País turbulento.
En este país turbulento hay una ciudad llamada Corazón, donde la gente
va y viene, dando tumbos de aquí para allá, subiendo y bajando colinas de
emociones. Aquí, desde siempre, los residentes acuden a la fuente de la felicidad con canastas de mimbre. Pero el agua
cristalina del goce y la alegría brota y brota sin parar, al compás de
pulsaciones sanguíneas que conducen (también) por raras arterias y oscuros callejones en los que, agazapados, esperan el miedo y el dolor.