Por Astarté.
León, España.
No paraba de llover. Desde el interior del bar la lluvia
parecía una cortina divisoria entre la ciudad y el refugio de los que no saben
cómo encontrar el camino de regreso a casa. Y bien, allí estaban los de siempre,
empalmados y carentes de iniciativas. Riendo y hablando a ráfagas sin tema
definido. Hay quien dice que en el bar no surgen las iniciativas y que nada
supera la noria de caer en la nada y nada más. No obstante, a veces ocurre
algún milagro. Así, aquella noche de lluvia, a un tal hombre visto siempre en
la misma esquina de la barra se le ocurrió una brillante idea: Construiría un
sitio para almacenar el sentimiento de soledad de todos y de cada uno de los
allí presentes. Y o su idea fue tan grande que superó las posibles dimensiones
de tal sitio imaginario, o quizás el sitio era demasiado pequeño para contener
tanto vacío. Nunca se supo la verdad.
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