PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




sábado, 7 de mayo de 2016

Manzanas rojas para ti.




Por Astaré.
León, España.


¡Compra manzanas rojas y hallarás tu propio centro!, repetía. La recuerdo muy bien. Era una estampa peregrina y hablaba siempre sola. O con el viento. O con los animales. O con Dios. ¿Quién puede asegurar que así no fuera?

Caminaba por las calles sin mirarte a los ojos e iba siempre descalza. A veces, cargaba una cesta entre sus brazos, de la cual colgaba un trozo de papel (algo así como un anuncio publicitario) con un letrero: “Estos son algunos frutos del pecado”. Y no eran, precisamente, manzanas, sino cosas que encontraba a su paso y que nosotros, “los cuerdos”, llamamos “desperdicios”. Y ella los echaba en aquella oquedad de mimbre raída por el tiempo. Y al hacerlo, decía en alta voz: Pecado es todo aquello que, por falta de amor, ponemos en desuso. En fin, un ser raro. Un ejemplar de ave cósmica que, quizás por haber perdido el rumbo, había caído de bruces en la tierra. Quiero decir, en nuestra Tierra. Ya podrás imaginar los comentarios, ¿para qué repetirlos? Luego, la encontrabas allí, a mediodía, en aquel pequeño parque de frente a la universidad. Siempre descalza, repito. Dando migas de pan a las palomas. Sus pies, negros como el hollín. Y el pelo, blanco y suelto sobre la espalda. Una mujer baja. Creo que excesivamente baja. Manzanas rojas para ti, pregonaba. Y las palomas, los perros y las hojas caídas de los árboles la seguían por doquier. Con los remolinos formados por el viento.



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