PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




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jueves, 9 de junio de 2022

"LOVE FOR SALE" (COSAS QUE HE VISTO EN LA HABANA)

 


LOVE FOR SALE



Tras un mes de estancia en La Habana, hace pocos días regresé. Hacía más de tres años que no iba a esa isla a la que mi pensamiento me conduce —siempre o casi siempre o de cuando en cuando— por razones genealógicas y culturales. Los preparativos del viaje habían sido minuciosos habiendo considerado, de antemano, las difíciles condiciones económicas y sociales del país. Entre paréntesis: decir quiero que no soy partidaria de hacer análisis alguno sobre las causas de tales deplorables condiciones, para qué, total. Deseo, sin embargo, relatar algunas de las vivencias que allí he tenido y que he archivado en mi pensamiento (¡ojalá que mi inteligencia emocional las procese en el mejor modo posible!).


 ¿Tienen mis recuerdos algo que ver con mis más recientes vivencias en una ciudad que otrora brillara en mis sueños? Desde luego, sí. Y es que en La Habana perviven, —intactas cual fotografías del archivo histórico— huellas urbanísticas del pasado. La Habana Vieja, por ejemplo, conserva espacios impecables que nos hacen creer en la magia, calles en las que emanan efluvios de atemporalidad (lo colonial en el entretejido del tiempo inalterable)… ¡Oh, vieja Giraldilla, que desde la punta del Castillo de la Real Fuerza etiquetas las mundialmente conocidas botellas de Havana Club! ¡Oh, Castillo de los Tres Reyes del Morro, que aguardando la entrada de un viejo galeón, hoy solo esperas  barcos con pollos congelados, importados de Canadá! ¡Oh, calles empedradas, solitarias, mudas por no poder gritar! ¿A dónde ha ido a parar vuestra energía de ayer?


Real Fuerza con la Giraldilla

 

He visto contrastes, sí. Por ejemplo, he visto deambular la miseria por los barrios habaneros.

Miseria en un barrio habanero

 A su vez, he visto que algunos locales privados logran mantener el orgullo de lo que podría ser la Habana que no es. Interesantes propuestas de mercado son estos locales; en su mayoría restaurantes, hostales y tiendecitas de artesanado que relucen, cual gotas de agua al sol, en el casco histórico de la ciudad. ¿Cómo lo hacen? ¿Cómo han logrado subsistir cuando la mayoría de la población vive desesperada a la búsqueda de «picadillo extendido» (denominación local lingüísticamente intransferible a otros registros diatópicos) y leche en polvo? Pues sí, tremenda incógnita esta, aunque… ¡Enhorabuena tengan los pocos que triunfan a pesar de la tormenta!; ¡enhorabuena a los que han logrado sobrevivir!; sobre todo, por la genialidad con la que gestionan negocios en los que se mezcla el vintage decorativo con la alta tecnología (muestra de que el eclecticismo cubano es imperturbable).

 

Restaurante privado H. Vieja

 

Restaurante privado H. Vieja

  Mi pregunta es la siguiente: esos que han triunfado, ¿qué veden? O mejor dicho, ¿a quiénes venden? Supongo que, más que a la población, venden a un turismo hoy reducido a sombra en la capital caribeña. Venden, en fin, La Habana que podría ser aún…, algún día, quizá. Eso sí, algo me ha quedado claro: más allá de vender la imagen de esa Habana que podría ser, los habaneros tratan de vender para subsistir. Y así, venden lo que tengan a mano, incluso la memoria. Venden, por ejemplo, aquellos sillones en los que se sentaban los abuelos… y hasta sus casas con todo lo que hay en su interior. Venden, en fin, el paraíso que otrora imaginaron, hoy disuelto en el incomprensible caos. Venden el amor cargado de recuerdos, ese que hoy ha pasado a ser un artículo de lujo ante la cruel necesidad de aliviar el hambre. Venden todo, menos la luz.


© Rosa Marina González-Quevedo


domingo, 17 de octubre de 2021

«AMANDA» Y UN TRIÁNGULO URBANÍSITCO: LAS TRES CASAS DE LA HABANA

 



Hoy trazaré el triángulo urbanístico de la capital cubana en el que se encierran tres de las principales casas descritas en «Amanda». En primer lugar, para comenzar a trazar dicho triángulo, haré referencia a la mansión que describo como «Casa del dragón», ubicada en el mítico Paseo del Prado entre las calles Ánimas y Virtudes. 

Supongo que su construcción data de finales del siglo XIX y principios del XX (en la foto aquí publicada, la fecha de construcción del edificio ha quedado cubierta por la estatua del dragón que sobresale de la parte más alta de la fachada). No obstante, debo confesar que —aunque en todo momento trato de ser fiel a la Historia— la fecha no fue lo que más me interesó para escribir algunos capítulos de «Amanda»: a decir verdad, lo que más llamó mi atención fue la estatua del animal mitológico, que parece echar a volar. Hoy, la Casa del dragón ha sido pintada con dignidad, igual que esas damas octogenarias que intentan atrapar la belleza perdida a base de colorete: lo que ayer fuera una espléndida casona de tres pisos hoy habla de destrucción, abandono y miseria; habla de la Habana que fue y que insiste en seguir siendo con la esperanza de resurgir de las cenizas. Sin embargo, en las páginas de la novela, opulencia y majestuosidad colman el inmueble… y la joven y sensual Amanda se asoma al balcón para saludarnos con una de sus enigmáticas sonrisas. ¿Será que el viejo dragón del Sil encontró cabida en el Paseo del Prado habanero y propone al lector alguna leyenda urbana?


Luego, saliendo de la «Casa del Dragón», transitamos por calles que desembocan en la esquina de Habana y Chacón.

Allí, encontramos una espectacular construcción neoclásica pespunteada con figurillas mitológicas y con fachada en forma de quilla. En su entrada principal se distinguen dos grifos custodiando un escudo nobiliario (perteneciente, sin duda, a alguna de las tantas familias aristocráticas de la urbe colonial). Y sobre el escudo, como timbre heráldico, un yelmo orientado hacia la izquierda; en fin, una fachada cuya arquitectura habla de quienes la habitaron: «… el yelmo, timbre que utiliza en sus escudos tanto la nobleza titulada, como la no titulada, así como los escuderos. (…) Dependiendo de la dignidad del caballero pueden ir dispuestos de frente, terciados u orientados a la izquierda (siniestra). En el caso de que estén orientados hacia la derecha (diestra) indican la condición de bastardo del noble al que representan» Véase: https://www.gabinetedeprotocolo.com/timbres-heraldicos-dignidades-titulos-nobiliarios/). Tengo que declarar que he pasado horas intentando obtener información sobre la historia de esta casa, sin éxito alguno. A mi entender imaginario, algún fantasma pulula entre sus paredes. Eso sí, en «Amanda», el misterio encuentra su mejor forma en el personaje que la habita: Ela Schatz, a quien haremos alusión en otro momento.


Por último, cerrando el triángulo, nos llegamos a la casa del Marqués de Prado Ameno (actualmente, uno de los hoteles más antiguos de la Habana Vieja). 

Según la información que he encontrado, tal título nobiliario había sido otorgado por Carlos III, en 1786, a un habanero conocido como don Nicolás de Cárdena Vélez de Guevara y Castellón (longaniza genealógica que Luis no logra comprender jamás). Pero la información que más podría interesar al lector es que, en la época en que se desarrolla la trama, la mansión era propiedad de Ernesto José Sarrá Hernández, hijo del fundador del mayor imperio farmacéutico en Cuba. Así, Ernesto Sarrá se convierte en uno de los tantos personajes históricos que, en la novela, entran en el círculo de la ficción para entretejer esas coordenadas espacio-temporales que, según Ela Schatz, son puntos de una tela de araña.

Como veis, en «Amanda», las casas de la Historia cobran nueva vida en esa realidad llamada «dimensión de Imago». Transitar de la realidad a la ficción no es, pues, estrategia der quien escribe, sino demostración de que los hilos de la trama universal son infinitos. Todo es posible.

jueves, 15 de julio de 2021

"AMANDA", NUEVA NOVELA EN EDICIÓN

¿Mi nueva novela? Sí. Las páginas de Amanda ya se cuecen en la editorial. No os daré, por ahora, detalles de su salida a la luz (es mejor gozar ese momento en modo "¡¡¡SORPRESA!!!"). Eso sí, a modo de aperitivo, os iré familiarizando con algunos elementos de interés que tienen que ver con la trama, escenarios y personajes. 

Hoy, por ejemplo, os quiero anticipar algo: Amanda es una novela que os llevará de la mano a dar un gran salto de la Galicia profunda a la reverberante urbe habanera. 

Si habéis visitado la Ribeira Sacra y el cañón del río Sil, habréis visto que, en sus quietas aguas, yace un dragón dormido. Quizá sea este el último ejemplar de una raza de dragones que alguna vez pobló el ancestral sitio. Yo, por mi parte, puedo imaginarlos volando sobre los tejados de las aldeas vecinas y llenando a sus pobladores de terror. Y sí, hubo cazadores de dragones que combatieron contra ellos hasta darles muerte. Lo que muchos no saben es que una de las bestias quedó allí, sobre las aguas, aguardando la llegada de Luis (protagonista principal de la novela) y de su madre (Ángela).


DRAGÓN DEL SIL


Y ahora, entremos por instante en Amanda. Viajemos a la Parroquia de Santa María de Torbeo. Corren años difíciles. Ni siquiera, la famosa bruja Fliomena Árias ha podido prever -en toda su magnitud- la catastrófica situación de hambre, enfermedad y desolación agravada, mucho más aún, por la Guerra Civil. No queda otro remedio: Luis, joven apasionado y lleno de ilusiones, buscando salida a su miserable vida, emigra a Cuba.

Así, La Habana se convierte en su lugar de acogida. Pero su experiencia vital en la capital cubana está llena de pasiones e incógnitas; por decirlo de algún modo, su hasta entonces insípida existencia deviene convulsiva y se  transforma en frenética obsesión por la joven y sensual Amanda.

Pero bueno, no más anticipaciones (al menos, por hoy). Lo que no puedo dejar de contaros es que, en La Habana, Luis volverá a encontrar al dragón del Sil. ¿Dónde? Pues, en este edificio del Paseo del Prado en el que Amanda vive. Como veis, tiene las alas abiertas y parece estar listo para emprender el vuelo. Y yo, creyendo absolutamente aquello que mi personaje me ha confesado, lo he inmortalizado en esta fotografía:

EDIFICO DE LA HABANA SITUADO EN PASEO DEL PRADO ENTRE ÁNIMA Y VIRTUDES (de inicios del siglo XX)


Podéis observar a nuestro dragón en lo más alto del edificio. Está esculpido en metal. Tal vez muchos de vosotros habréis visitado La Habana y habréis reparado en él. No obstante, dos cosas no sabéis. La primera, que la escultura no fue puesta allí casualmente (la casualidad, de hecho, no existe), sino para que algún día los personajes de Amanda tuvieran la ocasión de encontrarlo. La segunda cosa que no sabéis es que la preciosa edificación (en la que anida el animal mitológico) no estuvo siempre así, pidiendo a gritos que le sea devuelta su dignidad escultórica atrofiada por el tiempo y el empecinamiento de un sistema político. 

Y ahora, cerrad los ojos. Os invito a transportaros mentalmente hacia finales de 1939 e inicios de 1940. Si lo hacéis, probablemente veréis a la joven Amanda en el balcón azul oval, derrochando su sex appeal y mirándonos con aire enigmático. Quizá nos esté entonando uno de sus boleros. Quizá...

Y claro, tenemos mucho de qué hablar. Tengo otras casas que mostraros; también, otras calles y sitios que, sin dudas, atraparán vuestro interés. Pero no será en esta ocasión. Poco a poco, los personajes de Amanda se irán asomando por esta ventana abierta de Cuenta Conmigo para presentarse e invitaros a entrar en la red de una trama en la que romanticismo, Historia y conocimientos chamánicos se entrelazan para cantar y contar.

Para vosotros, próximamente, Amanda.