Por Astarté.
León, España.
A Ivette en su cumpleaños.
A todos nosotros, los eternos niños.
Amaneció. Siempre amanece.
Sólo que hoy es un día especial.
Un día en el que das caza a la memoria en fuga. Para luego encerrarla por
el breve y estrecho espacio de veinticuatro horas.
Encerrar a la memoria. En una urna de vidrio. Y así, poder observarla
desde afuera.
Viendo sus transformaciones energéticas.
Viendo cómo se configura una y tantas veces que llegamos a perder la
cuenta.
Viendo cómo, desde el otro lado del vidrio, se transfiguran las ideas más
remotas.
De todas formas (y a pesar de ser especial), éste no
deja de ser un día igual a los demás.
Por tanto, hay que salir.
Ir a lo de siempre.
Andar en el sentido de la monotonía.
Y regresar al punto cero de la imaginación.
Hace veinte años tu hijo era pequeño. Y retozaba en
la calle. Mientras tú, rodeada de tanta gente... (¡Cuánta gente había en tu
fiesta!)... Acicalada para la ocasión cortabas la tarta de cumpleaños.
(Por cierto, ¿qué habrá sido de toda aquella gente?)
La soledad te abruma.
Y aunque no estás sola, crees lo contrario.
Y es que la opacidad generada por los sueños...
Porque han sido muchos los sueños y se han amontonado creando vertederos en tu
mente.... Y tanta acumulación de sueños ha tapiado la entrada de la luz... Y la
opacidad no te permite ver que no estás sola...
Vuelves a observar la memoria dentro de la urna de
vidrio. (Tú la miras desde fuera).
Ésta, ahora, es ámbar. (Antes era rosa).
La memoria ámbar te transporta al tiempo en el que
atrapar estrellas con la mano era muy fácil.
Hace cuarenta años preparabas un examen en la
universidad.
¡A ver si vienen tiempos mejores!
Sí.
Siempre amanece.
Y cada amanecer es un día especial.
Tu madre... Las trenzas con lazos... Las muñecas...
Los patines que nunca supiste usar... La piñata... Los discos de vinilo con
canciones infantiles... Todo al alcance de tu mano que deviene cada vez más
pequeña.
Una mano con el pequeño anillo que te regaló la
abuela.
La memoria se ha tornado azul.
Ahora mismo es azul.
De buenas a primeras.
Azul.
Y las calles, vacías. O, más bien, llenas de otra
gente. (Por eso, al parecer, están vacías. Pero no es cierto).
Lo cierto es que hoy es un día especial y hay que
celebrarlo.
Como sea.
Pero hay que celebrarlo.
¡Qué aburrimiento!... Te toca reunión. Una de esas
asambleas inútiles.
Dejaste la nevera abierta. (Ayer se rompió y está
descongelando).
Tuviste que salir a toda prisa para llegar puntual.
Para colmo,
te pisotearon los zapatos (que son nuevos) en la guagua...
¿No era mejor antes, cuando el techo era tan alto
que te parecía el cielo?
¿No era mejor antes, cuando el cielo era tan bajo
que podías atrapar las estrellas con tu mano?
Un idiota te pide cuentas de tus horas de trabajo.
(Es una asamblea. De eso se trata...).
Pero, no obstante la lluvia de imbecilidades... No
obstante la nevera rota y los zapatos sucios... No obstante a los no obstante, hoy es un día
especial.
Y hay que celebrarlo.
Como sea.
Y para empezar, abres la urna de vidrio y dejas
escapar la memoria que se va muy lejos. Donde aún titilan las estrellas.
Y aunque es cierto que la vida está hoy ya mucho más
cerca de la luz... Aunque es cierto que el conteo regresivo es un juego de la
memoria en fuga... Aunque no puedes liberarte de ti misma para irte por ahí,
sin rumbo, a donde te lleven tus pasos peregrinos... En realidad, nada ha
cambiado.
Porque hoy, un día igual a los demás, es el día de
la eternidad en tu minúscula existencia.
Y hay que celebrarlo sin dudas. De lo contrario, ¿de
qué sirven los sueños?
Un gigante de papel sale de un relato... Hay globos
por todas partes. (Alguno explota)... El merengue derramado sobre el suelo...
Pitos y flautas... Happy
Birthday to you!!!
(Si nos damos prisa, llegamos a ver el vecindario
entero).
Los regalos están sobre la cama.
Y tú, si pudieras, romperías ahora mismo las paredes
de vidrio de la urna. Y echarías a volar.
Pero no puedes.
No puedes. No obstante, hoy es un día especial y hay
que celebrarlo como sea.
Haciendo trizas todo aquello que te sepa a llanto.
Reconstruyendo tu suerte. Sin darte por vencida.
Y en pleno vuelo, la memoria.
Homenaje a esta confabulación del tiempo con tu día.