PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




sábado, 22 de junio de 2024

CUENTA CONMIGO REGRESA PARA ESTAR ENTRE EL MAR Y EL CIELO


 

     

Después de casi dos años de silencio (la última entrada en este blog data del 30 de agosto de 2022), regresa a su actividad Cuenta Conmigo; retorno que llega sin prisas ni propósitos trazados de antemano, sino por locura del pensamiento y sobre todo como reconquista del poder que la red nos ofrece para escribir sin normas editoriales ajenas, siguiendo solo aquellas que dicta el corazón. Cuenta Conmigo regresa y espera ser un espacio en el que sinceridad y creatividad se den la mano; regresa, sí, en esta ocasión para saludar a sus habituales lectores (estos se preguntarán por qué los autores abandonamos nuestro blog así, sin ton ni son, interrogante para la que no encontramos una respuesta satisfactoria…). Pero también regresa porque tiene una cuenta pendiente con mi último libro de poesía titulado Entre el mar y el cielo (Ediciones Insurrectas, 2024).

Entre el mar y el cielo es un poemario intimista en el que las vivencias renacen y caminan en sus múltiples direcciones multiplicándose en el acto del recordar. Representa un recorrido poético por etapas de la vida de su autora y conduce al lector a observar imágenes que definen, en buena medida, el sentir y el ser de una generación. Entre los principales temas propuestos, destacan el de la frustración personal y la destrucción de ideales en una isla que se pintaba —e irónicamente aún se pinta— a sí misma paradisíaca, la necesidad del autoconocimiento y la superación de falsos conceptos, la rebeldía y la disidencia, la búsqueda de la libertad de expresión y de conciencia, la decisión y el acto de emigrar unidos al extrañamiento existencial que ello supone, la nostalgia por la tierra que se ha dejado atrás y la aceptación de la distancia y del pasar del tiempo. La memoria es la célula matriz que mantiene viva la expresión poética de quien juega a reconstruir instantes de su infancia, espacios geográficos de antaño, estampas familiares, experiencias sentimentales y lazos culturales que aparentaban ser indestructibles. Sin embargo, todo cambia. Por consecuencia, la memoria no es suficiente para atrapar, en fotogramas inertes, el discurrir del río de la vida. Sobreviene, pues, el sentimiento de pérdida unido al inevitable reconocimiento de que somos siempre diferentes de lo que hemos sido. El ciclo de la lluvia es símbolo recurrente para representar la transformación continua del ser. El mar y el cielo, por su parte, representan las fronteras entre la tierra natal y la extranjera y, a su vez, puntos de referencia para el corazón que se lanza al vuelo en su búsqueda de la felicidad. Sin embargo, Entre el mar y el cielo no es solamente una recopilación de evocaciones personales, sino un libro que invita a viajar al horizonte para encontrar el desconocido y amado ser humano universal que somos. Reflexionar queda de vuestra parte, queridos lectores.

A continuación, os dejo uno de los poemas contenidos en el libro. Confieso que es uno de mis favoritos por tratarse de una evocación tan nítida que puedo tocar y percibir cada espacio en él narrado: nací en una ciudad de mar de una isla del Caribe. En torno a mí todo olía y sonaba, todo estaba vivo y lleno de misterio. El barrio pertenece a ese período que hoy archivo en el file de mi ayer inconsciente pero feliz: mi infancia. El barrio es, en fin, una imagen viviente que respira y me observa desde el mundo etéreo donde sé que indiscutiblemente existe.


El barrio

  

De todos mis amores

recuerdo el gato amarillo de mi infancia

que mi madre bañaba en el lavadero del patio

y luego el muy cabrón

 aún mojado

se metía en la carbonera.

Poco me inspiraba entonces

lo que sucedía en casa

porque la alegría y la razón de mi inocencia

estaban en el barrio.

 

 

Una calle ancha cual ancha puede ser cualquier calle de contornos marinos.

Acicalada para un concurso de luciérnagas nocturnas y sapos gigantes,

vestida de parterres en los que respiraban las adelfas y crecía un flamboyán.

De añil se teñía su techo aun en tardes de lluvia. Y al llover,

el aire olía a tierra primitiva. O a lecho de musgo. O a ambos.

 

Aún recuerdo aquellas puestas de sol sobre el sinfín de arrecifes

en su cita con las nubes en la costa, a pocos metros de la carretera

en la que una mañana atropellaron a mi perro.

Me dejó en su testamento sus cánticos de amigo.

Mi perro,

el primero de todos los demás que llegaron a mi vida.

 

En el barrio los niños nos lavábamos la cara en los charcos.

Jugábamos con palos y piedras a la guerra de pandillas y escondíamos

las armas en un solar yermo minado de cacimbas en las que tarántulas

hambrientas aguardaban la llegada de apetitosos ratones de cuneta.

 

Una pequeña plaza de madera pintada de verde era asilo de gallinas

expertas en cazar cucarachas. Choza de amantes noctámbulos adornada

con botellas rotas e invadida por montones de mazorcas de maíz podridas

la placita le decía a aquel refugio de gatos militantes de la luna siempre

a la espera de un ágape real a base de ratas pululantes—.

 

Sentado en un muro bajo mi abuelo solía tomar el sol junto a otros viejos.

Miraba de reojo su reloj de bolsillo y decía es pronto aún y se chupaba

de un trago un vaso de aguardiente para refugiarse en los tiempos del son

y las casacas de dril cien. En su imaginario deambular por otros mundos,

paseaba con camisa almidonada por las avenidas del recuerdo y fumaba

un puro más largo que su memoria.

Mi abuelo,

el excéntrico,

el poeta.

 

Y ahora

que los peces de la costa

sobreviven en las algas que otros peces engulleron

más de medio siglo atrás…

 

Y ahora

que la alegría y la razón de mi inocencia echaron a volar

al universo de los imponderables seres de la imaginación…

Me duele confesar que alguna vez pasé por el barrio

y que apremiada por la hora de tomar el tren

dije al taxista sigue de largo, no es este el lugar.


 

Espero que este regreso sea un nuevo punto de partida. Eso deseo. Y los deseos son llamadas del alma. 

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