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Cada época imprime modas y modos de pensar y hablar. Así sucede en el presente histórico, en el que vivimos asediados por tantos y variopintos "apremios cotidianos", esos que precisamente no son los de levantarnos cada día y respirar y mirar el sol y tomarnos el café madrugador. Me refiero, más bien, al contorno invadido por las redes sociales, por la IA (¡bienvenida sea esta al mundo del Homo Sapiens, a quien dicho sea de paso van disminuyendo las fuerzas para luchar contra el monstruo informático!) y por las metas impuestas por la necesidad de triunfar económica y moralmente en medio de la más atronadora desolación emocional.
Buscas siempre palabras retorcidas para expresar una idea, podréis decirme. Y entonces callo. Callo y pulso el play de un equipo anti-informático y estrictamente natural: la memoria que reproduce ciertas imágenes percibidas en mis últimas vacaciones.
No sé si os habéis percatado de que hoy en día frases como "conócete a ti mismo" o "búscate y encuéntrate en lo más íntimo de tu ser" se han convertido en frases de moda, cuando en realidad no son más que verborrea carente de sensatez, sobre todo por no saber que no sabemos ni siquiera cómo hacer para conocernos a nosotros mismos. De ahí que nos parece "coincidir" con congéneres (entiéndase análogos o semejantes) que no reúnen las características del "ser humano común idealizado". Veamos la siguiente situación: estamos tomando un café en un bar del puerto y llega una chica ataviada con chaqueta de cuero y falda de tul, mochila al hombro, flauta en mano y entonando una melodía que suena a iniciación druida. Ella parece vivir en otra dimensión, incluso cuando nos advierte que "es un ser humano aunque no lo creamos". Y entonces pensamos ¡vaya tía extraña! Y una vez tomado el café y liquidada la cuenta, nos levantamos y echamos a caminar por el paseo marítimo del sitio en el que felizmente estamos vacacionando y… ¡vaya!, ahora hay un hombre -que al parecer no tiene más de treinta años pero que aparenta el doble de edad- tirado en medio de una calle por la que transitan los coches, no porque se ha desmayado o le ha venido un infarto, sino porque la droga acumulada en su cerebro le ha dado órdenes de hacerlo. Y luego, al día siguiente, siempre tomando un café, "coincidimos" con un trovador ambulante y alcohólico (lo delata la botella de whisky de la que no se desprende durante todo su concierto callejero) que canta canciones de contenido social y que no tiene ni público ni monedas en la tapa de su guitarra, porque la gente a su alrededor necesita seguir bebiendo su café sin escuchar el lamento de un condenado a morir de pena.
Hoy en día, decenas de cursos de maindfulness se han puesto de moda en nuestra ciudad. Estos (en su mayoría con buena voluntad, respetando la moda de enseñar a buscarnos y a encontrarnos en nuestro interior) nos instruyen hacia cómo conectar con nuestro cuerpo y a observar nuestras virtudes y defectos como seres únicos e irrepetibles, respetando la norma socrática CONÓCETE A TI MISMO, una frase que en poco tiempo también se ha puesto de moda para el ser humano que apenas logra creer que él y esas sombras con las que ha "coincidido", tomándose un café, son encuentros con los agregados que habitan en su subconsciente.
Extraños encuentros no son coincidencias sino, más bien, imágenes salidas del esperpento que habita en nosotros y que la IA no podrá jamás llegar a reproducir en su complejidad.
Nos vemos sobre la marcha, amigos.