PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




miércoles, 5 de septiembre de 2012

Yo, el sadismo y la manzana roja (A todos los hombres y mujeres que aman).




Por Astarté.
León, España.

Cuando a finales del S. XVIII Donatien Alphonse François de Sade, más conocido como “el Marqués de Sade”, diera a la luz sus “impúdicas” obras (las mismas que lo colocaran a la cabeza de la pornografía moderna), no había nacido aún el sadismo actual. La filosofía del sadismo abría las puertas, en aquel entonces, a una nueva forma de rebelión social: no por gusto autores como Simone de Beauvoir reconocerían en la literatura de Sade un ideal revolucionario contra los principales símbolos de la hipocrecía social (teología, nobleza, moralidad escuálida...). No obstante, es posible creer que si bien Sade fue crudo en su modo (explícitamente morboso) de detallar aquello que proponía como franjas de libertad humana a través del placer, fue también, por qué no decirlo, un maestro en la descripción narrativa del ideal de belleza. Sus principales biógrafos adjudican su crudeza de pensamiento a la decepción amorosa, específicamente, a su frustración personal por deber contraer matrimonio con una mujer no amada, teniendo para ello que renunciar a su cuňada, de quien estaba perdidamente enamorado desde muy temprana edad. De esta forma, la psicología del sadismo podría (por qué no) tener su corroboración psico-literaria en la palabra frustración. Y bien, queridos lectores, ¿somos hoy todos sádicos por antonomasia? ¿Nuestra sociedad contemporánea no nos está conduciendo al cinismo que alberga el pensamiento de Sade? ¿Somos el Homo Sapiens que no aspira al mal, pero que, a nivel planetario, tiende a lesionar al prójino? Bueno, nada de charla ideológica, cosa que, particularmente, he comenzado a detestar desde hace tiempo. Se trata, simplemente, de un apelo al amor, a lo que nos falta, a lo que no creemos tener como compromiso individual. Y no hablo de la acción cotidiana, sino de los métodos con los que, en ciertas ocasiones, ejercemos tal acción. Me detengo en un momento de uno de los diálogos contenidos en Filosofía en el tocador:

- EL CABALLERO: ¡Los medios que has empleado son espantosos!
- SEÑORA DE SAINT-ANGE: Así es como deben ser para que sean seguros.

Descontextualizando este fragmento del Primer Diálogo de la mencionada obra, creo que obtendríamos la explicación esencial de la psicología del llamado sadismo: la inseguridad, la incerteza, la falta de confianza en nosotros mismos como individuos. Cruzada de brazos miro, pues, una manzana roja. Y me pregunto: ¿dónde está la sepiente? Y la adivino allí, escondida bajo la cáscara, a la sombra del manzano, en nuestra incerteza de amor. Basta poco, poquísimo... Basta un minúsculo detalle de nuestra tendencia a sentirnos sobre una cuerda floja para revertir el placer no realizado en placer impelente a daňar a quien (creemos) nos ha despreciado. Lo digo por amor, y no por incredulidad. Lo digo porque he conocido el gusano perverso de la manzana roja bajo la piel del ser amado. Lo digo porque, en cierto modo, todos hemos tenido que morder esta fruta prohibida para luego, sin quererlo, sufrir la amargura del dolor. Lo digo porque, despuès de todo, no logro explicarme por qué Sade fue tan lúcido en su forma de expresar su rebeldía, dejando en pie un mito. Y lo digo por ti, corazón que late e su caja de música... Tú que vives hoy, por razones de época, en medio del desastre y del egoísmo humano, lavando en un río de vinagre el surtidor de tu propia sangre (roja como la manzana del amor). Tratemos, pues, de alzar la frente ante la vida, que la vida es breve... No me odies, no me hieras, no me flageles en el lecho donde has sido hombre o mujer. Vive para decirle a tus hijos, ser humano, que ante todas las cosas has sido y serás un puňado de tierra con alas de ángel y cuerpo de dios. ¿O no?

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