Silencio Foto de uso gratuito bajo licencia de Pixabay. |
¡Tranquilos, amigos míos!, mi intención no es escribir frases rebuscadas ni pedirlas a cambio en SOBRE LA MARCHA, nueva sección de Cuenta Conmigo. Más que nada, aspiro a declarar lo que me nace en el corazón sin entrar en reflexiones ni disquisiciones. Por cumplir con compromisos sociales, olvidamos a veces la importancia de estar con nosotros mismos; manipulados por el miedo del qué dirán los demás, nos precipitamos a realizar acciones en las que creemos que nos va el prestigio y el éxito. Y así, un buen día, terminamos escribiendo discursos viandantes que en su mayoría acaban durmiendo en el cesto del bla bla bla. Al final, nada hemos dicho de la felicidad, si somos felices o no. ¿Lo somos?
Por supuesto, me podéis requerir diciéndome que este artículo tiene un tono poético en el que abundan oscuras metáforas y que, por ende, no hay claridad expresiva en el texto y que… ¡Blam!, es mejor cerrar la puerta y pasar página. Sin embargo, la prisa nunca es buena consejera y antes de hacer juicios os invito a deteneros en el tema propuesto: el diálogo con el silencio. ¿O acaso no es cierto que el silencio habla y nos dice todo aquello que transmite el corazón?
Soy una mujer que ha pisado ya la habitación de su sexta década y hasta ahora no he hecho otra cosa que andar a trompicones por este mundo. No obstante, a pesar de mi inconsciente ir y venir, he logrado una vida privada en la que entran hogar, trabajo, presente y memorias. ¿Y de mis anhelos? Pues bien, desde muy temprana edad descubrí mi pasión por la escritura y daría siempre un paso por delante de mí misma para dedicarle el alma. Todo sumado, puedo decir que soy feliz: a día de hoy tengo un compañero de vida de quien aprendo y a quien amo, amigos con los que comparto acontecimientos placenteros y (desde luego) también tristezas, una gata tierna y malcriada que nos presta la casa para que vivamos en ella, viajes y comodidades. ¿Fracasos?; estos también, desde luego: la distancia de mis seres queridos y viejos amigos y la sensación de ausencia generada por ella. En fin, experiencias alcanzadas a golpe de martillo, pérdidas y logros, muchos proyectos en mi cabecita y otros elementos que entrarían en una larga lista del qué he hecho y del qué hago. Sin embargo, si algo hay de grandioso en mi vida, lo es el descubrimiento de la necesidad de vivir en mí guiada por un viejo amigo: el corazón. Quizá ello explica por qué me resulta imprescindible sacudirme las alas y respirar profundo para continuar mi vuelo.
Necesito soledad para conversar con el silencio. Este, por su parte, me dice que hasta que no eche de mi casa a mi importancia personal no seré totalmente libre y que sin libertad no hay cielo. Por ser tan sincero, le he creído. ¡Vaya amigo que tengo escondido en el pecho, este corazón que será el último en decirme adiós antes de partir al infinito! Mientras él lata, aquí estaré… Y sí, aquí estoy, en diálogo con él, tomando nota desde este rincón de mi escritorio.
¡Nos vemos SOBRE LA MARCHA, amigos!
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