PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




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miércoles, 6 de marzo de 2013

CONFESIONES DE ASTARTÉ A SUS LECTORES:LA ESCALERA.



     Por Astarté.
     León, España.


     Como si se tratase de una misión, escalamos, sin saberlo bien, hacia un punto de energía concentrado en nuestra propia conciencia. Y en esta escalada, tiempo y espacio no garantizan habilidad de nuestra parte, sobre todo, por ser percibidos como imagen inexacta de la real estructura dimensional del universo. Es posible, pienso, que la errónea interpretación que de espacio-tiempo físicos tenemos dificulte, a veces, el poder mantenernos en equilibrio. Y también es posible que tanta ignorancia sea la razón por la cual, al volver la vista hacia los escalones que hemos ya superado, sobrevenga la sensación de un patológico vértigo, por aquello de que nada hay mejor que el pasado (pues resulta ser más real que el futuro y más seguro que el presente). En pocas palabras: vivir el presente no es cuestión de juego, pues sin llegar a comprender lo que significa “el día de hoy” soñamos el futuro y añoramos el pasado, sin recordar que el pasado no vuelve y el futuro no se anticipa, ni siquiera, en una micra del tiempo que creemos atrapar con nuestros dedos. Astarté, por su parte, en más de una ocasión se ha preguntado por qué sucede así. La vida, entonces, le responde desde su equilibrio mágico. Y le dice que ayer, hoy y mañana tuvimos, tenemos y tendremos, a nuestro paso, una cadena de binomios actuales con la posibilidad de escoger: amor-odio; dulce-amargo; coraje-miedo; blanco-negro; vida-muerte... Al final, y por motivos ligados a la condición humana (a pesar de errar una y otra vez) decidimos seguir escalando, lentamente (o no), sin mirar hacia atrás, desafiando el odio, la amargura, el miedo, la oscuridad y la muerte que nos mataría sin amor, sin dulzura, sin coraje, sin luz y sin vida que vivir. Y eso decidimos, simplemente, porque cada mañana miramos hacia el cielo. Y la inmensa tentación de tocarlo con la propia mano tiene más fuerza que la astronomía, la física y, en fin, que la sucia (rectifico, “asquerosa”) manía de contar, una a una, solamente aquellas estrellas que  vemos. No es cuestión de juego, repito. Pero contar estrellas invisibles y escalar montañas es lo mejor que quiero y puedo hacer. Que se haga, entonces, la luz ante mi mente. Que nada oscurezca mi memoria y nuble el escalón que acabo de subir, a pesar de no saberlo aún.