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sábado, 23 de agosto de 2014

Desde el interior del bar.



Por Astarté.
León, España.



No paraba de llover. Desde el interior del bar la lluvia parecía una cortina divisoria entre la ciudad y el refugio de los que no saben cómo encontrar el camino de regreso a casa. Y bien, allí estaban los de siempre, empalmados y carentes de iniciativas. Riendo y hablando a ráfagas sin tema definido. Hay quien dice que en el bar no surgen las iniciativas y que nada supera la noria de caer en la nada y nada más. No obstante, a veces ocurre algún milagro. Así, aquella noche de lluvia, a un tal hombre visto siempre en la misma esquina de la barra se le ocurrió una brillante idea: Construiría un sitio para almacenar el sentimiento de soledad de todos y de cada uno de los allí presentes. Y o su idea fue tan grande que superó las posibles dimensiones de tal sitio imaginario, o quizás el sitio era demasiado pequeño para contener tanto vacío. Nunca se supo la verdad.

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