PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




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lunes, 10 de marzo de 2014

Filosofando: Un viaje inverso hacia el reino de Imago.



Por Astarté.
León, España.


Recientemente, Neo Club ediciones ha publicado Viaje inverso hacia el reino de Imago. Su autor es Manuel Gayol Mecías, viejo compañero de tantos viajes y batallas, cuando emprendíamos, en nuestro andar cotidiano, la peregrinación poética de los marginados (ingenuos) en la Isla de Cuba. Y bien, en su libro Manuel ha reunido pensamiento y obra de siete escritores, los cuales, de una forma u otra, con mayor o menor reconocimiento y celebridad literaria, han reflexionado sobre metafísica, poesía y trascendencia de la conciencia humana. Hoy me complace ver mi nombre entre estos siete autores. Es más, estoy satisfecha de verme, tal vez en modo inmerecido, junto a pensadores cubanos que han dedicado buena parte de sus vidas y quehacer literario a la maravillosa faena de CREAR. Por supuesto, la publicación de Viaje inverso hacia el reino Imago no podía quedar a oscuras en el blog de Astarté. Doy, por tanto, las gracias a Manuel Gayol por haberse detenido, con pasión, en las páginas de mi ensayo De la luz y sus contrastes. El aura de la soledad[1] para hacer nacer de ella su Epístola Virtual a Rosa Marina González-Quevedo, incluida en Viaje inverso hacia el reino de Imago.

Leyendo Viaje inverso hacia el reino de Imago he reconocido que mis ideas esbozadas en el mencionado ensayo no fueron (y no son, ni mucho menos) fruto de algún estado de alucinación personal. Nada de eso. Claro, tenía que existir una prueba, ante los ojos incrédulos de esta servidora, de que no fantaseaba. Propongo, pues, a mis lectores, que se abandonen en los brazos de la paciencia y lean, en breves, lo nuevo que he descubierto tras la lectura de Viaje inverso... Veamos quién gana: si la locura del saber o el coraje de la poesía. O ambos (esto último es lo más probable)... Muchas gracias.

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UN VIAJE A UNIVERSOS PARALELOS: EL VIAJE DEL POETA.

Como afirmo en renglones anteriores, hace ya algunos años escribí el ensayo De la luz y sus contrastes. El aura de la soledad, inspirada, ante todo, por el insaciable apetito de viajar que me caracteriza. ¿Snobismo de mi parte? Todos tenemos la posibilidad de viajar y, de hecho, todos viajamos (aun sin tener los suficientes recursos para hacerlo). Hay viajes geográficos que cuestan mucho dinero; hay otros más económicos. Hay viajes que requieren un mínimo de preparación. Hay otros qu no se preparan, por ejemplo, los que realizamos mentalmente a través de la memoria (el recuerdo de lugares lejanos y de tiempos pasados) y de la imaginación. Y hay otros viajes cuya realización prescinde de todo lo dicho anteriormente. Me refiero a los llamados “viajes astrales” o “viajes del aura” o del alma: Estos nos conducen a universos paralelos, a planos o dimensiones que no son las que conocemos a través de los sentidos y la razón, sino, sobre todo, a través del sueño. Y bien, es así que todos viajamos. Es más, podemos ser diferentes en cuanto a pensamiento, ideología, cultura, sensibilidad, experiencias, etc. Hay, sin embargo, algo que nos iguala a todos los seres humanos: el viaje que realizamos a través del sueño. ¿Me equivoco? Puede ser.

¿Hacia dónde viajamos en sueños? Pues bien, diríamos que nos transportamos a planos que coexisten con la realidad físico-cronológica conocida como Historia, desde el instante en el que nuestro cuerpo físico deja escapar, por breve espacio y a corto plazo, el cuerpo astral o alma. ¿A dónde va el alma? Pues, eso ni ella misma lo podría anunciar, en caso que el alma hablase. En sus viajes astrales, el alma conoce, vive, experimenta, re-conoce... Y luego, tras explorar y experimentar, regresa a “encajar” en ese cuerpo orgánico que quedó quieto, en reposo, bajo la cortina del sueño. Luego, la mente podrá hacer ejercicios de memoria para tratar de recordar lo que el alma aprendió y aprehendió en su viaje por otro universo paralelo. Pero, ¿podremos recordar todo lo soñado? Bien sabemos que no. Bien sabemos que, en muchas ocasiones, no podemos, ni siquiera, decir si hemos soñado o no. Pero aún así, nuestra alma ha traído consigo nuevas vivencias.

Hoy reconozco que al escribir De la luz y sus contrastes... no hice otra cosa que describir mi viaje personal, que es, en fin, el viaje del poeta. Resumo, brevemente, las ideas principales de lo que escribí en este ensayo: El poeta o creador de metáforas, desde su espacio histórico, penetra a través de un punto de inversión dimensional (una especie de “agujero de gusano” o “agujero negro”) al cual llamo “ojo de la aguja”. ¿Y dónde entra el alma a través de este agujero? Pues, entra el un universo “inverso” al histórico: el reino o mundo de Imago (plano de lo imaginario). Propongo este esquema para ilustrar la idea de la inversión dimensional  Historia-Imago, cual conos inversos: 

      

Un evento en un cono de luz temporal, según el Principio de Causalidad (Véase http://es.wikipedia.org/wiki/Teor%C3%ADa_de_la_relatividad_especial)


He llamado, metafóricamente hablando, “ojo de la aguja”  a ese punto o agujero de inversión dimensional. Y lo hecho así a fin de establecer un símil entre el alma del poeta y el hilo que usa un sastre para ensartar la aguja con la que cose. El hilo es lo que mantiene unidos Historia e Imago. Y bien, igual que el hilo del sastre, el alma del poeta pasa a través del “ojo de la guja” para llegar a esa otra dimensión, inversamente proporcional y coexistente, donde le aguardan las imágenes cuales estatuas de sal, dormidas. Así, de un plumazo, el poeta toca las imágenes, las despierta y las trae consigo al mundo de la Historia en forma de imágenes poéticas. Entonces, ¿no es, acaso, el viaje del poeta hacia el reino de Imago el mismo viaje del alma en sueños?

Todos somos poetas (todos creamos). Todos soñamos (la danza onírica mientras dormimos).  Todos realizamos viajes astrales, lo sepamos o no, recordemos o no. Claro, hay poetas que no regresan del todo de sus viajes por el mundo de imágenes. Y estos son los grandes creadores:

Independientemente de ello reconozco que hay poetas (creadores, artistas) que alguna vez hicieron su primer viaje a Imago y no regresaron. Se mantuvieron en su condición – preestablecida por su propio destino de vida – de poeta en Imago, o poeta de la contemplación...[2]

Pienso, no sé por qué... Pienso en Pitágoras, Platón, Mozart, Dalí, Shakespeare, Walt Whitman, T. S. Eliot, Calderón de la Barca, Teilhard de Chardin, Lezama Lima... Pienso en nombres como estos y como tantos que quedaron en el reino de los iniciados. Son los grandes creadores. En fin, hay poetas cuya alma es eterna peregrina a través del universo, lo cual explica, pienso, la universalidad de su obra.



[1] Rosa Marina González-Quevedo, De la luz y sus contrastes. El aura de la soledad, en Metanoia, São Pablo, Universidad de São Joao del Rey, No. 5.
[2] Manuel Gayol Mecías, Viaje inverso al reino de Imago, Neo Club ediciones, 2013, pp.18.

martes, 19 de noviembre de 2013

El mal poeta.





Por Astarté.
León, España.

Iba a escribir versos y me salieron llagas en las manos. Así, de pronto, llagas...
Ello me hizo pensar que, tal vez, hoy mis manos no están aptas para construir poemas. Y que lo mejor que puedo hacer es limar la punta de mi corazón para no rasgar, por inconsciente, el sutil pergamino de la imaginación. En fin, que es mejor que me calle. Es mejor que sueñe, siempre que mi alma no vaya demasiado lejos (para no dejar a mi cuerpo demasiado solo). Pero usar las manos para hacer poemas, hoy... Bueno, al parecer, las musas también sueñan y se alejan. Y en tales circunstancias, es mejor poner las manos en desorden y usar, directamente, el amor.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Mientras duermo.

 









Por Astarté.
León, España.

Éramos pocos los allí presentes: mi libro de historias de la selva, el viejo tocadiscos de plato, mi perro y yo... ¡Ah, sí!... Olvidaba mi muñeca preferida, que no era la más guapa de todas, pero sí la que más quería. ¿Qué hice de ella?... ¡Bah! No tengo idea. Uno se aleja. Sí. Uno se aleja de todo y de todos. Y mientras nos alejamos, vamos tocando con el corazón nuevas fronteras. ¿O me equivoco? El corazón va delante de los pies, abriéndose paso en la estrechez del día a día. Y la memoria, esa que a veces llamamos “decrepitud del alma” (porque sí, porque somos conscientes de su tendencia a tejer recuerdos del pasado...) queda prisionera en el cajón de la locura; cabizbaja, pensativa... La memoria... Sin embargo (y pasando revista a los aquí presentes), seguimos siendo pocos: mi libro de cuentas, la televisión, los pájaros del tejado del vecino y yo... ¡Ahhhhh! Y mis gafas de sol, que no son “Armani”, pero son buenas igual. ¿Qué hice del sombrero de ala ancha que cubría mi frente en el surco de tantas profesiones inconclusas?... ¡Bah! Ni tengo idea, ni me importa. Uno se acostumbra a las inclemencias. Sí. Uno se acostumbra al frío y al calor y a las tormentas y a todo. Y mientras aceptamos el inevitable rasponazo del conocimiento (saber cosas araña la piel y de qué manera...), seguimos arando la tierra sin llevar un sombrero que nos cubra, a fin de recoger frutos en árboles plantados a lo largo de la historia. ¿O me equivoco? La voluntad va delante de la frente en la cosecha del día a día. Y la fuerza, esa que nos llega del vientre, esa que a veces llamamos “supervivencia del espíritu” (porque sí, porque somos conscientes de la energía que reporta), sigue regando el entero territorio de nuestras mejores esperanzas; impetuosa, corajuda... La fuerza... Y entonces, para resumir y darle algún sentido a esta maraña de alucinaciones, te confieso, querido sueño, que estoy probando seriamente a sumar fuerza y memoria. Y lo hago para no perderme mientras duermo, para no escapar de mi cuerpo sin dejar un hilo que me guíe a mi regreso. O, tal vez, para no dejar de poseerme del todo en el persistente afán de trascender. Pues no sé aún cómo hacer para dilatar, a mis anchas, el camino del tiempo.

miércoles, 10 de julio de 2013

ENTRE TIERRA Y CIELO.



Salvador Dalí,  Enigma sin fin.


Por Astarté.
León, España.


Deseo, por igual, la mano del  amigo que del enemigo,
aunque la amistad sea un águila que vuela muy alto
y la enemistad, la cuenta que arrastro conmigo.


Deseo, por igual, el roce del  placer y del dolor,
aunque el placer sea un papalote enredado en las nubes
y el sufrimiento, cráter que succiona el amor.


Deseo, por igual, ser blanco de sexo y de pasión,
aunque el sexo sea el astro-rey que enciende la vida
y lo pasional, la llama de la perversión.


Deseo, por igual, agotar mi tiempo entre tierra y cielo,
aunque el barro sea  hogar, semilla y abrigo
y la eternidad, sueño, paradoja y vuelo.

jueves, 4 de julio de 2013

LAS AMAPOLAS SILVESTRES.






Por Astarté.
León, España.


Tan importante como insuficiente era su propósito de cruzar el viejo camino para hallar las amapolas silvestres. Estaban del otro lado del río. Eran rojas y crecían en el prado, perdidas en la lejanía. Y él, hombre de futuro con escuetos retoques de presente, había decidido cortar amapolas esa mañana, muy temprano, a la salida del sol. Pero como para él, repito,  hacerlo era importante y, a su vez, insuficiente, olvidó llevar consigo la brújula del tiempo. Su máximo deseo estaba, sobre todo, oculto en la vanidad de lograr una obra personal. Y dado que, siendo flores al fin, las amapolas son obra de la naturaleza y no de ser humano conocido, el viejo caminante emprendió la marcha  para atravesar el río... aunque no convencido del todo... no carente de dudas...

     Y bien, una vez recogidas, ¿qué hacer con ellas?... ¿Acaso un brebaje?... Tendría que informarse lo mejor posible:

...Quien quiera tener una visión durante el sueño o una revelación, ha de bañarse siete días seguidos en una bañera con agua tibia, en la que habrá echado, previamente,  una infusión de amapolas sobre la que habrá rezado está oración: "Padre amoroso, sea tu santa voluntad revelarme lo que deseo saber por medio de un sueño, así como a menudo revelaste por sueños la suerte a nuestros predecesores. Concédeme esta petición por la gloria de tu santo nombre"..., había guardado esta información, leída en una de las tantas páginas web buscadas. Había, además, leído que la amapola es flor de la luna. Él recogería, pues, tantas amapolas como fuese necesario. Y de sus poderes mágicos, construiría su enorme sueño personal. Así, cuando el sol salió, el anónimo andante de viejos caminos calzó sus zapatillas verdes y se fue a conquistar lo que Dios creó.

A lo lejos, en medio del prado, un cordel de agua indicaba la dirección correcta, aquella que le llevaría al sitio donde más crecían las lunáticas flores. El campo perfumaba de verano naciente. Y como era domingo, la gente dormía la resaca del sábado y en la ciudad reinaba un silencio no del todo terrenal. La hierba, recién regada de noche, estaba completamente mojada.

       Atravesó el estrecho puente de madera, cruzó el río y llegó al lugar donde dormitaban las dueñas del campo. Fuertes y, al mismo tiempo, frágiles (como si fuesen de papel), se erguían sobre la hierba. Eran pinceladas  granate matizando aquel paisaje. Y el caminante pensó que, quizás, fuesen prendas con demasiado lujo para su taller de sueños. No obstante, las cortó... (doce, quince, veinte...), para llevarlas. Las depositó en un saco de yute. Y dándose la vuelta, buscó de nuevo el puente... pero sin verlo ahí, donde antes estaba... Sin saber en qué punto del camino se había escondido aquella rústica armazón de troncos, nudo en su paso de regreso al hogar. También el río había desaparecido, así, como por arte de magia. Y ahora, en su lugar, se abría un abismo, tan ancho como la entrada al Hades.

      Ya no era muy joven. Y estaba cansado. Y sin río y sin puente, de nada le valdría su afán de retornar. Tenía, sin embargo, aquel bien preciado que había ido a buscar y llevaba en el interior de su saco de yute: las amapolas silvestres.

     Se extendió en la verde pradera. No era la primera vez en la historia del recuerdo que esto sucedía. Y sin saber cómo y por qué, le vino a la mente la figura de Er, el guerrero de Panfilia, el cual, tras morir en batalla, despertase, doce días más tarde, en la pira funeraria para contar lo visto en su viaje al más allá. 

     A este punto, cerró los ojos, con la idea de construir, de nuevo, el paisaje de regreso al hogar. Claro que, las amapolas silvestres, flores de la luna, son vanidosas. Y no permiten al caminante, así como así, profanar el sueño de la vida para entrar en  territorio de almas errantes. Menudo rollo, pues, el del viejo profanador de verdes senderos, que se atrevió a atravesar el hueco de la aguja sin conocer bien el secreto de los antiguos alquimistas, el mayor de todos: la humildad de construir un sueño, rechazando, absolutamente, la deliciosa tentación de cortarles las piernas a las hadas.