PALABRAS A MIS LECTORES

ALGÚN PAJARILLO ME HA CONTADO QUE EN ESTE IR Y VENIR POR EL UNIVERSO INFINITO ENTRAMOS Y SALIMOS (SIN DARNOS CUENTA DE ELLO) POR LOS POROS DE LAS SENSACIONES.

EN TAL CASO, PIDO QUE LA SATISFACCIÓN DE GOZAR LO QUE SENTIMOS NO NOS ABANDONE NUNCA Y NOS LLEVE A TOCAR UNA ESTRELLA: LA NUESTRA.




miércoles, 12 de septiembre de 2012

SI TENEMOS PACIENCIA HABLEMOS DE INTUICIÓN.




Hace años, cuando era muy joven y llevaba el pelo muy largo y rizado, tipo melena de león (como se usaba a mitad de los '80), estaba esperando el autobús en Avenida 19 esquina a 64, Playa, La Habana. La calle estaba desierta, no pasaba ni el susurro del viento y la calma tocaba el hilo de la paciencia de cualquier ser viviente, imaginemos cuánto no tacaría mi sistema nervioso. Cuando de repente, a lo lejos, vi que se aproximaba un camión abarrotado, estampa muy común en nuestra ciudad aún en nuestros días. No sé si era que ya estaba predispuesta a concentrar mi pensamiento en mi propia imagen desolada, pero lo cierto es que en aquel instante pensé: “Los que vienen son hombres, trabajadores que van no se sabe a dónde...Y cuando pasen, me gritarán: “¡LEONAAA!...”, por aquello del pelo, digo yo... Y los hombres del camión pasaron y me gritaron: “¡LEONAAA...!”. Yo no reaccioné. Me quedé tal y cual, sin extrañarme de nada, pues estaba esperando el grito de “leona”. Sépase que nadie me había llamado en ese modo anteriormente. Minutos más tarde llegó el autobús. Me monté y continué mi camino, sin olvidar jamás el grito de mi mente, que era el mismo de los hombres del camión. ¿Una anticipación mental a los hechos materiales? O más bien, imaginé que me estaban gritando cuando, en realidad, los hombres pasaron en silencio... No lo sé, ni lo sabré jamás. Todo quedó como un secreto entre mi mente y mi cuerpo. Fue como mirarse en un espejo con efecto adivinatorio.
Ya sé que hablar de intuición o de premoniciones o de cosas del género es algo que no interesa a muchos. Hoy la certeza, vista como fenómeno de demostración matemáticamente hablando, es lo que está a la orden del día. Nuestro tiempo, tan cargado de crisis económicas, de incertidumbre, de pesimismo, etc., no acepta esperar camiones con hombres que griten lo que ya has pensado que te gritarán, porque es tonto esperar. Nadie espera, ni siquiera tú, ni siquiera yo, que es mucho decir. No obstante, yo insisto y hablo de intuiciones. Total, siempre habrá una hormiga esperando que caigan las moscas muertas del techo para cargarlas a su hormiguero. Esperar duele, pero no mata.
Nuestro Diccionario de la R.A.E. nos indica la etimología de la palabra “intuir” en el latino intuēre, con el significado de “percibir íntima e instantáneamente una idea o verdad, tal como si se la tuviera a la vista”[1]. En otras lenguas como el italiano, por ejemplo, la traducción del citado término latino se realiza como “guardare dentro”  ‘mirar interiormente’ (in- tuēre)[2]. Y mientras que diccionarios etimológicos nos sugieren la relación entre “intuir”, “tutela”, “tutor”[3], otras fuentes, quizás lingüísticamente menos confiables, pero siempre interesantes, definen el término “intuición” como “un’immagine riflessa in uno specchio”[4], relacionándolo con el mito griego de Psique y el Amor (alma humana).
Apuleyo en La Metamorfosis cuenta la historia del amor entre Eros y la bella Psiche, la cual se había casado con el dios, pero con la condición de no hacerle preguntas sobre su identidad (amor a ocultas, amor ciego... ¿Amor a ciegas?...). La envidia, sentimiento tan fuerte como negativo, condujo a Psiche a violar su pacto con Eros, cuando sus hermanas la incitan a sorprender a su marido mientras dormía iluminando su rostro, haciéndose luz con una antorcha de aceite. Fue entonces que una gota del combustible cayó en el rostro de Eros, el cual, enfurecido, rompió la relación de amor con su ingenua amada... En fin, la joven esposa, renegada, viene condenada por Afrodita a realizar cuatro sacrificios, entre los cuales, el sacrifico de perder parte de su belleza. Y para recuperarla, Psique tiene que bajar al Hades, arriesgando la propia vida, para pedirle a Perséfone el don de la belleza perdida (retorno de la muerte de su imagen física). Todo termina en un “happy ending story”: los amantes vuelven a su anterior status y de esta unión nace el placer, Voluptus, hijo de Psiche y Eros. Hay algo en toda esta historia contada por Apuleyo que, sin embargo, salta a nuestra vista: la anticipación de la historia de amor vivida; primero, en la oscuridad del “no conocimiento”, después, como amor real. Es decir, que nos salta a la vista la importancia de “ver” o “no ver” el rostro del amado Eros para darle un final feliz a la historia de amor.
Hablando de lo que pudiéramos llamar “intuición”, ésta no pudiera “existir” en nuestra mente sin que no se produzca la posterior “certeza” de la imagen intuida, su corroboració racional. ¿Hasta qué punto entonces cuentan nuestras experiencias vividas en la conformación anticipada de los hechos que intuimos? ¿Hasta qué punto el deseo de que el hecho suceda realmente, deseo que se realiza en nuestra mente como anticipación del avenir? Claro, que a decir verdad, yo no deseaba que aquellos hombres me gritaran “LEONA”, ni nada...



[1] Diccionario de la Lengua Española, Vigésima Segunda edición.
[2] Il Grande Dizionario Garzanti DELLA Lingua Italiana.
[4] Scoprire e conoscere l’Astrologia e le arti divinatorie, DeAgostini, Vol. 5.

No hay comentarios:

Publicar un comentario