Por Astarté.
León, España.
Dándole
vueltas a la situación optó por leer la página por tercera vez pero nada
entendía. Era como si aquellos renglones se agolpasen ante el raudal de su
lectura y las letras, estrictamente impresas en la hoja de una revista de
actualidades, se esfumasen al toque de su pensamiento. Estaba aturdido. No
obstante, volvió a leer por cuarta, por quinta vez... ¡Y nada! Al parecer, su
nivel de comprensión lectora había caído en un abismo de paralelogramos
imaginarios. Por ejemplo, si leía: “Mal
tiempo en las próximas horas”, entendía algo así como “El tiempo expira en una hora”... O si
leía: “Accidente aéreo en el pacífico”,
su imaginación le conducía a “Exterminio
de ángeles en el océano”. Por tanto, llegó al convencimiento de que el
mundo en el que estaba viviendo se limitaba al simple reciclaje del Caos. Vamos
a decir que se llamaba Honorato, en honor a la demencia. Vamos a decir también
que este hombre de rauda imaginación y extraño entendimiento había perdido eso
que llamamos “sentido común”, tal vez como consecuencia de su afán por comprender lo lógicamente incomprensible.
Era de noche
cuando le sacaron de su cuarto en un estado de delirio tal que no me atrevo a
describir por no saber cómo hacer para describir la imagen del éxtasis. ¡Mire
usted!... Abrir un pequeñísimo agujero en el centro de una de esas páginas y
escapar hacia el otro lado de la vida sin dejar huellas y sin decir adiós. En
fin, que también otros intentaron seguirlo en tamaña aventura. Pero, a decir
verdad, pocos lo lograron. Y aquellos que lo hicieron regresaron cargados de
espejismos. Esta es una ciudad cualquiera. Aquí, como en todas partes, la gente
nace, se reproduce y muere.
No hay comentarios:
Publicar un comentario