caso, una y la misma persona en el acto de observar pequeñas piezas de un engranaje que llamaremos “divino” (por denominarle de alguna manera): Leyes entreveradas en condiciones aparentemente casuales. ¿Por qué enfurecernos, pues, al perder el avión por retraso del taxi hacia el aeropuerto?

Jerigonzas del tiempo y del espacio en sus infinitas nupcias. Todos y cada uno de nuestros actos son, tal vez, no más que puntos de una línea suspensiva. Pero continŭus, línea al fin. Y entonces... ¿nada de curvas? ¿No existen? ¿Son ilusiones ópticas?... ¿Nada de precipicios? ¿No existen? ¿Son, solamente, calles rectas que nos unen al vacío? ¿Y el vacío? ¿Nos lleva a algún sitio? Y bien, seamos pesimistas, por qué no...  Recordad que, llamémosno o no como queramos, las palabras, como tal, son parte del juego de tantos iconos que, en esta vida,  nos atan a un barco en  quietas aguas. Y que nos perdemos en el camino, sobre todo, cuando queremos “no ser hormigas” por creer que “siendo hombres” hemos “des-cubierto” la mejor manera de salvarnos como seres errantes. Claro está, podríamos también ser optimistas y jugar en el tablero del por nosostros inventado “azar”... Igual da, siempre que consideremos (y muy en serio) la necesidad de continuar por el camino que los humanos, constructores y responsables del propio destino, nos hemos ya trazado antes de tocar puerto en este mundo real.

No hay comentarios:

Publicar un comentario