Imagen tomada de Pixabay |
Basta con sumergirnos en la mudez de la soledad para percibir su manifestación sonora: el silencio de lo desconocido.
Así, alentado por las alternativas que lo desconocido le ofrecía, con la esperanza de que el más allá estaba en otro territorio (en esa otredad espacial diferente de aquella en la que mal-respiraba, mal-comía y mal-amaba; torpe definición de espacio), Luis creyó que el mar (no me refiero a las playas de turistas, sino al mar, al verdadero, al del horizonte) le conduciría a OTRAS TIERRAS donde poder transformar su frustrado ser/estar cotidiano. Y dio el salto dejando atrás el bosque gallego y el río, para lanzarse al océano.
RIBEIRA SACRA, GALICIA |
Pero ¿qué significaban para Luis esas OTRAS TIERRAS? ¿Acaso barro y arena sepultados bajo la arquitectura de calles, casas y oportunidades de una vida mejor?
Emigramos siempre, sí, aunque no lo sepamos. Claro, en la mayoría de las ocasiones, sin saber hacia dónde. Entonces, desembarcamos en OTRAS TIERRAS; las pisamos con la fuerza del conquistador de un nuevo mundo. Sin embargo, aun poniendo todo nuestro empeño, nos resulta difícil identificarlas como nuestras... Y nada comprendemos de ellas; hemos perdido la pista; no sabemos efectivamente ni dónde estamos ni quién realmente somos. Así, nos concedemos la extraña satisfacción de escribir un capítulo (solo uno) incomprensible de nuestra estrecha existencia.
Claro, a nuestro protagonista (Luis) le quedaba la esperanza (por intuición tal vez) del mar para recuperar y continuar escribiendo la historia de la que, encallado en reducidas interpretaciones del ser y el sentir, no había podido (hasta entonces) más que escribir un mísero capítulo.
COSTA DE CIUDAD DE LA HABANA, CUBA |
Para vosotros, próximamente, Amanda.
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