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Imagen libre de derechos de autor (tomada de Pixabay)
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Un
señor necesitado de cierta «asistencia humanitaria» leyó en una revista el
siguiente clasificado:
Santina Recato, italiana, mayor de edad, con fuerte
instinto de amar y gran sensibilidad.
Teléfono: 666 99 96 69.
Y
llamó.
***
¿Aló?…
Sí, soy Santina, pero puedes llamarme «Santi»… ¿Que es tu primera vez al
teléfono?… Eso no tiene importancia, amore
mío, ya verás qué bien la pasamos juntos. Perdona si te pregunto, ¿estás solo o
en compañía?… Vale, vale… ¿Que lo quieres todo?… Ok, bambino, pierde cuidado.
¿Estás
listo?… Sí, en pelotas, con las piernas
abiertas… y sin ningún recato, toda tuya…
¡No
te precipites, cielo! ¡Todo a su tiempo!…
¿Sabes
que tienes una boca muy sensual, ¿te lo han dicho antes?… ¿Y esas orejitas, que
nadie alaba por descuido? Están ahí para decirles secretitos… y comérselas… ¿no
es así?
Sí,
cuoricino, en el cuello, claro… Tú
también a mí… ¡Muérdeme, sí!… ¡Uy!, ¡pero si eres un vampiro! ¡Drácula, malo!…
No, no pares, baja más… Con la punta de la lengua, así, suavemeeeeente… Me estoy
acariciando los pezones… ¡Ven, ven, hazlo tú, comilón!… ¿Qué me dices?… ¡Repítemelo
otra vez!… ¡Guarro, me encantas!… ¿Con bourbon? ¡Con lo que tú quieras, cielo!…
(suspiro) ¡Ah, qué bieeeen!… ¿Sabes lo
que hago ahora?… ¡Eso mismo!, ¡me estoy tocando!, pero tienes que imaginar que eres
tú quien lo está haciendo… Delicadamente, también con la… ¡Ay, pero si me
tienes como mantequilla en el microondas!…
¿Aló?
¿Amore, sigues ahí?…
Pero…
¡¿YA?!…
¡Oh
no, no tiene importancia!, le sucede a muchos…
Entonces,
¿mañana de nuevo?… De acuerdo, a la misma hora.
Sí,
sí, ya lo tengo. Gracias por el Bizum.
Ciao, bello!
© Rosa Marina González-Quevedo