Por Astarté.
León, España.
Desde que llegué al pueblo no he visto más que una calle que empieza y
termina en la caricatura del asombro, en la pasión de lo desconocido y en la
musculatura de una sonrisa. Algo me dice que este pueblo es un misterio tan
grande como la quietud. Y a decir verdad, no he tenido tiempo de pensar en sus
particularidades. Me he perdido en su calle y no pienso regresar, así que no
me llames, ni siquiera, para echarnos en la hierba que crece alrededor del río. Deja el café sobre la mesa, poco importa si se enfría. Y dame la mano.