Iremos revelando, poco a poco, los misterios y/o «coincidencias» ocultas en las páginas de Amanda. Para ello, me gustaría empezar hablando de los edificios y casas descritas en la novela. En este sentido, hoy quiero hacer referencia a la Posada del Peine, edificio centenario cuya entrada principal está ubicada en la calle de las Postas esquina a calle del Marqués de Viudo de Pontejos, en Madrid. Fundada por Juan Posada en 1610, notoria es la descripción que de la Posada del Peine nos ofrece Camilo José Cela en su «Discurso de ingreso en la Academia de la Lengua» (1957): «Volvemos la última página de Madrid. Escenas y costumbres, (1ª serie), publicado —por el pintor Solana, a quien Cela dedica su Discurso— mientras el autor vivía en la histórica, destartalada y entrañable Posada del Peine». (Como referencia, véase e l enlace https://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/cela/discursos/discurso_04_3.htm).
La «histórica, destartalada y entrañable» Posada del Peine —actualmente considerada como el establecimiento hotelero más antiguo de Madrid y uno de los más antiguos de toda España— es hoy un lujoso hotel de cuatro estrellas y un punto de referencia para turistas y exploradores de la Madrid de los Austrias. Hay que apuntar que su fama como instalación hotelera se debe, por una parte, a que a lo largo de la Historia dio alojamiento a todo tipo de transeúnte (lo mismo a quienes venían en viaje de negocios o trabajo que a quienes escondían «oscuros propósitos»…). Pero, sobre todo, a haber sido albergue de literatos y artistas de renombre (entre estos, el pintor José Gutiérrez Solana, a quien Cela dedica el mencionado Discurso de ingreso en la Academia). No podemos, obviar, desde luego, otra mención importante: en Fortunata y Jacinta, Benito Pérez Galdós, por boca de Doña Lupe Rubín, también hace alusión a la Posada cuando escribe: «No sé lo que se figura este heliogábalo… Cree que mi casa es la Posada del Peine». (Benito Pérez Galdós, Fortunata y Jacinta. Segunda Parte).
Pero más allá de la fama ganada gracias a las ilustres figuras que la han mencionado y a sus huéspedes de renombre, existen leyendas urbanas que revelan la presencia de ciertos fenómenos paranormales en las habitaciones del edificio; especialmente en la mítica habitación 126, de la que se cuenta ser escenario de extrañas «presencias» (consecuencia de suicidios consumados entre sus paredes) y desapariciones. Con dichas leyendas se relaciona el hecho de la existencia de un pasadizo secreto —también ubicado en la 126— que comunica con el piso superior, el cual fuera escondite para ciertos huéspedes con «compromisos» (entiéndase con cualquier tipo de compromiso, matrimonial incluido). Desde luego, es probable que dicho pasadizo secreto no haya sido, en fin, «tan secreto»: hay que tener en cuenta que —de acuerdo con lo que encontramos como dato histórico— a partir de 1796 se comenzaron a realizar obras para reformar el edifico; de hecho, los pasadizos que comunican una planta con otra eran lógicamente vías de transporte de materiales de construcción, etcétera… En fin, probablemente el pasadizo de la 126, como dice el refrán, no era más que «el secreto del payaso» del que, tarde o temprano, todo se sabía.
Ahora, en cuanto a Amanda se refiere, el lector encontrará la mítica habitación 126 de la Posada del Peine en algunos de sus capítulos (en esos en que se relata la historia de Ángela, la madre de Luis). Pero ¿por qué es importante la habitación 126 en la trama?…
¡Oh, no, nada de anticipar elementos que descubran los enigmas de Amanda! Eso sí, es indiscutible que el híbrido REALIDAD HISTÓRICA-LEYENDAS URBANAS-LITERATURA es mucho más que un propósito narrativo y que, como asegura el personaje de Ela Schatz en la obra, la posibilidad de descifrar enigmas está al alcance de quien sepa descubrir el misterio oculto en lo aparente.
Te invito, lector, a encontrarte con el Universo de Amanda.