PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




lunes, 26 de noviembre de 2012

Un viaje al fin del mundo.




Por Astarté.
León, España.

Miro con nostalgia alejarse el tren que me llevaría al fin del mundo. Me conduciría a la última estación de un largo viaje y lo perdí, por pocos segundos de retraso, lo perdí... Y bien, al parecer, el fin del mundo no era el destino para una llegada inmediata, al menos, no por el momento. He tomado tantos trenes desde que nací que a veces creo que nací sobre los rieles del ferrocarril. Claro que es triste ver, desde el vacío, la perspectiva de las líneas de hierro. Paralelas y convergentes al mismo tiempo. Invitándome a trazarlas por siempre en mi mente.

Para llegar al fin del mundo había comprado un billete con algunos meses de antelación. No me costó dinero, solamente algo de paciencia y de ilusiones, pero bueno, valía la pena. Había hecho un equipaje de esos breves: una mochila cargada de humo. Sí, nada de extraňarnos por lo del humo. Era humo legítimo, residuo del fuego de un viejo horno de carbón. Lo llevaba por si acaso el fin del mundo era trágicamente transparente (ya sabéis que cualquier exceso es horrible). 

Aquella madrugada salí de casa vestida de ladrona. Tenía la total intención de robarme el arcoiris para llevarlo conmigo durante el viaje. Y es que no me pueden faltar los colores. Y no sabiendo si en el fin del mundo tendría que ponerme a pintar libros de cuentos, pues... Nada, que al final, el arcoiris no pesa tanto y se puede llevar escondido en algún bolsillo. Había llevado también algunos viejos discos de Nat King Cole; los mismos que escuchaba en mi niňez en el tocadiscos de plato. Un cajón con recortes de revistas de moda (¿para las pasarelas de los ángeles?) y una llave maestra, de esas que abren cualquier puerta. No sabía a qué hora llegaría exactamente. Y a lo mejor, encontraba la entrada ya cerrada. 

En fin, que tras preparar este percurso definitivo, con fatiga y emociones perdí el tren. Dicen mis amigos que me sucedió por ser demasiado ingenua. Porque a nadie se le ocurre ponerse a mirar las estrellas y el reloj al mismo tiempo. Y yo así hice. Me puse a contar las luces que encontraba en el cielo de la madrugada, buscando a Venus, qué sé yo... ¡Tonta y mil veces tonta! No se puede intentar viajar y soňar, simultaneamente, sin incurrir en pérdidas catastróficas. Aunque, a decir verdad, no lo lamento del todo. De trenes tengo ya tanto que tal vez éste no era el más apropiado para llegar a las fronteras del cielo. Esperaré. Este banco de madera es bastante grande. Hay sitio para todos.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Filosofando: La percepción y la poesía.



Por Astarté.
León, España.

La teoría de los colores de Goethe se opuso a la newtoniana (aquella de la descomposición espectral de la luz blanca en siete colores esenciales). Para estructurar su teoría, Goethe tomó como importante punto de referencia la experiencia de artistas-artesanos como lo fuera el gran Leonardo da Vinci,  quien establecía una distinción entre los colores de la luz (amarillo o rojo, por ejemplo) y los de la sombra (entre estos el verde y el azul). Goethe oponía, en otras palabras, la experimentación empírico-instrumental de la luz a la llamada "observación sensorial y perceptual" (véase para mayor información: http://www.ojocientifico.com/2011/03/06/teoria-del-color-de-goethe).
Nada extraño que el ojo del poeta vea más allá de lo que pueda ver el ojo del científico. Y nada extraño tampoco que tengamos días grises y noches blancas. El ojo del poeta (vale decir, "el ojo de la aguja" por donde el poeta penetra para rescatar imágenes o estatuas petrificadas en el mundo imago) no ve, sino más bien, siente. ¡Ánimo por ello, venga!... Ánimo para nuestras tardes ocres. Es que somos todos y cada uno de nosotros poetas, aunque no lo sepamos. Bastaría, pues, tomar un pincel o una brocha en la mano para cambiar los colores de la sombra. Bastaría un breve paso de nuestra conciencia, de la sombra a la luz. Sin olvidar, claro está, la importancia de los contrastes. Sin olvidar que no hay luz sin sombra y viceversa.

ORGASMO.




Por Astarté.
León, España.

y desde la humedad como campana viajo
al son del orgasmo hacia el centro
de tu más sensible zona
que es igual a decir
hacia la terminación de la escala
más tibia de tu cuerpo
y entro en ti
en el preciso instante en el que vibras
y vienes con tu fuerza
me voy a nadar
atravesando mares y anclando en tu puerto
mojada como un pez
que perdió el rumbo entre las olas.

Aquellos polvos traen estos lodos: Comentario a la obra de un joven autor.




Por Astarté.
León, España.

Era una jovencita “imberbe” (si este adjetivo puede usarse también en el caso de las mujeres) cuando dejé aquella que había sido la casa-internado colectiva de una generación de también “imberbes” condiscípulos. En 1979 se graduaba el primer grupo de estudiantes de nuestro colegio, institución escolar proyectada en los años ‘70 por algún “iluminado” que, mirando al futuro, concentrara su atención en un objetivo pedagógico preciso: el “principio martiano de estudio-trabajo”[1]. Entre paréntesis, acabo de leer una noticia en la cual se anuncia la “desactualización” de la aplicación pedagógica de este principio  (causa demasiados problemas económicos que ocasiona al país)[2].

Nuestra escuela, sin embargo, tenía una característica especial: en ella se había concentrado un número estimado de estudiantes con altos promedios académicos. El “objetivo social” era el de orientar la vocación de estos jóvenes al estudio profesional y al servicio de la Revolución. Algo así como una especie de escuela de “excelencias”, cuyas mentes y acciones estarían controladas y vehiculadas hacia el porvenir de la Nación socialista. Esta escuela existe aún: es la llamada Escuela Vocacional “Carlos Marx” de Matanzas (provincia de Cuba). Vale aclarar el hecho de que este tipo de escuela no era (y no es) exclusivamente matancera: cada provincia cubana tiene una similar con su propio nombre. En fin, pienso que lo mejor que nos quedó a los que allí estuvimos “internados” durante cinco años de nuestras “imberbes” vidas ha sido un profundo sentimiento de solidaridad humana, no se sabe bien por qué, aunque se supone que este vincǔlum trascendental sea una consecuencia de una relación vital extraordinaria que puso nuestras adolescentes beldades delante de alternativas y circunstancias existenciales difíciles de olvidar.

Después de tanto tiempo de distancia y separación entre sus miembros, gracias a internet y a la iniciativa de un querido ex-condiscípulo y amigo,  se ha creado un sitio, cuyo propósito es aquel de reconstruir y dar continuidad a la historia de una escuela que, repito, todavía existe, si bien muy lejana en tiempo e ideales de aquella que fuera nuestra escuela de los años ’70. Este sitio puede ser visitado por los antiguos y actuales miembros del centro (y no sólo por ellos) en: 

Navegando a través de sus páginas, hallé la publicación de una novela escrita por un ex-estudiante de la Vocacional de Matanzas. Se trata de El plano y la brújula, del autor Francisco Zaragoza Zaldívar. En ella, el escritor hace galas de conocimientos históricos bien precisos, recreando, con técnicas narrativas excelentes, la atmósfera política y socio-cultural de lo que fuera el dominio colonial español en la Isla de Cuba a fines del Renacimiento e inicios del Barroco...


El plano y la brújula, de Francisco Zaragoza Zaldívar:

¿Novela policíaca?...
Corría el año 1595. Tres crímenes de aparente delineación profana, descubiertos en cadena, desenlazan el ir y venir de acontecimientos, muchos de estos en retrospectiva, abriendo y cerrando en círculos las relaciones entre esclavos, indios, colonizadores y foráneos sedientos de poder y de venganza política. Una descripción pintoresca; pinceladas caleidoscópicas que delinean la configuración del humano-viviente en la Cuba sincrética (y simbiótica) de aquel período de nuestra historia. Claro que “aquellos polvos traen estos lodos”... Todo esto y mucho más: futuro y pasado se enganchan en el híbrido del presente más actual de la realidad cubana, metamorfosis total. La posibilidad de “engendrar” un nuevo ser, más capaz (física y anímicamente) de ejecutar su poder sin reparar en  las “bagatelas” que los problemas de salud puedan ocasionar al organismo biológico del ser humano. La ciencia médica (leader) junto a la alquimia y al naturalismo, anticipando el nacimiento de una época que aún distará algo en el tiempo (la de Baruch Spinoza y de las ciencias del S. XVII); mientras tanto, la mente matemática de un sabio arquitecto-astrólogo que pronostica (a través de un juego enigmístico) aquello que será el fracaso de la metrópoli española en sus colonias de El Caribe. La venganza contra el poder inquisidor y contra las injusticias de los gobernantes “gallegos” en la Isla deviene proyecto arquitectónico individual para la organización de un crimen perfecto. Todo ello, en medio del sabor y del ritmo sincrético de orgías que atraviesan el océano desde los grandes palacios nobles europeos, llegando a las tierras tórridas caribeñas, asumiendo la defición del engendro (india-negra-mulata insular + blanco peninsular) que baila al son del tambor y del rock latino... Una temporalidad sin parámetros rígidos, coordenadas que saltan en torbellinos desde el mar hasta el centro de la noche en el monte cubano. Y todo ello, bajo los ojos penetrantes de una trilogía sacra y profana al mismo tiempo: fe, esperanza y Caridad (del Cobre; Caridad la negra; Caridad, la Isla de Cuba...).
Gracias a Francisco Zaragoza Zaldívar por las horas dedicadas al regocijo del lector. Y sobre todo, ¡suerte, joven escritor!... Es lo que más necesitamos, también yo y todos los escritores sin rumbo, caminantes en el aura de nuestra soledad. Y a vosotros, lectores en espera de buenas publicaciones, paciencia... ¡Mucha paciencia!


[1] He tratado de encontrar con precisión el texto o documento en el cual José Martí enunciara este principio didáctico. Seguramente existe, pero yo no lo he encontrado. No me han dicho nunca en qué fuente puedo leer este enunciado. Preciso de informaciones más detalladas. Gentiles lectores, ¿podéis ayudarme? Gracias.
[2] SE LEA EL ARTICULO: El gobierno desmantela las brigadas estudiantiles de verano en: http://www.ddcuba.com/cuba/5985-el-gobierno-desmantela-las-brigadas-estudiantiles-de-verano

martes, 20 de noviembre de 2012

Cogito ergo sum.







Por Astarté.
León, España.

Pienso luego existo. Y existo porque pienso. En ti, en mí. En el preciso momento de  máxima brevedad los cuerpos se disuelven y vuelven a su estado líquido. Las ideas, entonces, se amalgaman. Y se agrupan en la viscosa y elemental sustancia, fuente de la vida. Veo allí, en el charco seminal, pequeňos y veloces cuerpecillos en forma de peces. El mar sigue siendo el principio y el fin del pensamiento que vuela. Y escapa como manantial salado a través de ventanas  llamadas mónadas, quién sabe bien por qué. Y desde la marea, con la fuerza que me dan las olas, salgo a la calle. Me precipito en las atrocidades del asfalto. Y pienso de nuevo, ahora en la gente que va y viene sin saber bien a donde. La calle está mojada. Llueve. Y de nuevo, agua. Anónima fuente de la vida. La lluvia corre por los desniveles de la acera, para llegar al subterráneo de una fosa. Y allí, en el pestilente territorio de los residuos públicos, de nuevo agua... Fuente de vida que retorna en forma putrefacta: todo  resurge en malditas y benditas manifestaciones, regresando a la matriz de un sueňo. La lámpara de noche es de aceite. Imagino tu cara. E imagino porque pienso. Y pienso porque existo. Dime, entonces, si puedes, dónde está la llave que dejamos colgada entre la calle y el salitre. Mis ideas van y vienen. Se agolpan sin parar en el torrente de la sangre que circula por mis venas. Y a través de ventanas abiertas que se cierran a mi paso entro de nuevo. Cierro mi cuarto. Me sumerjo en el blanco y humilde espacio de la buena memoria. Y otra vez, tu cara. Tu boca que humedece mi piel y susurra a mi oído el canto de un pájaro nocturno: Cogito ergo sum... ¿Ha sonado el reloj? No creo.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Filosofando: El maquillaje.




Por: Rosa Marina González-Quevedo (Astarté)
León, España.


Mujeres de la vida... ¡Vaya frase!... Y bien, el lenguaje regularmente nos engaña, sobre todo cuando usamos frases hechas. Pues todas las mujeres son “de la vida”, aun aquellas que se esconden en nuestra fantasía (la de las propias mujeres) o en la de los hombres (¿de erotismo se trata o de algo más?). Pero todas son (somos) “de la vida”. Y cambiamos un día por otro; es decir, vivimos día a día. E insisto en que las frases hechas del lenguaje a veces nos confunden, precisamente por estar hechas para situaciones culturales y sociales específicas y por ser un resultado del uso y abuso de los significados que cada pueblo o cultura otorguen a las palabras.

Mujer de la tribu de los Surma, Etiopía (Valle del río Omo)
Hoy dedico un minuto de especulación para recordar un título alguna vez mencionado: Filosofía en el tocador, sin que ello signifique un enlace mental entre maquillaje y sexo. Más bien, reflexiono sobre el maquillaje, a sabiendas que en el planeta Tierra hay féminas que, por razones de la vida, omiten el acto de sentarse delante de un mueble llamado TOCADOR para maquillarse.

De las raíces histórico-culturales (milenarias) del acto de maquillarse se ha hablado bastante y llueve información suficiente en bibliotecas reales y virtuales. Sabemos por ello que existen  múltiples posiciones que, bien desde tronos elevados o bien desde un contacto mucho más directo con Madre Natura, establecen patrones estéticos para juzgar la belleza o la condición social de una mujer maquillada.

Factores comunes en la aplicación de los recursos para SER BELLA sí, por supuesto, los hay: El fango ha sido y es, por ejemplo, un elemento que no escapa al tratamiento del cuerpo bello. Sus propiedades minerales y su energía (absolutamente vinculadas al don de la fertilidad) explican su uso como la mejor de las mascarillas o como espléndido recurso para masajes corporales y hasta como parte misma del tocado (laca excelente para las mujeres de muchas  tribus, las cuales se engalanan con fango para volverse atractivas). ¿Extraño para el mundo occidental esto del fango en el peinado? ¿Es fea o repulsiva la mujer que se peina con fango?...

Niña yanomani del Amazonas.

Acabo de leer algo sobre el maquillaje de Cleopatra, la cual se dice que usaba pequeñas dosis de plomo (mineral con referencias a propiedades benéficas para el sistema inmunológico) para sombrear sus párpados (glamour llegado a nuestros días, aunque no usemos el plomo...). Y más que conocidos son los baños con leche de burra de la reina de Egipto. Bueno, ella se los podía permitir... Pero, en todo caso, no todas (o todos) nos sumergiríamos en leche de burra sin antes experimentar un cierto rechazo y, en algún caso, hasta repulsión, tal vez por tener más que establecido el patrón mental de la leche como elemento para la nutrición a través del aparato digestivo y no a través de nuestro sistema cutáneo.
Geisa japonesa.

Lo histórico del arte del maquillaje también nos conduce a la búsqueda de maquillajes históricos (o sui géneris), entre los que llaman mi atención los del diseñador británico Alexander McQueen (honor a su fantasía y a su memoria), o a la importancia concedida al maquillaje de los muertos (desde los egipcios hasta nuestros días). 


Tocado del diseñador Alexander MC Queen.

Y en este último caso, el maquillaje deja de atañer solamente a las mujeres de la vida, viajando más allá de la vida y del género femenino, hasta convertirse en parte de un rito universal, el de la vida en el “más allá”. En fin, el poder CÓSMICO de los colores y el arte de la COSMÉTICA: la magia de la luz “descompuesta” en un arco-iris de razones para hablar del maquillaje, aún cuando las mujeres lleven la cara lavada o cuando los hombres no establezcan una relación entre pertenecer al género masculino y tener la cara “pintada”. Histrionismo (el teatro, las máscaras) y  universo; vida y muerte; colores.




viernes, 16 de noviembre de 2012

Homenaje a un poeta.



Por Astarté.
León, España.

Los sentidos nos obligan a creer que el vacío forma parte de la Nada. Dulces personajes del teatro, falsos ídolos... Pueden engañarnos en cualquier parte de la escena (y también llevarnos al mejor de los placeres, claro está). Hay, para colmo del engaño, un sentido emocional, el del vacío. Ese que suele desviarnos del camino más aún: me refiero al sentido de la vacuidad, que nos hace ver y escuchar paredes llenas de ecos sin retorno. La carencia de afecto, el sentirse un ser vacante... Hay quien podría definir todo esto como "el sentido de la soledad". Estar solo, sin embargo, podría ser no más que el efecto (¿errado?) de mal sentirse solo, gracias al poder inmediato que sobre nuestra conciencia ejercen los sentidos. Tal vez sea que el ser humano esté desprovisto del talento de las piedras, de los ríos; del talento de un oasis en medio de un desierto... Tal vez sea eso. 

Un poeta, sin embargo, es poeta cuando pisa el vacío. Cuando penetra y se adentra en el territorio de lo invisible y besa la trama de lo que huye de los juguetones sentidos. Su talento pisa los talones a la sombra de los seres impalpables en el mundo imago. Sabe reconocer la desmedida melodía de las notas del silencio. Busca lo que no podría encontrar en salones agredidos por el sol. Y encuentra los hilos invisibles del canto del Universo. Y escapa, en un golpe de a-temporalidad, a la ausencia del espacio que no ve, que no toca, que no siente. Y lo mejor del caso es que, sin darse apenas cuenta, regresa a su pluma de oca en el tintero. A pintar la imagen apenas rescatada. Y cito, como homenaje a un poeta:

Imaginamos a menudo haber agotado las diversas formas del querer con el amor del hombre por la mujer, por sus hijos, por sus amigos, y hasta cierto punto, por su país. Ahora bien, precisamente en la lista se halla ausente la forma de pasión más fundamental, aquella que precipita el uno al otro bajo la presión del Universo que se cierra a todos los elementos del Todo. La afinidad, y como consecuencia, el sentido cósmico.
El amor universal ya no es algo psicológicamente posible, sino más aún, la única forma completa con la que podamos amar.


P. Teilhard de Chardin
El fenómeno humano.