Queridos lectores de Los días de Venus en la Tierra, tras algunos meses de ausencia por esta página de publicaciones, su autora, Rosa Marina González-Quevedo (Astarté) os quiere dar su más caluroso mensaje de Feliz Año 2018. Y lo hago compartiendo con vosotros mi relato El perdedor, leído anoche en el Filandón poético-musical celebrado en el CCAN de León, España, esperando que disfrutéis virtualmente del mismo.
¡FELIZ 2018!
El perdedor.
Por Astarté
León, España.
Recuerdo que era una mañana gris y fría cuando dejé el
pueblo. No me despedí de los vecinos. Cerré la puerta y eché a andar sin mirar lo
que dejaba a mis espaldas. Sabía que sentimientos breves no alcanzarían jamás
mis huellas (en mi comunidad no existía ese tipo de sutileza emocional).
Me tenían por borracho y jugador.
Les hacía un gran favor con irme lejos.
Claro, lo que no sabían era que conmigo llevaba el alma
de aquel sitio de Dios...
¿Mis cartas?... ¡Ah, mis cartas!... Ésas fueron siempre
las peores, porque fueron siempre las de perder. Y ahora, ni siquiera como
expatriado me dan paz. ¡Ni siquiera así...! Porque lo del robo de las flores es
pura cizaña. Un invento de los que quieren encubrir las propias trampas en la
mesa del juego.
Yo jugué. ¡Sí que lo hice! Pero limpio. Se sabía que guardaba
debajo de mi manga el «As de trébol». (Me gusta por su inmensa frescura). Pero
de ahí a eso de romper una cerca para robar flores...
En fin, que no tengo
culpa. Ni de que la primavera sea infértil, ni de nada.
Y ahora me salen con esta treta...
Vamos a ver: ¿a qué hora más o menos descubrieron que la
verja estaba rota? A las diez ¿no?... Las diez... Hora improbable para robar en
los jardines. Porque a esa hora un usurpador no podría entrar así como así, con
la gente que pasa y cotillea...
Fotografía de Marcelo O. Barrientos Tettamanti. |
En todo caso, os deberían preocupar más los mirones, que
son los que entran y salen de todas partes sin pedir permiso. Por lo general,
para husmear ilusiones ajenas. Pero un viejo perdedor como yo... ¡Vamos!... Un
perdedor como yo solamente quería flores para su memoria.
Pues morí a las nueve y robé el corazón de la ciudad a
las diez.
Sí, señores.
Sólo flores para su memoria...